Aquellas razones del 10 de marzo
El Día da Clase Obreira Galega rememora los asesinatos de dos obreros de Bazán en Ferrol a manos de la policía franquista, que desataron una oleada de contestación social en plena decadencia de la dictadura.
Publicidad
ferrol,
El 10 de marzo del 1972 en Ferrol, unos 4.000 obreros se encuentran en la zona de Porta Nova, entre la Estrada de Castilla y la Avenida das Pías, con un centenar de policías. El desigual enfrentamiento —piedras contra balas— tiene como resultado dos muertos del comité de Comisiones Obreras, Amador Rey y Daniel Niebla, 16 heridos de bala y varias docenas por otras lesiones. Habrá 160 despidos, 101 detenciones, 60 encarcelados y 54 multados con entre 50.000 y 250.000 pesetas de la época, el equivalente hoy a 5.500 y 27.000 euros, respectivamente. Unos hechos, muertos y heridos, por los que nadie fue jamás juzgado ni tuvo que responder y que convirtieron la ciudad de Ferrol en el centro de interés de toda Europa y más allá.
Publicidad
Si quieres seguir leyendo este artículo en gallego, haz clic en este enlace.
The New York Times, Le Monde o The Guardian llevaban los sucesos a sus páginas mientras aquí los titulares que podían leerse eran del tipo: "Dos de los revoltosos muertos mientras 23 sufren lesiones", o en el ABC –rememorando quizás aquel otro titular suyo de 1939: "Polonia ataca a Alemania"– "Dos muertos y varios heridos al atacar los manifestantes a la Policía Armada en El Ferrol del Caudillo. Los alborotadores recorrieron las calles apedreando comercios y edificios oficiales". Todo por la reivindicación de un convenio laboral que pasara los turnos laborales de 12 a ocho horas, subiera el sueldo de 2.500 pesetas y contemplara la libertad sindical o el derecho a la huelga. Ciertamente el régimen no estaba por la labor.
Los acontecimientos no se explican sin el contexto del Ferrol de la época, con una clase obrera muy concienciada por el trabajo de Comisiones (empresas como Pysbe, Peninsular Maderera, Megasa, Fenya, etc.) y protagonista de insólitas huelgas en ese comienzo de los años 70. Es más, uno de los responsables de los servicios de inteligencia franquista, el coronel José Ignacio San Martín, quien sería condenado por el 23F, elabora en 1971 el informe El libro rojo de la subversión, en el que sitúa fuera de toda adhesión al régimen y perdidos para éste los cinturones industriales de Madrid y Barcelona, el campo cordobés, Euskadi y Navarra y también ese Ferrol que para mortificación del dictador era su cuna.
Publicidad
El 9 de marzo de 1972 la plantilla de Bazán Ferrol decide no trabajar e ir a la huelga por el despido de seis compañeros
La jornada del día 10 de marzo, que desde 2006 es oficialmente Día de la Clase Obreira Galega, se había ido tensando los días previos en una ciudad con un ecosistema laboral muy particular. La firma en Madrid el día 7 del nuevo convenio de Bazán con las factorías de Cádiz y Cartagena, en manos de un sindicato vertical controlado por Martín Villa, no reconoce la opción de un convenio propio con Ferrol. Así, al día siguiente los obreros ferrolanos rechazan ese acuerdo que ellos no aprobaron y deciden una nueva asamblea el día 9 mientras la empresa, como primera medida, despide a media docena de los sindicalistas (Amor Deus, Riobó, Díaz Montero, Ramiro Romero, José Miguel Rey y Alfonso Couce, de Comisiones).
Publicidad
El director que autorizó la entrada de la policía en el astillero
La plantilla decide no trabajar y quedarse en el astillero hasta que los compañeros sean readmitidos, a pesar de las conminaciones paternalistas del director, Gabriel Martorell, un prestigioso ingeniero con la triste honra de ser recordado en la ciudad como el único director que autorizó la entrada de la Policía Nacional en el astillero.
