Carlos Dada, director de 'El Faro' de El Salvador: "Lo único que nos queda de democracia es el voto"
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a coruña, Actualizado:
Periodismo incómodo. Eso es lo que hace Carlos Dada desde El Faro, el periódico que dirige y que fundó en 1998 en El Salvador. Hacer periodismo allí es cada vez más difícil desde que en abril se aprobó una ley mordaza con la que publicar informaciones sobre las maras puede significar penas de hasta 15 años de cárcel. Esta norma fue aprobada por el gobierno de Nayib Bukele, uno de los presidentes más jóvenes y populares de América Latina que llegó al poder hace tres años. En ese tiempo limitó los derechos constitucionales de la sociedad salvadoreña decretando el estado de excepción, implantó las bitcoins como moneda de curso legal y se describió en su biografía de Twitter como "el dictador más cool del mundo mundial". También negoció con las cuadrillas de delincuentes, tal y como se demuestra en una exclusiva de El Faro en la que se revelan grabaciones de miembros del Gobierno hablando con pandilleros de la mara Salvatrucha (MS-13). El equipo de El Faro está acostumbrado a correr riesgos, sufrir acosos o salir del país por los reportajes que firman, pero están menos habituados a ser protagonistas de la historia. Carlos Dada pasó de ser entrevistador a entrevistado en la gira que realizó hace unos meses por el Estado español para denunciar la situación que se vive en su país. Así por lo menos nadie podrá "fingir que no sabía el que estaba pasando en El Salvador".
En El Salvador tiene más pena de cárcel una publicación sobre cuadrillas que una violación. ¿Cómo se trabaja en estas condiciones?
Hace dos meses, cuando aprobaron la ley mordaza, El Faro, por primera vez en 24 años de historia, cerró su edición y la sustituyó entera por un editorial en el que decíamos que cerrábamos un día en protesta por la censura. Pero un medio o un periodista no puede aceptar el silencio como condición de trabajo, y por tanto también dijimos que íbamos a seguir trabajando a partir del siguiente día. Es cada vez más complicado, pero estamos decididos a seguir haciendo lo que hacemos.
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Escribieron en ese editorial que "el silencio no es opción". Pero ¿a qué precio?
Los costes son cada vez más altos, pero nosotros no podemos exigirle a la ciudadanía que demande sus derechos si no comenzamos nosotros. Es nuestro derecho hacer periodismo, y es el derecho de los ciudadanos a estar informados. Y nosotros creemos que eso está por encima de cualquier ley, está garantizado en la Constitución. ¿Hay un precio alto que pagar? Pues sí, pero eso no es por el trabajo que hacemos. No estamos pagando un precio por el trabajo, estamos pagando un precio porque estamos bajo un régimen autoritario. Es decir, el problema no es de nuestro trabajo, el problema es de quien nos quiere silenciar. Eso dificulta mucho el trabajo y nos pone en el mayor riesgo desde la firma de los acuerdos de paz. Nunca estuvo en mayor riesgo el periodismo salvadoreño. Llegó el momento de ser creativos para poder seguir ejerciendo ese derecho.
Solo en este último año a libertad de prensa en El Salvador cayó 30 puestos, según Reporteros Sin Fronteras. No debió ser sencillo informar sobre la pandemia.
Informar sobre la pandemia fue un dolor de cabeza porque, y esto no fue un caso único de El Salvador, el Gobierno cerró el acceso a todas las compras de la pandemia. Tuvimos una cuarentena muy estricta y fue muy difícil salir a la calle. Aun así, fuimos capaces de confirmar grandes escándalos de corrupción con esas compras y las publicamos. Cuanto más publicas estos temas más difícil se hace el trabajo.
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Imagino que otra cosa que también hará difícil el trabajo será Pegasus. 22 periodistas de su periódico fueron espiados con este software. ¿Cree que se depurarán responsabilidades?
No. No se van a depurar porque en mi país Bukele controla todo el acceso a la información, no tiene contrapesos y por lo tanto no hay nada que le condicione para investigar eso. Y el otro Estado responsable del espionaje, Israel, sigue caminando impune sin que la comunidad internacional se atreva a exigirle que entregue informes sobre la utilización del software.
Ahora que habla de la comunidad internacional, ¿cree que estas visitas que usted está haciendo por el Estado español van a despertar algo en esa comunidad?
Yo vine aquí invitado por la Asamblea de Cooperación Pola Paz (ACPP), una organización con la que tenemos algunos acuerdos. Estoy aprovechando porque ACPP cree que en España no tienen suficiente información sobre lo que pasa en El Salvador y que podría darle información de primera mano y someterme a preguntas por si alguien tenía dudas. En ese sentido yo lo que estoy haciendo es eso, informar, no estoy pidiendo nada, no creo que me competa. Y cuando me preguntan, porque me reuní con parlamentarios [y me preguntaron] "¿qué podemos hacer?", les dije que eso es cuestión de ustedes. Lo único que no pueden hacer ya es fingir que no sabían el que estaba pasando en El Salvador. Y si acaso dudan del que les estoy diciendo, pueden corroborar y tomar decisiones, pero no digan que no escucharon esto.
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La situación es difícil en El Salvador para periodistas en general, pero las mujeres periodistas lo tienen especialmente complicado, ¿no?
Sí, porque hay un montón de violencia de género expresada contra ellas en redes sociales. Las mujeres en todo el mundo, pero sobre todo en países como el mío, son mucho más vulnerables que los hombres.
