madrid
Sostiene Erri de Luca, escritor con más de 50 obras publicadas, que "escribir es una fiesta, no un trabajo". Quizá por eso, mientras se convertía según los críticos, en "uno de los autores italianos más importantes", en los ultimos años del siglo pasado trabajó como albañil. Y es que, afirma, el siglo XX fue el siglo de los obreros y, también, el de la emigración, pero sobre todo el de las revoluciones. Y De Luca, hijo del siglo, fue emigrante en Francia en los años 80 y militó años en una organización revolucionaria.
Por sus textos transitan recuerdos autobiográficos como su infancia en el Nápoles de los años cincuenta, su militancia en las organizaciones de izquierda, la dureza y precariedad del trabajo manual y el alpinismo, actividad que practica todavía con frecuencia. Para él escribir es "una apuesta por la ficción que aspira a la verdad", y en su defensa sin fisuras de la naturaleza reconoce que "aprendemos muchos alfabetos pero no sabemos leer los árboles".
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En Nápoles vivió sus primeros años y es una espacie protagonista en muchas de sus novelas, ¿cómo recuerda la ciudad de su infancia?
Nápoles tenía la mayor mortalidad infantil de Europa. Los niños que superaban la selección natural de la falta de alimentos, ropa y asistencia médica iban a trabajar en vez de estudiar. A medida que crecía, aprendí a reconocer la injusticia del privilegio. No sentía culpa, sino responsabilidad: es decir, tenía que responder de alguna manera. Los sentimientos que Nápoles me ha transmitido son la compasión y la vergüenza. Soy su ciudadano precisamente por eso. La nuestra no fue una infancia despreocupada.
Muy joven se alistó en Lotta Continua, ¿cómo fueron esos años de activismo? ¿Qué queda de esa lucha?
La primera vez que asistí a una manifestación lo hice porque alguien me invitó a unirme. Yo miraba a los manifestantes desde la acera, pero una persona me hizo un gesto, una invitación, y yo me la tomé como una orden: bajé el escalón de la acera y entré en la historia política del siglo XX. Obedecí esa orden. Recuerdo que era una manifestación contra la guerra de Vietnam. Yo formé parte de una década de luchas revolucionarias porque en esas calles estaba mi generación. Me reafirmo en que hice lo que había que hacer y sigo teniendo un sentimiento de lealtad hacia las razones que nos guiaron a tomar esas decisiones sin saber dónde nos íbamos a meter. Eso es lo que queda: mi lealtad.
En 2013 fue acusado de "incitación a la violencia" por defender el sabotaje de la línea de alta velocidad Lyon-Turín para evitar la perforación de unas montañas del Valle de Susa. El Tribunal de Turín le absolvió en 2015 y ese pulso judicial se refleja en el libro 'La palabra contraria¡. En él dice: "Si mi opinión es un delito, no voy a dejar de cometerlo". ¿Qué revoluciones quedan por hacer? ¿Cree que defender la naturaleza es una causa perdida?
"La palabra 'revolución' queda fuera del vocabulario político de los años 2.000".
En mi opinión, la palabra "revolución" queda fuera del vocabulario político de los años 2.000. Fue una herramienta del siglo pasado, en él agotó su necesidad. Cuidar el planeta, inventar una economía de la reparación es la gran tarea de las generaciones futuras que tendrán que cargar con esta responsabilidad. El gobierno mundial de hoy en día es totalmente incapaz de poner en marcha un proceso de conversión. Utilizo el verbo "convertir" porque se trata de un reajuste radical del estado de las cosas. Una conversión como la de San Pablo tras su caída camino a Damasco: de perseguidor pasó a ser defensor. De eso tendrán que ocuparse los nacidos a partir del 2.000.
En otra de sus novelas, 'Imposible?, aparece un tema que parece ser un elemento recurrente, incluso en su su propia vida: el choque entre justicia y ley. ¿Existe realmente ese choque fuera de la ficción?
El verdadero choque se da entre el sentimiento de justicia y la legalidad. Un parlamento puede aprobar una ley que condena al pescador por salvarle la vida a un náufrago en el mar. La ley es perfectamente legal y, sin embargo, contraria al sentimiento de justicia, así como al deber de socorro. Yo soy partidario de la desobediencia ante las leyes injustas, del sabotaje de esas normas.
En esta misma novela el acusado apela a la colectividad y en 'El contrario de uno', escribe: "Porque felicidad, para nosotros, ha sido un barrio insurrecto de improviso al lado y alrededor nuestro". ¿Cree que aún existe este sentimiento de unidad, de cierta fraternidad insurgente, o nos hemos vuelto demasiado individualistas?
Fue un acto de resistencia que surgió de forma espontánea. El detonante fue esa juventud política intransigente y contagiosa. No habría oposición sin una juventud consciente de sus propias razones, no se formaría una asamblea independiente, que es la sede principal de la democracia. El individualismo en sí no tiene nada malo, simplemente es un efecto de la indiferencia ante los abusos y las desigualdades.
Ha trabajado en múltiples oficios y comenzó a publicar ya en la madurez pero se resiste a ser catalogado como escritor -"Ahí me siento un intruso"-. ¿Qué papel tienen o deberían tener los intelectuales en la sociedad actual?