A partir de las cinco de la tarde, el desalojo con enorme violencia precipita los sucesos. Los trabajadores se desparraman por la ciudad, se enfrentan a la policía, les explican la situación a los ciudadanos e instan a la huelga al día siguiente. Tras la madrugada, en la que pocos durmieron, a las siete y media de la mañana del día 10 se concentran unos 4.000 trabajadores frente a las puertas de Bazán cerradas. De ahí parten hacia la sede próxima del sindicato vertical en los Cantones con el apoyo de una ciudad solidaria.
Publicidad
Deciden juntarse en el barrio de Caranza, en construcción a esa altura donde los trabajadores del otro lado de la ría, del astillero de Astano en Fene, cruzaron el puente de las Pías y se encontraron con ellos en el citado barrio, donde también se les deberían sumar los obreros de la construcción. El plan se desbarata en el Porta Nova, donde después de las ocho y media de ese viernes se precipita el desastre muy cerca del lugar donde hoy se sitúa el monumento elaborado por Xoán Braxe, trabajador de los astilleros, y donde cada año se juntan en esa fecha fuerzas políticas y sindicales, no siempre unidas, para recordar lo que allí sucedió.
En los días siguientes, el régimen no paró con las detenciones y multas a sindicalistas de Comisiones, militantes del PCE, curas obreros y activistas de todo tipo. Lo insólito del encuentro entre obreros y grises fue la baja cantidad de muertos y heridos, teniendo en cuenta la violencia desatada. Las clínicas del Carmen y de San Javier se infestan de voluntarios para donarles sangre a los heridos graves, los leves son atendidos en casas por gente que se jugaba su trabajo y más. Otros no se jugaban nada porque denunciaban a los heridos.
Publicidad
El papel de las mujeres fue clave para ordenar con solidaridad el sangriento caos. Entre los arrestados en las siguientes jornadas por la Brigada Político-Social algunos protagonizarían, en una durísima competición, uno de los episodios más infames del tardofranquismo, el sumario 489/72 denominado Juicio de los 23, no resuelto por el Tribunal de Orden Pública hasta julio de 1975 y con varios de sus condenados no liberados hasta la llegada de la democracia.
Varios de los detenidos serían desparramados por cárceles de toda España para desactivar su fuerza, pero del talante del régimen basta otro ejemplo: a Manuel Amor Deus, a quién se le muere un hijo en esa época, no le permiten asistir a su entierro. Sí poco después al de su padre, al que acude fuertemente escoltado por la Guardia Civil.
Publicidad
"Va a haber medidas contra este hombre porque estuvo aquí esta mañana Martín Villa pidiéndole dureza al tribunal"
Para intentar atenuar la represión judicial hubo un toque a rebato de los abogados con mentalidad progresista de la época, que tampoco eran muchos. Manuel Murillo Carrasco, que después sería secretario general del PSOE-Histórico, y que entoces era militante de un PSOE mínimo ("Por entonces en Ferrol de la UGT no había nadie, ni en Astano ni en Bazán, y del PSOE tampoco. ¿Cómo iba a haberlo? ¡Éramos 18!"), les contó en el número 55 de la revista Luzes a Xosé Manuel Pereiro y Emilio Grandío. Les dijo que a él lo habían contratado Rafael Pillado y su padre, Manuel, que entonces era patrón mayor de la cofradía ferrolana, aunque después defendería también a Amor Deus y a Julio Aneiros.
Publicidad
Cristina Almeida y Núñez Casal
"En la Audiencia, una persona de confianza me dijo: 'Es un asunto tremendamente duro, va a haber medidas contra este hombre porque estuvo aquí esta mañana Martín Villa pidiéndole dureza al tribunal. Les pedí que buscaran abogados en Madrid que me echaran una mano. Y fue cuando se pusieron en contacto con Cristina Almeida, y con Núñez Casal [de Esgos (Ourense) que era miembro del grupo de abogados de Atocha y fue dirigente y diputado del PCE]". Entre el grupo de abogados que asumieron la defensa de los "revoltosos" no todos eran de izquierdas, estaba Manuel Iglesias Corral (se dice que eso le valió después para ser senador por la Canditatura Democrática Gallega antes de serlo por UCD y por AP), o Sebastián Martínez Risco.