"[Se rompió él acuerdo] porque ellos [el Gobierno] hicieron cosas que no tenían que hacer, desde ahí es por lo que se levantaron esos 80 muertos que pasaron en esas fechas, ¿me explico? Incumplieron, hicieron capturas que no tenían que hacer, donde ellos dijeron 'lleguen a tal lugar, vamos a dialogar' y, en lugar de dialogar, capturaron".
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Quien habla es un líder de la mara Salvatrucha (MS-13). Se trata de una de las grabaciones publicadas por El Faro en las que se demuestra que el Gobierno negociaba con las cuadrillas. La ruptura de dicho pacto, que el Ejecutivo sigue negando, tuvo como consecuencia 87 asesinatos, en el que fue el fin de semana más violento del siglo en El Salvador.
Acaban de publicar una exclusiva en la que se demuestra con grabaciones que el Gobierno mantenía conversaciones con las maras. ¿Qué impacto puede tener esto en su país?
A juzgar por el número de lecturas en El Faro, que saturaron el sitio, la noticia se leyó muchísimo. Pero no hay tantas expresiones en El Salvador alrededor de esto como tal vez se esperaría en otros tiempos. Probablemente, porque reproducir estos mensajes está también tipificado en la ley. Incluso hay más de algún medio que decidió no publicar esto y que nos hizo saber directamente: "No lo publico porque no queremos que nos metan en la cárcel por mencionar lo que ustedes están haciendo". En esta noticia además había voces de cuadrilleros que confirmaban algunas cosas, y eso puede ser tipificado por un juez como violación de la ley mordaza y, por tanto, pone en riesgo a mucha gente.
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Hablando de las maras, decía en otra entrevista que ningún presidente se ha sentado realmente a abordar este problema. ¿Cómo se podría hacer?
Soy periodista, no experto en eso, pero lo que dicen es que se necesita un abordaje integral: presencia del Estado en esas comunidades, darles otras oportunidades a esos niños que no sea solo la de ingresar en esas cuadrillas. Necesitas eso, sacarles adelante, porque muchos de esos niños que se convierten en cuadrilleros no tienen otro lugar que les dé alguna identidad, que les dé alguna esencia, que puedan sentir que tienen algún tipo de control sobre sus vidas. Porque el Estado fue incapaz de ofrecerles eso. Por ahí deberíamos buscar la respuesta. Cuando ves a un niño de 8 o 9 años que se metió en las cuadrillas, niños de 10 años que participan en violaciones masivas… Lo que se está haciendo: capturarles, meterles en la cárcel y crucificarles públicamente por ser terroristas. Cuando un niño de 10 años hace esas cosas probablemente deberíamos buscar en otro lado dónde están las responsabilidades, y no en el niño de 10 años, por más cosas malas que haya hecho.
¿Y tiene la impresión de que las noticias de 'El Faro' llegan a la sociedad de a pie?
Bueno, el presidente Bukele nos hizo mucha publicidad.
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Para bien y para mal.
Pues sí. Como decía Oscar Wilde: "Que hablen, aunque sea bien".
Bukele tiene un 80% de popularidad. ¿Cómo se explica eso?
Bukele se benefició de la crisis de la democracia y logró encontrar en el sistema político tradicional y en la democracia un objetivo a lo que culpar de todos los males, y que le permitió concentrar poder bajo el aplauso de la gente. La mayoría de los salvadoreños no solo están frustrados, viven en condiciones de supervivencia en todos los sentidos. No sólo por sus condiciones económicas, sino también por las condiciones de seguridad, amenazados por las maras. En ese contexto no es muy difícil ganártelos si les convences de que alguien más les engañó. Y entonces van a aplaudir a rabiar, necesitan agarrarse la alguna esperanza.
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¿Y quién es el chivo expiatorio?
Los políticos de antes. Los políticos a los que él destronó más los medios de comunicación que le son críticos y que él dice que inventan cosas porque defienden a los corruptos y son los enemigos del pueblo. Este es un discurso que cuajó muy bien.
Habla usted de crisis de la democracia. ¿En El Salvador la democracia está débil o es que ya no hay democracia?
Yo creo que técnicamente lo único que nos queda de democracia es el voto. Si el presidente destituye al Tribunal Supremo, nombra a los magistrados y la primera resolución de estos magistrados es reinterpretar la Constitución para permitir su reelección, a mí parece que ya no hay garantías constitucionales ni Estado de Derecho; y esto son condiciones necesarias para la democracia.
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Magistrados, periodistas… Hay un exilio de voces disidentes. ¿Qué futuro le espera a un país donde todas estas voces tienen que marchar?
No es el primer exilio que sufre el país. Esto toma algún tiempo, es complicado, pero se va a terminar.
Entonces, ¿ve el futuro con optimismo?
La historia es muy dinámica y cíclica, y sólo nosotros la separamos en capítulos. Pero la historia es una narrativa continua, y hay elementos que no somos capaces de ver que se van metiendo y que permiten prolongar períodos indeseables o acortarlos. Lo único que sabemos es que todo termina. Hay una crisis de democracia en todo el mundo, probablemente por las mismas razones. La gente no se sintió correspondida por la confianza que depositó en las democracias. Hay una transición hacia algo que no sabemos que es aún. Y no sabemos que es no porque sea un secreto o esté oculto, sino porque es una transición dinámica. Yo creo que todos los que tenemos privilegios, que tenemos las necesidades básicas resueltas, estamos obligados a contribuir a que el destino de esta transición sea mejor de lo que sería si no contribuimos.