"El campo del intelectual son las palabaras"
Voy a poner el ejemplo de un zapatero. ¿Cuál es su rol público? Antes que nada, hacer bien sus zapatos. Luego, luchar para que todos puedan tener un par de zapatos buenos. Con el intelectual es lo mismo. Su campo es el de las palabras y, por tanto, su tarea es hacer que toda la sociedad tenga derecho a la palabra. No solo en un sentido formal y constitucional, también me refiero al derecho a la palabra escuchada. La lucha del valle de Susa tenía palabras que el poder de la información acabó por deformar y silenciar. A través de mis palabras, esa lucha se dio a conocer mejor y se reconoció su legitimidad. Lo que yo hice fue amplificar esa voz. "Abre tu boca por el mudo", dice un versículo del Libro de los Proverbios del Antiguo Testamento. Este es el papel del intelectual.
He leído que no se declara cervantino, sino "rocinantino".
Sí, como a ese caballo viejo cansado, a mi también me cabalgaron muchas buenas causas. Ellas eran el Quijote y yo su inadecuado medio de transporte. Se montaron en mi espalda y yo obedecí a su voluntad de justicia.
La emigración es otro de los temas que le han interesado últimamente ¿por qué cree que en Europa prolifera una ola antimigrantes?
En cada lugar de destino de flujos migratorios se da un pequeño o una gran rechazo. Los italianos sabemos bien cómo nos acogieron en el mundo y yo también tuve experiencia de ello. Sin embargo, lo que cuenta es el resultado: ninguna voluntad de rechazar, de humillar, es suficiente para que la gente desista y se quede atrás. Dentro de una generación, los flujos migratorios se convertirán en nueva ciudadanía. En mi opinión, la desesperación es la mayor fuerza motriz de los emigrantes. Y la desesperación es imposible de parar.
Usted viajó a Bosnia en camión para llevar material humanitario y lo está haciendo también a Ucrania. ¿Cree que los gobiernos europeos están actuando correctamente ante este conflicto?
"A Ucrania voy solo [para llevar ayuda humanitaria], he comprado una furgoneta y con un amigo nos turnamos hasta entrar"
En comparación con lo de Bosnia en los 90, esta vez, ante la reaparición de la guerra en el continente, Europa ha reaccionado de forma orgánica. Europa se redescubrió unida, incluso más que antes. Hasta un país disociado como Reino Unido se sumó a la acogida de millones de prófugos y apoyó la resistencia frente a la invasión. Con respecto a lo de Bosnia: yo iba de conductor de convoyes. A Ucrania voy solo, he comprado una furgoneta usada y con un amigo nos turnamos hasta entrar en Ucrania. El año pasado hice nueve viajes.
¿Sigue usted escalando? En alguna ocasión ha descrito la escalada como "el régimen democrático del cuerpo".
Escalar paredes es la actividad física más adecuada para mi cuerpo, por lo tanto me obliga a mantenerme entrenado. Es lo que más me ayuda a dejarlo todo atrás y adentrarme en un desierto donde la presencia humana se difumina hasta desaparecer.
Aprendió hebreo para leer la Biblia y le he escuchado que la lee frecuentemente. Aunque no se considera creyente, ¿qué encuentra en el 'Antiguo Testamento'?
Encuentro el hebreo, la lengua original de la revelación del monoteísmo, la fuente de la civilización religiosa que se impuso hace un par de milenios. Encuentro una divinidad que se manifiesta a través de la palabra, de la comunicación verbal, imponiéndose así a las anteriores divinidades. Encuentro el mayor logro de esa herramienta que es la palabra.
Su último libro, 'A tamaño natural', incluye varios relatos ligados por la experiencia paterno-filial. ¿Por qué surge este libro?
"Un parlamento puede aprobar una ley que condena al pescador por salvarle la vida a un náufrago en el mar"
La idea de este este libro surge de una pintura de Chagall, el retrato de su padre, que pintó desde una gran distancia temporal y espacial, en un acto de reparación. De aquel primer relato brotaron los demás. Todos abordan relaciones extremas entre padres e hijos y entre ellas mi propia relación con mi padre.
Me llamó la atención que incluyera uno de los relatos del Génesis más extremos: el sacrificio de Isaac.
Se le llama "sacrificio" a un evento que no llegó a producirse. Aquí no hubo ningún sacrificio. De aquella historia, me reconozco mucho en la obediencia extrema de Isaac a su padre. Él es un joven fuerte, y su padre, un viejo. Podría haberlo mandado a la porra, pero no lo hace, sino que contribuye a su propia atadura. De este acto de insuperable devoción desciende toda relación paterno-filial.
En 'La natura'expuesta' profundiza en el sentimiento religioso y aborda el misterio de ese hombre que para algunos era también dios. ¿Qué papel juega la iglesia en una sociedad bastante desacralizada?
El papel de siempre: llamar a la relación exclusiva entre el creyente y la divinidad, reafirmar la existencia de una instancia superior que flota por encima de cada vida. Yo no soy creyente: no puedo dirigirme a una divinidad ni la percibo, aunque no la excluyo de la vida de los demás. Respeto mucho las religiones y a los creyentes.
En esta misma novela dice que "el deber del arte es superar la experiencia personal", ¿en qué sentido?
"El personal político de estas derechas es mediocre, ignorante y engreído"
Uno puede tener sentimientos muy intensos, pero el arte, de repente, hace que esos sentimientos se intensifiquen aún más. El protagonista de la historia siente compasión por los cuerpos helados de los emigrantes a los que ayuda a atravesar las montañas. Pero luego, delante de la estatua de Cristo moribundo, con la piel de gallina esculpida en el mármol, siente una conmoción que nunca antes había experimentado. El arte hace eso.
Con Giorgia Meloni en el poder, ¿qué cambia cuando gobierna la ultraderecha?
Cambia a peor la incapacidad para solucionar problemas porque el personal político de estas derechas es mediocre, ignorante y engreído: un cóctel letal de ineficiencia pública.
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