Las presiones no fueron solamente judiciales. "En medio de todo esto recibí un telegrama pidiendo que me presentara en la Capitanía General de Ferrol a las 8 de la mañana del día siguiente. Llegué y me encuentro que también habían recibido el telegrama Almeida y Núñez Casal, que tampoco sabían para que nos habían llamado. Los recibió el almirante, que le llamaban Paco el feo, y nos dijo: 'Ya saben lo que pasó, en fin, aquí hasta ahora no hubo apenas problemas, un par de muertos, 40 heridos...', quitándole importancia. Y luego: 'Pero yo esto voy a terminarlo como sea. O me cortan esto inmediatamente o saco a la infantería de Marina y entonces sí que van a haber muertos. Piénsenlo bien'. Al final la infantería de Marina, afortunadamente, no salió, pero creo que estaba dispuesto a hacerlo. Era una reacción típica de la dictadura".
Publicidad
Durante días la ciudad de Ferrol, de unos 90.000 habitantes entonces, era un escenario lleno de miedo y angustia. Así lo recuerda hoy el escritor y profesor José Torregrosa, otro "sospechoso habitual", detenido tres veces en los días previos y posteriores a los hechos. Él sería uno de los procesados en el Juicio de los 23. Así recuerda los hechos y el contexto: "La lucha amplia de los obreros, de la Iglesia progresista, del movimiento de mujeres, de estudiantes… Esa sociedad que se movía por la democracia y la libertad, que por entonces era pura subversión. Así sucede el 10 de marzo y de lo que me tocó vivir recuerdo el sonido de una ciudad gris, en silencio, muerta. Sientes que mataron a Daniel y Amador pero que algo más muere y, paradójicamente, que algo nace: que era claro lo inviable del régimen. El 10 de marzo fue otro escalón hacia lo que disfrutamos hoy".
Acerca de los sucesos de 10 de marzo, uno de sus mejores conocedores es el historiador Enrique Barrera, quien no apunta tanto a algo premeditado por las autoridades, sino que "los hechos fueron el resultado de una policía que por una parte carecía de material antidisturbios, y por la otra, no tenía cultura democrática, y por lo tanto su doctrina y sus procedimientos para tratar con manifestaciones tenían necesariamente que producir muertes".
Publicidad
En cuanto a los catalizadores del movimiento, el historiador ferrolano destaca que "las complicidades tejidas por Comisiones con ciertos colectivos sacerdotales fueron claves para amplificar la lucha sindical, así como que ésta hubiera recogido simpatías en sectores sociales a los que no se pudo llegar, y el hecho de que, desde luego, las rías de Ferrol y Vigo, junto con los cinturones industriales de Madrid y Barcelona, la taza minera asturiana, el País Vasco y los jornaleros sevillanos y cordobeses, todos fueran considerados como espacios perdidos para la dictadura. La estrategia no era tanto recuperarlos como impedir que otros territorios españoles se sumaran", añade.
Los curas rojos eran para Franco "progresistas, contestatarios, europeos, comunistas, filomarxistas y criptomarxistas"
Publicidad
Como cita Barrera, la Iglesia ferrolana estaba muy concienciada entonces, hasta el punto de que a un grupo de curas, asumiendo el Vaticano II y comprometidos con la realidad social, se les apoda "los curas del cinturón rojo". En su libro Los curas contra Franco la profesora Rosa Cal destaca que desde el régimen los denominan "progresistas, contestatarios, europeos, comunistas, filomarxistas y criptomarxistas".
