Un perfil crítico de Vladimir Putin
Guerra Rusia-Ucrania Make Russia great again
Según su propia confesión, el sueño de infancia de Putin fue pasar de víctima de los abusones a ser abusón él mismo
Publicidad
santiago,
El abuelo de Vladímir Putin cocinó para Lenin, y luego para Stalin. Su punto fuerte eran las carnes y la sopa de pescado. Considerando que Lenin era dispéptico y Stalin tenía miedo de que el envenenaran, era un trabajo de alto riesgo. Quizás por eso, desde niño, Vladímir quiso ser espía: porque vio que era mejor saber guardar secretos que saber cocinar. Según propia confesión, su gran sueño cumplido de la infancia fue a pasar de víctima de los abusones a abusón él mismo. Y así, cuando llegó el momento, Putin estaba listo para el KGB, que lo mandó a Alemania del Este para reclutar agentes. Yo tengo la fantasía (puramente especulativa) de que uno de esos reclutas fue Angela Merkel, pero la realidad es cruel con las fantasías. En todo caso, ese momento en el que Merkel y Putin se encontraron por primera vez en una cumbre europea es glorioso: él se dirigió a ella en un perfecto alemán, ella le respondió en perfecto ruso. El dato pasó desapercibido: Alemania, Rusia y la Unión Europea (Barroso) estaban, en ese momento, gobernadas por tres antiguos miembros del partido comunista.
Publicidad
Si quieres seguir leyendo este artículo en gallego, pincha aquí.
Pero, en realidad, cuanto a la ideología, Putin es cinturón negro de karate (y, como tal, correligionario de Elvis Presley y Sean Connery). Fue siguiendo los principios de este arte marcial como acabó con los oligarcas y los demócratas, provocó una guerra en Ucrania y ayudó a acabar otra en Siria, liquidó la rebelión de Chechenia y favoreció la de Crimea. El hecho es que esta teoría política de gimnasio le funcionó a Putin. Algunos caen en la confusión de tratarlo como un populista, una palabra odiosa hoy en día. Pero la realidad es que de demagogo, Putin tan sólo tiene la pose: no cree en el poder de la palabra ni en el valor mágico de la promesa. Cree en la economía estratégica del esfuerzo y el golpe certero. Karate. Él sí hizo a Rusia grande otra vez, después de la borrachera neocapitalista (figurada y literal) de Boris Yeltsin. Es realmente popular, y si alguna vez arregló unas elecciones fue más por virtuosismo que por necesidad.
El narcisismo tiene mala imagen, pero en el caso de Putin hay que admitir que está bastante justificado, porque llegar dónde él llegó es el triunfo máximo a lo que podía aspirar un abusón de Leningrado. Luego tenía una perra llamada Konnie, y eso cubría la pena de sentimentalismo. Pero incluso la perra era una antigua perra de rescate y estaba en tan buena forma como Putin. En una ocasión le ladró, precisamente, a Merkel, que tenía miedo a los perros. Nada volvió a ser lo mismo entre Rusia y Europa, incluso cuándo en una ocasión posterior Putin intentó remendar las relaciones entregándole a la canciller un ramo de flores (también es alérgica a las flores).
Publicidad
En cuanto a la perra Konnie, consta que fue la única persona que le ladró a Putin en la vida. Y no era una persona. Y murió hace cinco años, en extrañas circunstancias, justo después de que unos activistas de la oposición iniciaran una campaña de recogida de firmas para presentar a Konnie como candidata alternativa a las elecciones presidenciales. Era una broma, pero no había garantía ninguna de que la perra no estuviera detrás del asunto. Putin, seguramente, no quiso correr riesgos. Esta es la clave de la durabilidad del político: la desconfianza, independientemente de la especie de que se trate.
Así que, si consideramos las alternativas, tan sólo la mortalidad del cuerpo humano puede impedir que Putin gobierne Rusia para siempre jamás. Por eso se comprende la vigorexia, el ejercicio constante, la preocupación por la salud. Muchos narcisismos conducen a la macrobiótica, y nada quita para que un día Putin se haga vegano, como Hitler. A Lenin se le atribuía una frase, apócrifa, como la mayor parte de sus obras: "Todo cocinero tiene que saber gobernar el país". Así que ahí está la pregunta verdaderamente importante y que queda sin responder: ¿Y qué le enseñaría al pequeño Putin el abuelo Spiridon, cuando le hablaba mientras preparaba sopa de pescado en la cocina?