Verdades y mentiras del modelo alemán
El Gobierno de Merkel intenta imponer unas reglas del juego que no funcionarían en los países de la UE y que tampoco son tan exitosas
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La canciller alemana, Angela Merkel, en su visita a España en febrero pasado, dio el visto bueno a las reformas impulsadas por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, pero, cual profesora de colegio, le dejó claro que no iba de dejar de ponerle más deberes. Y así ha sido desde entonces. Alemania no sólo quiere imponer sus reglas del juego y su modelo económico a España, sino que parece que busca germanizar Europa. "Para las élites alemanas, el modelo económico y financiero germano es la única solución para salir de la crisis. Creen que Europa sería un lugar mejor si todo el mundo siguiera el ejemplo alemán", critica Ulrike Guérot, analista del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. Muchos exper-tos ponen en duda que este modelo sea una garantía de éxito en otras economías para salir de la crisis e, incluso, para que la propia Alemania mantenga su ritmo de crecimiento.
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Una de las voces más renombradas que recientemente ha puesto en cuestión las imposiciones germanas es el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, quien ha adver-tido que Alemania necesita gastar más para que la Unión Europea se recupere con firmeza y salga de la crisis. Para Stiglitz, Alemania exporta a la UE más de lo que gasta y "esta situación puede parecer buena" para este país, " pero es mala para el conjunto, porque reduce la demanda agregada, que es lo que necesita una economía para crecer de manera sólida".
Una de las críticas con la que más martillea Merkel a España es que los salarios de los trabajadores han subido más de lo que deberían agravando, así, la crisis. Sin embargo, la realidad es que han aumentado poco en términos reales y que, en todo caso, "el salario real aumentó un 7,4% en total entre2000 y 2010, menos que Alemania o la media de la zona euro, que fue del 8,2%", como manifestaba en un artículo recientemente publicado RaymondTorres, director del Instituto Internacional de Estudios Laborales, de la Organización Internacional del Trabajo.
Amenaza de debilidad por su dependencia
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Cualquier profano al que se le pregunte por el éxito de la economía alemana lo tendría claro: su capacidad exportadora. Desde el famoso "Vente a Alemania, Pepe", los extranjeros ven al país germano como una superpotencia tecnológica que nutre al mundo de los dispositivos con mejores acabados, como los coches de lujo o la maquinaria industrial. Casi una tercera parte de las exportaciones mundiales desde países de la UE-27 se deben a Alemania. La fortaleza es clara e innegable, pese a lo cual, los expertos advierten de que su sobreexposición al exterior es también una debilidad. "Es una economía muy abierta", subraya Reyes Maroto, investigadora de la Fundación Ideas, "y eso ha sido la clave de su recuperación, pero también lo es de su vulnerabilidad". En 2009, el PIB alemán cayó casi un 5%, uno de los mayores descalabros de los países desarrollados. La incertidumbre de cómo iba a afectar la recesión a sus mercados clientes forzó este recorte que fue rápidamente superado por el tirón de los emergentes. Gutram Wolf, investigador del think-tank europeo Bruegel, subraya cómo esta dependencia del exterior es una amenaza que planea sobre la economía germana. "Si se diera una segunda vuelta en la recesión que afectara a los emergentes, Alemania sufriría", advierte Wolf, a la vez que apunta a los riesgos de sobrecalentamiento de China o Brasil.
Un peligro para el equilibrio mundial
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Los alemanes se han disciplinado a conciencia en ahorrar mucho y gastar poco. Esto es fruto también de la contención de salarios que se ha aplicado allí. Por ello, el país almacena más recursos de los que puede consumir y esto provoca distorsiones poco beneficiosas para Alemania y para toda la UE. En foros mundiales como el G-20 se ha discutido mucho sobre esta práctica, que pone en riesgo el equilibrio económico mundial, tan precario en un momento en el que las grandes economías no acaban de ver la luz al final del túnel en esta crisis . Esta característica ha generado dos debilidades económicas. Por un lado, los bancos se han encontrado con un exceso de capacidad de crédito y poco margen para crecer en el país, lo que les ha llevado a prestar dinero fuera.
Fuerte fuera pero débil en el mercado interno
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Otra arraigada creencia es que los alemanes son más competitivos, en especial frente a los españoles. No hay duda de que, en efecto, la cadena de producción alemana orientada hacia el exterior es una de las mejores del mundo. Sin embargo, la falta de consumo interno y el complicado sistema regulatorio nacional han llevado a una sorprendente paradoja: el mercado interno alemán es uno de los menos competitivos de Europa.
"Su debilidad es que tienen un mercado sobrerregulado. La inversión local es muy baja porque no es rentable. Los alemanes tienen que pensar cómo hacer Alemania más atractiva", concluye Andreas Woergoetter, el responsable de Alemania en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
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Esta falta de competencia interna ha llevado a Alemania a situarse tradicionalmente en contra de la liberalización del sector servicios de la UE, donde difícilmente podría entrar a competir. El sector de la energía o los servicios profesionales son más costosos en Alemania que en otros países euro-peos y la inversión extranjera no entra en demasía en el país. Así, el porcentaje de inversión extranjera en Alemania apenas ha supuesto en la última década una contribución del 1% del PIB mientras que, en un país como España, la inversión exterior puede llegar a superar el 5% de la actividad económica.
Esta particularidad hace constante el riesgo de deslocalización. Con todo, los expertos creen que el sector servicios está llamado a ser la base de los países más desarrollados y Alemania está muy por detrás de otras economías occidentales en este sentido.