Uno de ellos era Anxo Currás, párroco de San Xoán de Filgueira, quien recuerda el ambiente oscuro de los días previos y, la mañana misma de los sucesos, haber acudido al Hospital de Caridad para ofrecer sangre. "Fue un milagro que no muriera más gente", reflexiona, "que aquello no fuera una carnicería peor". Y recuerda: "Con el tiempo te enteras de que el suceso fue para mucha gente una toma de postura sobre lo que significaba un régimen con falta de libertad, gente que le veía el auténtico rostro al sistema y que tomaron conciencia de lo que significaban la dictadura y su represión. Una empresa, el capital, que no quería dar su brazo a torcer frente a las demandas de los trabajadores, y cuya respuesta era machacarlos. Esa era la médula del régimen fascista donde el diálogo ni se contemplaba".
En la cárcel de A Coruña
Currás acabaría en la cárcel de A Coruña a la vez que su compañero Martínez Aneiros (ya en democracia alcalde de Narón) y, dado que aquel no era lugar para unos curas, luego ambos fueron enviados a sendos monasterios varios meses y sancionados con las correspondientes multas. Su delito lo cuenta él mismo: "Nos juntamos los curas rojos, como nos llamaban, y preparamos una homilía que era una condena al franquismo. Luego, la emoción en los entierros con Martínez Aneiros, que oficiaba los actos en el cementerio de Catabois haciendo arrodillarse a todo el mundo, la policía incluida, y denominando mártires los muertos".
No se olvida Currás de las consecuencias que tuvieron otros compañeros como Eliseo Cuco Ruiz de Cortázar: "Recuerdo mucho su labor, escindido entre la parte eclesiástica y el compromiso social en el barrio obrero de Caranza. Nuestras largas discusiones sobre las encíclicas Pacem in Terris de Juan XXIII y Populorun Progressio de Paulo VI. Le dieron una paliza en Madrid los Guerrilleros de Cristo Rey, que sabían a por quién iban, ye reventaron un riñón a consecuencia de lo cual moriría tiempo después".
El primer alcalde nacionalista de Ferrol, entre 1999 y 2003, Xaime Bello, tira de la memoria de sus 21 años cuando estaba a punto de comenzar a trabajar como maestro: "Viví las luchas obreras de febrero y marzo de 1972 por ser hijo de un trabajador de Bazán. Aquellas semanas las seguimos con mucha intensidad y preocupación por las informaciones que nos iba trasladando mi padre al llegar a casa. Las movilizaciones por un convenio de fábrica, el despido de seis miembros del comité de empresa, el desalojo del astillero, y sobre todo, la barbarie desenfrenada acontecida el día 10, que causó las muertes de Amador Rey y Daniel Niebla y docenas de heridos de bala por los disparos de la policía franquista, quedarán para siempre jamás en la memoria de la clase trabajadora. Lo mismo que el asesinato de Moncho Reboiras tres años después, en agosto de 1975. Peros no enterraron cadáveres, enterraron semilla de democracia, de libertades individuales y colectivas y de justicia social".
El veterano periodista Germán Castro, colaborador de deportes entonces y posteriormente fundador del Diario de Ferrol, tira de también de su memoria: "Teníamos el corazón encogido porque aunque había tensión, no se esperaba una reacción semejante de la policía, esa locura. Recuerdo ir al centro de la ciudad por la tarde y no ver nadie por la calle, sentir una tristeza brutal, un silencio angustioso. Y así se mantuvo durante más de una semana. la información llegaba por la gente porque de los medios nada podía esperarse. Recuerdo también los tres siguientes aniversarios, con Franco aún vivo, de la gente yendo al cementerio de Catabois a hacer ofrendas florales con una tensión enorme. La policía estaba siempre presente. Recuerdo comenzar a cubrir información laboral en los meses siguientes y a la gente hablando en las asambleas en el sindicato vertical, de la necesidad de reivindicar derechos y democracia, con mucha valentía porque aquello estaba infestado de agentes e informadores".
