Este artículo se publicó hace 2 años.
El porno que nos (mal)educa
Frustraciones, incapacidad para explorar el propio deseo y reproducción de los viejos roles de género son algunas de las consecuencias que comporta la exposición al porno desde edades tempranas.
Rosalía Macías
Santiago-Actualizado a
Con la chavalada accediendo cada vez más a estos contenidos y desde una edad más temprana es indispensable, según los expertos, facilitar en las aulas una educación afectivo-sexual saludable, que forme a las personas en la búsqueda del placer y derribe estereotipos machistas y heterosexuales.
Morena de tetas grandes, pelirroja tetona, sexy latina. Los títulos de los portales de porno gratuito que abundan en Internet dejan poco a la imaginación. «Estadísticamente el porno es machista, misógino, androcéntrico, violento y heterosexual», critica Sara Vierna, formadora especializada en género y educación emocional. «Si la entidad que más poder tiene es Internet, quien va a educar va a ser el porno», lamenta. Así, las ficciones en las que las mujeres adoptan roles sumisos para complacer a unos hombres siempre dispuestos para el sexo van construyendo el imaginario de los y de las adolescentes.
El consumo de este tipo de porno sin recibir una correcta educación afectivo-sexual desde la infancia se traduce en la reproducción de roles y estereotipos de género. Unos roles que se van a adoptar, en primer lugar, a la hora de tener relaciones sexuales: «Ellas tienden a optar por roles pasivos, por consentir prácticas que no quieren ni desean (...) y ellos, al verlas como un objeto, van a abusar», explica Sara Vierna.
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Pero estos roles trascienden el ámbito privado y traspasan todos los ámbitos y todas las edades. Según el estudio Observatorio de la Violencia 2.0 entre la juventud gallega elaborado por el área de Método de Investigación y Diagnóstico en Educación (MIBE) de la Universidade de Santiago en 2018, en Galicia el 20,8% de adolescentes controla la pareja en las redes sociales y un 10,8% coge el móvil de su pareja «para ver llamadas e inspeccionarlo».
Dos cifras que están lejos de representar todas las formas en las que se expresa el machismo, pero que permiten cuantificar una pequeña parte de las situaciones que observa Igone Plágaro en su colegio de Ourense. Esta maestra del centro de educación infantil y primaria (CEIP) O Couto dice estar «preocupada como madre y como docente». Aunque ella sí habla con naturalidad de la sexualidad a su alumnado y a su hijo de doce años, ve como para muchas familias del centro «sigue siendo un tema tabú». «No terminamos de entender que con la sexualidad nacemos».
Coincide con estas impresiones Sara Vierna, que cuenta que algunos padres y madres acuden a ella solo cuando detectan algún «peligro». «Las familias tienen la urgencia de hablar de este tema cuando ven que hay un problema», como por ejemplo cuando detectan que su hijo o hija comienza a ver porno. Esto suele ser, de media, sobre los doce años, según el informe (Des)información sexual: pornografía y adolescencia publicado por Save The Children en 2020. Otros estudios, como Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales publicado por la red Jóvenes e Inclusión, sitúan ese primer contacto antes, alrededor de los ocho años (aunque a esas edades se trata de imágenes no buscadas). También se adelantó la edad media de la primera relación sexual: pasó de los diecisiete años (en 2016) a los 16,2 (en 2020), según el Informe de la Juventud en España del año pasado.
Ahí, en plena adolescencia, suele ser el momento en el que se aborda el tema de la educación afectivo-sexual, pero «es difícil deconstruír todo cuando tienes doce años», opina Vierna, que añade: «La educación sexual abarca todo lo que es ser persona (...), esto debería de bajar al minuto cero de la infancia y no cuando ya es un peligro.
Por eso es preciso contar con una regulación y una legislación que obligue a incluir en los currículos una educación afectivo-sexual integral desde la infancia, tal y como instan desde Naciones Unidas, que habla de la «existencia de una necesidad urgente de educación sexual de calidad». En el Estado español, la nueva ley de educación LOMLOE (conocida como Ley Celáa), aprobada el pasado año, quiere incluir la educación sexual en todas las etapas.
Porque la educación afectivo-sexual abarca mucho más que hablar de métodos anticonceptivos: nuestra forma de expresarnos, de sentir, nuestra identidad, orientación sexual, el consentimiento… Todas las relaciones que un sujeto tiene consigo mismo y con el resto de personas.
Sin embargo, muchas personas adultas y centros educativos se muestran reticentes a tratar temas tan básicos y transversales como este con alumnado de infantil y primaria. La propia Sara Vierna lo vivió en primera persona, y cuenta que hay familias que no llevan sus hijos y hijas a clase cuando saben que toca uno de sus talleres. «Estar haciendo tabú de todo este proceso de la identidad (...) lleva a una confusión total de la persona menor que luego puede traer problemas en la adolescencia», lamenta.
