Este artículo se publicó hace 2 años.
Xi Jinping refuerza su poder en China con más control social y sin soluciones concretas a la crisis
En el marco del XX Congreso del Partido Comunista Chino, el presidente Xi Jinping ha apostado por el continuismo así como un repliegue para la autosuficiencia para el país, que atraviesa una crisis que se adivina larga y dura.
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El quinquenal Congreso Nacional del Partido Comunista Chino reunido estos días en Pekín está cumpliendo su hoja de ruta. El actual presidente chino saldrá reforzado y aclamado como líder indiscutible de la potencia asiática, pero sin que haya aportado alguna solución práctica para que China remonte sus graves problemas externos e internos: una crisis económica sin parangón en las últimas décadas y una paulatina pérdida de peso internacional derivada del aislacionismo por la pandemia de la covid y la aparente indiferencia de Pekín ante la guerra de Ucrania.
Las veladas amenazas lanzadas sobre Taiwán por Xi tampoco auguran la estabilidad regional que tanto necesita la economía china para recuperar la confianza de sus vecinos de Asia. Las espadas en alto con Estados Unidos, el principal rival de China en la región de Asia Pacífico, están recibiendo las aclamaciones más entusiastas en el Congreso.
Continuismo, triunfalismo y pocas soluciones a la crisis
En los próximos días los 2.300 delegados que asisten al Congreso Nacional del PCCh en Pekín designarán a los cerca de 200 miembros del Comité Central del partido. Éstos, a su vez, determinarán quiénes son los 25 integrantes del Buró Político y por último el exclusivo grupo de siete u ocho personas de su Comité Permanente, el máximo órgano de decisión del país. En 2018, el PCCh decidió eliminar la limitación constitucional de dos mandatos de cinco años cada uno para el secretario general del Partido, por lo que Xi podrá convertirse de facto en un jefe de Estado vitalicio, siguiendo los pasos del padre de la China comunista, Mao Zedong.
En las primeras jornadas de este Congreso, Xi Jinping y su círculo de jerarcas han ofrecido un poco más de lo mismo, sin ninguna fórmula audaz que garantice a corto o medio plazo el tantas veces cacareado sorpaso a Estados Unidos como primera superpotencia económica mundial. Las grandes dificultades que vive el país asiático se están obviando en su cónclave político más importante (se celebra cada cinco años). Se ha dado prioridad al cierre de filas triunfalista en torno de Xi, que será reelegido para su tercer mandato al frente de la Secretaría General del Partido, la Presidencia del país y la jefatura de las fuerzas armadas.
En el discurso pronunciado el domingo, Xi pidió un cierre de filas bajo el "liderazgo del Partido", para "resistir vientos fuertes, aguas turbulentas e incluso peligrosas tormentas". No dijo nada sobre la manera de superar la crisis financiera china, los altos niveles de deuda o la brutal desigualdad económica en la población. Tampoco hubo remedios para la tormenta inmobiliaria residencial que ha sacudido las estructuras de la propiedad en China y acorralado a millones de personas.
No se relajarán las medidas estrictas para atajar la pandemia
Xi Jinping hizo en su discurso algunos bosquejos de lo que tiene por delante China. Se equivocaban quienes pensaban que pondría fin a su estrategia de Covid Cero, que ha lastrado la economía durante tres años por su política estricta de confinamientos, cierres de regiones enteras y aislamiento del exterior, todo ello sin que se haya vencido al virus en el país. Xi insistió en que tales medidas han permitido salvar muchas vidas en China. Los críticos con esta contingencia sanitaria extrema recuerdan que los encierros forzosos han golpeado las economías familiares y, en numerosos casos, provocado graves problemas de salud y abastecimiento de alimentos.
Ideología por delante de la economía
La "novedad" de este Congreso es que Xi, finalmente y sin tapujos, ha impuesto un monolitismo en el poder que había ido pergeñándose desde que se puso al frente del país en noviembre de 2012. Cuando termine el evento, Xi Jinping habrá consolidado su control sobre los 86 millones de miembros del PCCh y habrá sepultado de una vez por todas ese "liderazgo compartido" impulsado por el histórico líder Deng Xiaoping. La ideología más ortodoxa habrá triunfado.
Pero tendrá ante sí una tarea muy complicada si quiere volver a los niveles de crecimiento y prosperidad de los años anteriores a la pandemia en China. El riesgo de recesión en China es grande, como en el resto de economías de peso del mundo. De momento, la apuesta de un crecimiento del PIB cercano al 5,5% es ya una utopía.