Subversivos
Esa fuerza y compromiso en carne propia es lo que destaca a medio siglo vista José Torregrosa: "¿Cómo es posible que gente que pasó por la cárcel y fue torturada mantenga unos ideales, en beneficio propio? No. Una de las cosas que más me alucinan es que siempre escuché hablar de España a la gente que quiso chupar de la teta y de los privilegios, y que quien luchaba por una España democrática eran los malos de la película. Eso jode. España estuvo en manos de gente a la que lo que menos le importaba era España, y quien luchaba por un sistema justo para todos, no por sus cuentas bancarias, se les llamaba subversivos. A mí me requisaron Fulgor y muerte de Joaquín Murrieta, de Neruda. Según las actas de mi proceso aquello era prueba de mi 'peligrosidad'. Era represión sobre represión de un régimen que era pura farsa, con asesinos que juzgaban a las víctimas. Sabían lo que significaba Ferrol, sindicatos, partidos de izquierdas, curas obreros… Lo mejor de Galicia. Para mí fue un orgullo compartir la cárcel con Pillado, Aneiros y toda aquella gente que trajo la libertad y democracia a este país".
"Hubo una fuerte ofensiva mediática para que el rey Juan Carlos se apropiara de los méritos de la Transición"
Reflexionando sobre esa lucha obrera, su falta de conocimiento sobre todo en las generaciones más nuevas, y su papel en la Transición, Enrique Barrera comenta : "Hubo una fuerte ofensiva mediática para que el rey Juan Carlos se apropiara de los méritos de la Transición, y para tapar el papel de la clase obrera y de Comisiones, sin los cuales la Transición habría desembocado en un sistema democrático de peor calidad. Los poderes económicos y los políticos procedentes de la dictadura querían pilotar un proceso que desembocara en una España sin autonomías, sin sindicatos de clase y solo con partidos políticos del centroderecha. De no existir Comisiones, a fe que que lo habrían conseguido".
En cuanto al papel de la lucha sindical desde entonces hasta hoy, incluso mirando a la antigua Bazán, hoy Navantia, el historiador analiza que "con el paso de los años, el sindicalismo español perdió las virtudes de los sindicalistas de los años 60 y 70. Se acomodaron, y a mayores, hay que reconocer que el capitalismo aprendió a dividir al movimiento obrero, reduciendo las plantillas de las fábricas y fomentando una división en el seno de los trabajadores discriminando los convenios de unos y de otros: una parte es ya clase media, afortunadamente, y otra es el precariado".
Rafael Pillado, el compromiso y la voluntad
Rafael Pillado es historia actuante de la lucha obrera, uno de los protagonistas de 10 de marzo (él fue quien recogió del suelo a Daniel Rey, con un chorro de sangre saliendo de su cabeza) y de casi todo lo que venimos relatando incluyendo el Juicio de los 23 e incontables estancias en prisión. Cuando se redactó este reportaje, sabía que el tiempo que le quedaba sobre la tierra lo iba a encontrar actuando hasta que el cuerpo aguantara. Sabía que su tiempo era finito por el amianto sobre el que él y miles de sus compañeros en la Bazán trabajaban inermes, y que iba a marcar su destino como otros a los que su nombre irá unido para siempre jamás, como Amor Deus y Riobó. Un paradójico castigo del franquismo a una generación que le plantó cara y que fue la gran damnificada del modelo de Transición.
Hace dos años, en el 50 aniversario del 10 de marzo en 2022, su agenda estaba repleta de actividades, charlas, entrevistas e iniciativas con la asociación cultural Fuco Buxán. "Mi familia me pide que baje el ritmo pero también es la manera de no pensar, de tener la cabeza en otras cosas", comentaba.
"La idea de la unidad de los trabajadores está hoy quebrada", analizaba pesimista, "los trabajadores de las empresas no coinciden y cada uno hace la lucha por su cuenta. Se echa de menos esa solidaridad de entonces que tampoco era casual, había mucho trabajo de organización detrás de ella". Pillado murió el 20 de febrero del año pasado a causa del cáncer que le provocó el polvo de amianto.