Si bien es cierto que sí hay formación y talleres de este tipo en Galicia, esta educadora asegura que «no son suficientes ni lo suficientemente profundos», y no son obligatorios. Por otra parte, «el profesorado no tiene formación». En Galicia, un 72,3% de los adolescentes consultados en el estudio Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales recibieron educación sexual pero un 43,6 % dice que no respondió a sus preguntas, curiosidades e intereses, o que lo hizo solo en parte.
Nueva pornografía: más violenta y a golpe de clic
La falta de educación sexual y la pornografía no son algo nuevo. Mucho menos el machismo. Pero sí han cambiado las formas en las que se consume el porno y en las que se expresa el heteropatriarcado. «Al tener dispositivos móviles podemos estar conectados a esa narrativa sexual 24/7 (...) No es que sea más machista, sino que tenemos acceso más tiempo y con mucha más facilidad», afirma Sara Vierna.
La profesora de la Universidade da Coruña y feminista Rosa Cobo afirma que la llegada de las nuevas tecnologías al porno articula «nuevas formas de placer y poder, pero también formas inéditas de violencia patriarcal». Lo escribió en él prólogo de él libro Pornografía y educación afectivosexual publicado en 2020, donde se habla de que existe una Nueva Pornografía Online (NPO). Y si bien es cierto que cada vez hay más variedad en los tipos de cuerpos que se representan en las mujeres y en los hombres (que aun así tienen el requisito de la duración de las erecciones), las relaciones sexuales en sí siguen representándose de forma estereotipada.
Uno de los autores de este libro, Lluís Ballester, opina que el porno online fomenta «la cultura de la violación», con numerosos «efectos tóxicos» como por ejemplo «la multiplicación de las violaciones grupales, apoyadas y animadas desde foros de ‘machos’». «Creo que algunas redes sociales y la pornografía son responsables de preparar el camino y poner lanas bases para que se realicen los actos violentos», concluye.
«Creo que no se puede negar que las imágenes de sexo explícito han jugado un papel a lo largo de toda la historia. Hay pornografía en Altamira, en la Roma Imperial, en la pintura de casi todas las épocas... La diversidad corporal y de prácticas puede facilitar un desarrollo saludable de la sexualidad», opina este doctor en Sociología e investigador de FAIA y de la Universitat de Illes Balears. Pero aclara: «El problema es que, junto con esas cuestiones, se introdujeron otras que nos hacen más infelices: machismo, reducción de la empatía, violencia, prácticas de riesgo y pornografía infantil».
Otra de las características de esta Nueva Pornografía es que puede generar una especie de adicción o habituación en quien la consume: «Nosotros pensamos que la pornografía se puede comparar con el alcohol, por lo menos en parte, por eso no es recomendable la ninguna edad, pero es especialmente poco recomendable en menores de edad que aún no han formado su imaginario sexual».
Como ocurre con una droga, cada vez es preciso aumentar el nivel de consumo para conseguir los mismos efectos, con las consecuencias y la dependencia que eso puede suponer. Pero Lluís Ballester aclara que no hay consenso sobre si genera «adicción», por eso prefiere hablar de «superusuarios» cuando se pasa de una hora diaria de visionado de pornografía.
Para esos grandes consumidores de NPO «aumenta el machismo y la desconexión empática», indica Ballester, que añade que «ese efecto se está produciendo siendo los hombres los que desconectan su empatía y las mujeres las que padecen los efectos de esa desconexión».
Y según el investigador, este tipo de pornografía busca producir una escalada de conducta, pasando del porno a la prostitución: «solo un pequeño porcentaje intentará satisfacer sus fantasías, alimentadas por el porno, en prostitución, pero aunque sea menos de un 5% de los chicos, ya se trata de demasiados».
Hablar desde el placer, no desde el miedo: el Comando Igualdade.
El tema preocupa a educadores, sociólogos, padres, madres, pero también a la propia juventud. «Cuando acudo a las aula es mucho el alumnado que confiesa su malestar ante la falta de información, la existencia de presión social y los modelos tóxicos que imperan en la pornografía», explica Priscila Retamozo, formadora en igualdad de género en el ámbito de la coeducación, la educación afectivo-sexual y la prevención de la violencia de género.
«Tienen muchas preguntas, yo salgo contenta de las clases cuando cambio sus preguntas por otras. Tienen mucho interés por saber posturas, la duración correcta, la edad en la que hay que hacerlo… Pero no preguntan por conceptos muchísimo más importantes: ¿En qué condiciones quiero tener mis primeras experiencias sexuales compartidas? ¿Cómo hago para no dejarme llevar por la presión grupal, sino por mis ritmos personales?», cuenta.