La apuesta de un crecimiento del PIB cercano al 5,5% es ya una utopía
El retraso a la hora de proporcionar los últimos datos del PIB chino ha levantado en este sentido las suspicacias. Sobre todo porque el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial han reducido sus previsiones de crecimiento para el gigante asiático hasta el 3,2%, el FMI, y el 2,8%, el BM. Un desplome semejante, de confirmarse, dejaría a la economía china en el peor nivel desde los años ochenta del siglo pasado.
Xi afirmó que China "se opone al proteccionismo" y opta por la promoción de "la liberalización y la facilitación del comercio y la inversión". Sin embargo, su apuesta por prolongar la política de Covid Cero, que incluye los confinamientos generalizados, parece apuntar en otra dirección, opuesta precisamente a la globalización económica.
La obsesión de Xi por el control y la estabilidad social
Los poderosos instrumentos que le ha dado a Xi esa política de Covid Cero le ha permitido construir un sistema monolítico y obsesionado con esa estabilidad social que ha llevado al recorte de los derechos individuales hasta extremos inimaginables en la China de hace unas décadas. Esta estrategia ha creado cientos de millones de obedientes e incluso asustados ciudadanos que confían en la superioridad moral y sanitaria de China para vencer en la batalla de la pandemia.
Pero pese a todos los esfuerzos de Xi, son muchos los chinos que ya empiezan a protestar abiertamente contra el encierro y los confinamientos extremos. Solo en el último mes, más de 300 millones de chinos (de una población de 1.400 millones de personas) se han visto afectados de una forma u otra por confinamientos parciales o totales. En China, el virus no ha perdido fuerza, pero ha servido para incrementar ese control social.
Así, todos los teléfonos personales tienen obligatoriamente una aplicación que permite a las autoridades comprobar la situación de salud del usuario, las pruebas que se ha hecho y los resultados que garantizan que no está infectado por el coronavirus. Pero además, esa app permite rastrear en tiempo real al dueño del dispositivo y, llegado el caso, manipular su estatus sanitario y así confinar en sus casas a los potenciales alborotadores.
Taiwán, la mejor bandera para cerrar filas en torno a Xi Jinping
Uno de los temas que ha flotado sobre el Congreso Nacional del PCCh desde que abrió sus puertas es el de Taiwán. La escalada de tensión de los últimos meses con Estados Unidos ha vuelto a poner a la isla rebelde en el punto de mira de los lobos del Gobierno chino, para quienes la reincorporación de Taiwán a la República Popular de China es solo cuestión de tiempo. La política de Estados Unidos en la región de Asia Pacífico pasa por la limitación del poder chino en el área y el apoyo de Washington a Taipéi es un mecanismo ideal para presionar a Pekín en un pulso muy peligroso.
La escalada de tensión de los últimos meses con Estados Unidos ha vuelto a poner a Taiwán en el punto de mira
El discurso de Xi ha dejado, si cabe, más incertidumbre, ante la sospecha de que la recuperación de Taiwán podría ser la guinda de esa hoja de ruta del líder chino en su nuevo mandato. "Las ruedas de la historia avanzan hacia la reunificación de China y el rejuvenecimiento de la nación china. Se debe lograr la reunificación completa de nuestro país", afirmó Xi ante los delegados del Congreso Nacional.
Y advirtió: "Nunca prometimos renunciar al uso de la fuerza", para conseguir la reunificación. Esta velada amenaza recibió el más prolongado de los aplausos de los delegados del Partido Comunista Chino participantes en el cónclave. Alguno de los espectadores del Congreso sin duda recordó aclamaciones semejantes en la Duma rusa cuando el presidente Vladímir Putin llamaba a desnazificar Ucrania, antes de su invasión.
La cúpula del poder en China observa en silencio lo que ocurre en Ucrania. No porque busque un posicionamiento a favor o en contra de la invasión rusa, pues hasta el momento Pekín se ha abstenido de condenar el ataque y no parece que vaya a variar esta postura.
No, China lo que está haciendo es observar con mucha atención. Observa la forma en que Estados Unidos y la OTAN se han implicado en esa guerra, el potencial del armamento occidental que se ha entregado al Gobierno de Kíev y, sobre todo, el ánimo que este respaldo exterior ha tenido en la población y el ejército ucranianos, que no se sienten solos ante la irrupción de una superpotencia en sus fronteras y están dispuestos a pelear hasta el final. Y todo ello se podría repetir en Taiwán llegado el momento.
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