El investigador de los movimientos obreros José Gómez Alén asegura que "la conciencia democrática que brotó dentro de los muros de Bazán acabó trasladándose a toda Galicia" . Acerca de esto, Pillado destacaba los antecedentes del 72: "Nosotros ya nos habíamos hecho respetar en el 67 con el tema de Obras Civiles de Bazán, cuando logramos que la empresa readmitiera a los trabajadores que querían echar. Incluso había antecedentes en el 64, 65 y 66, en la elección del jurado de la empresa en la que es evidente a presencia del PCE. En Ferrol hay un movimiento previo de toma de conciencia. Ese movimiento fue la vanguardia de la sociedad gallega, el motor de nuestra autoestima y de la reclamación de nuestros derechos y libertades. Un paso adelante en la toma de conciencia social y política de todo el pueblo gallego en la búsqueda de la democracia".
"La conciencia democrática que brotó dentro de los muros de Bazán acabó trasladándose a toda Galicia"
Ahondando en esa manera de trabajar, de irle comiendo poder al sistema franquista, abunda Pillado: "La tradición de Bazán viene de lejos, concentra experiencia de la I Guerra Mundial, la dictadura de Primo de Rivera, el franquismo… Hay mucha labor sindical y mucha conciencia de clase. Desde dentro se crea un ambiente asambleario, democrático. La historia de Bazán es la historia de una experiencia social, sindical y política acumulada que está presente en todo el recorrido. El enfoque del PCE y de Comisiones Obreras era como combinar reivindicaciones sociales y políticas, por una parte, y cómo aprovecharse del sindicato vertical para poder ir abriendo brecha más allá. Todo eso en un proceso que no se da de un día para otro. Tengo una dedicatoria de Julio Aneiros sobre la labor que hicimos los jóvenes, y lloro cada vez que la veo".
Sin embargo, Pillado reconoce que asumir esa didáctica del compromiso no fue fácil: "A mí me costó aprender esa estrategia del PCE sobre la base de ir haciendo pedagogía y día a día, poco a poco. Por ejemplo, si tú vas un día y les dices a unos trabajadores que hay que ir a la huelga, te mandan al carajo. ¡Ah!, pero se ti les dices que no están cobrando lo que les corresponde por incentivos, echando cuentas y a partir de ahí, tomando conciencia, organizar recogida de firmas, huelgas o lo que sea, pero con la base de que al trabajador no están dándole lo que merece, la cosa cambia. Así acaban escuchándote y organizando la participación de la gente, y esa forma de ir haciendo
las cosas no es de un día para otro, no es para ir el primer día a la huelga. Yo le he preguntado muchas veces a Julio Aneiros, que insistía en la paciencia. 'La primera vez que entré en las Juventudes Comunistas pregunté que dónde estaban las armas'. Eras joven, tenías ganas de trabajar pero no tenías ni idea de como eran las cosas en realidad".
Hoy, a medio siglo vista, la antigua Bazán, hoy Navantia, tiene muchos problemas de los que no es el menor su falta de carga de trabajo hasta que comiencen a construirse las fragatas F-110, punto de llegada de todas las esperanzas de una ciudad símbolo de decadencia. Pero como ha comentado el excura Vicente Couce, su plantilla sigue siendo la "aristocracia de la clase obrera" si se comparan sus condiciones laborales con las de otros obreros de Ferrol o de otras ciudades, condiciones por las que supieron luchar. En un modelo mundial en el que cada vez menos personas tienen más recursos y en el que aumentan obscenamente las diferencias de riqueza, quizás conceptos como unión, resistencia y solidaridad no están de más en el mundo del trabajo. Al menos lo fueron en ese heroico 10 de marzo de 1972 que marcó con dolor y voluntad un camino de no retorno hacia la mejora política y laboral de un país en dictadura. Y 50 años no es nada.