Priscila Retamozo es también coordinadora, junto con Chis Oliveira y Ana Álvarez, del Comando Igualdade. Se trata de un proyecto coeducativo del IES Alexandre Bóveda de Vigo que nació con la voluntad de darle espacio a la juventud en las aulas para que puedan hacer preguntas sin tabúes y encontrar respuestas, y donde es el propio alumnado quien sensibiliza y forma sobre igualdad de género y educación sexual.
Esta iniciativa lleva ya diez años en marcha, un tiempo en el que la sociedad cambió para bien, y para mal. «Hace diez años las redes sociales no tenían el peso que tienen hoy en día en la socialización de la juventud, no muchas chicas nuevas se definían como feministas como observo en las aulas actualmente, pero tampoco estaban tan en voga discursos machistas como los de la ultraderecha (...) En la actualidad parece que hay que luchar además contra el pin parental y contra que se tergiverse lo que se enseña en las aulas coeducativas», explica Priscila Retamozo.
Que sea gente de la misma edad quien imparte las formaciones es muy positivo, y es que hay que acercarse la estos temas «no desde lo adultocentrismo, sino desde el acompañamiento», dice. Opina también que es fundamental cambiar el foco y «hablar desde el placer y no desde el miedo».
Coincide con ella Uxía, otra integrante del Comando Igualdade, que opina que las relaciones sexuales no deberían enfocarse como un «peligro». Uxía, que tiene diecisiete años y acaba de finalizar segundo de Bachillerato, cuenta que lo que sabe de educación afectivo-sexual se lo debe solo al Comando Igualdade. En su opinión, las formaciones que se hacen en el instituto «son charlas de una o dos horas en las que no se trata nada importante». Un tiempo que ella considera insuficiente: «Necesitas crear una confianza con la persona que te da la charla, a veces no sabes ni que dudas puedes tener».
Ella constata que existen roles de género en su generación, sobre todo a la hora de relacionarse en pareja o en las relaciones sexuales. «Noto que muchos hombres no tienen realmente en cuenta a la otra persona», resume.
En los talleres que imparte Priscila Retamozo hablan largo y tendido de relaciones sexuales y de porno, algo imprescindible ya que hay que «deshacer muchos mitos, muchas mentiras, mucha presión que están inoculando en la juventud desde muy temprano», indica. Esta formadora de veintisiete años también acompaña el porno de adjetivos como «violento» o «heterosexual». Y matiza que se bien es cierto que también existe porno homosexual, este «no se libra de esa mirada androcéntrica y machista». «El sexo entre lesbianas es estereotipado y dirigido a la mirada masculina, el sexo entre gays transmite humillación hacia quien ocupa la posición ‘femenina’ de ‘pasivo’», analiza.
Por lo que le cuentan, ella comprueba cómo la exposición la esas imágenes desde edades tempranas genera frustraciones, castra la capacidad de explorar el propio deseo y comporta la reproducción de los viejos roles. «Chicos cada vez más jóvenes exigen de sus compañeras prácticas sexuales que suponen violencia hacia ellas o pasan imágenes desnudas sin consentimiento en los grupos de Whatsapp».
Y la pornografía no es ni mucho menos el único input que ofrece esta visión que ayuda a construir un imaginario heteropatricarcal. Las películas, la literatura, los videoclips y muchos de los contenidos que se encuentran explorando en Instagram o Tik Tok ofrecen más del mismo. En este sentido Retamozo observa que «hay cambios, hay series como Sex Education, o alguna canción de moda como Yo perreo sola que, con todos sus matices, sí apuntan la algunos avances».
La fórmula para combatir todo eso no es mágica pero está lejos de ser un misterio: más y mejor educación afectivo-sexual en las aulas gallegas. Para esta integrante del Comando Igualdade,lo ideal sería que la educación afectivo-sexual «no dependa del centro, ni de la existencia o falta de recursos» y «que no llegue tarde». «Es importante que desterremos ya los talleres que consisten en poner un condón a un pepino».
Por otra parte, no hay que olvidar que haciendo frente a la maquinaria de las plataformas de porno masivo hay otras que ofrecen una pospornografía que se reivindica como feminista, como la de las directoras Erika Lust o Vex Hushley, cuyas películas no silencian el deseo femenino. Un contrapeso necesario ya que, como se expone en el estudio de Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales: quién produce la industria pornográfica no son «organizaciones filantrópicas ni de particulares interesados en hacer el bien, sino organizaciones muy agresivas».
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