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Una distorsión de las cifras por la maquinaria
Los alemanes son más productivos que los españoles. Otra suposición que los expertos ponen en cuestión. Díaz-Giménez no se anda con rodeos: "Eso es un cuento chino". Según explica, hay varios mecanismos para medir la productividad de un país y la fórmula tradicional, que es dividir el PIB por la mano de obra, crea una distorsión "estúpida". Así, la economía alemana emplea menos operarios porque está más mecanizada, lo que resulta en una productividad mayor. Pero no se debe al trabajo de sus empleados, sino a que hay más máquinas que desem-peñan esa función.
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Los expertos consultados coinciden en que el mayor capital acumulado en Alemania marca la diferencia con un país como España. Esta peculiaridad hace cómplice a la empresa, que debe invertir en la maquinaria y en los procesos de manufacturación. Por eso, los sindicatos, tanto españoles como alemanes, recuerdan, cuando se habla de ligar salario a productividad, que esta última depende también de la inversión del patrón.
Los expertos aducen otros factores para explicar esta mayor productividad, sobre todo estadística. Steinberg recuerda que la diferente composición del PIB con mayor presencia de las manufacturas inclina la balanza a favor de la productividad alemana, porque es un sector menos intensivo en mano de obra. Woergoetter, por su parte, apunta a la composición del mercado laboral. Según este economista de la OCDE, uno de los efectos que ha tenido la reforma laboral en Alemania ha sido el de sacar del mercado a los trabajadores menos productivos, esto es, a los ciudadanos con menor formación.
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En este sentido, alrededor de 4,9 millones de alemanes cobran un subsidio, pero sólo el 42% cuenta como parado en los registros de empleo. En España, una condición prácticamente imprescindible para lograr una ayuda estatal es estar inscrito en los Servicios Públicos de Empleo. Además, la ausencia de un salario mínimo por ley hace que en Alemania algunos trabajos no den para vivir, lo que se complementa con una ayuda del Estado. En España esto se conduce en forma de economía sumergida y paro oficial. En total, los medios locales aventuran que casi 800.000 personas que se podrían considerar paradas no cuentan como tales.
Menos horas que otros países europeos
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Las prejuiciosas teorías lanzadas por Angela Merkel sobre que los alemanes trabajan más horas y tienen menos vacaciones que los europeos del sur han sido rebatidas dentro de su propio país. "Los alemanes no somos quién para dar lecciones sobre la duración de las vacaciones", reconoce un diplomático alemán a este diario. Con todo, es aconsejable repasar las cifras. Eurofound, un servicio de estudios de una patronal europea, calcula que, una vez descontados vacaciones y festivos, los españoles trabajan casi 60 horas más al año. Eurostat refleja que en España se trabajan alrededor de tres horas más a la semana y que el horario alemán (que se aproxima a las 35 horas semanales de media) está por debajo de las horas que dedican al tajo los ciudadanos europeos.
En cuanto a la jubilación, las estadísticas de la OCDE muestran que los alemanes se retiran casi un año y medio antesque los españoles (61 años y un mes frente a 62 y cinco meses) porque las mujeres acceden a su jubilación antes.
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Casi el doble que en España
La cantinela de que los españoles deben abrocharse el cinturón como han hecho los trabajadores alemanes durante la última década es otra de las propuestas más repetidas en esta crisis. Sin embargo, según Eurostat, los datos de 2007 reflejan que la remuneración de los empleados alemanes era casi el doble que la del trabajador medio español (40.200 euros, frente a 21.800 euros). También hay diferencia si se mira en paridad de poder de compra (36.800 euros de los alemanes, frente a los 30.200 euros de los españoles). Otra cosa es que la evolución de los salarios haya tenido un efecto estadístico al alza en España, algo que los expertos también explican por la distinta composición del mercado laboral. Los salarios se miden con la gente que trabaja y precisamente la crisis ha sacado del mercado laboral a los sueldos más bajos, por lo que la evolución de los salarios en su conjunto sube. También la influencia de las indemnizaciones por despido ha disparado este indicador en plena recesión.
Otra creencia infundada es que las mujeres están mejor insertadas en el mercado laboral que en los países latinos. Los últimos datos de Eurostat dicen que Alemania es el cuarto país de Euro-pa con una mayor brecha salarial, que supera el 25% de diferencia entre el salario medio y el que percibe una mujer. España está en la parte media de la tabla, con una brecha del 15%. El truco está en que las alemanas son las que más recurren al contrato parcial, un buen mecanismo para crear empleo y mejorar la conciliación, pero que relega a la mujer a puestos peor remunerados y con menor proyección. De hecho, el Foro Económico de Davos realiza un índice de todos los países desarrollados para medir las oportunidades de género, en el que Alemania sale peor parada que España (en el puesto 13, frente al 11).
Una reforma adecuada
Por contra, la reacción del mercado laboral alemán ante la recesión, sin despedir casi a trabajadores y subiendo mínimamente la tasa de paro, merece alabanzas generalizadas de los expertos. El profesor de la Universidad de Humboldt, Michael Burda, destaca el éxito del conocido Kurzarbeit, lo que en España se bautizó como el "modelo alemán", que consiste en recortar horas de trabajo en lugar de despedir. La pérdida de sueldo relacionada con este recorte la cubre el Estado con un subsidio. Además, Burda propone también aplicar el concepto de "banco de horas", en el que la empresa puede optar por no pagar hasta un 15% de la jornada para ahorrar costes en un momento determinado, pero, a cambio, el empleado ahorra este tiempo no pagado y dispone de esa jornada en otros momentos.
Caos entre administraciones
La epidemia del E. Coli y la crisis de los pepinos no sólo han aumentado la sensación en Europa de que los alemanes se han acostumbrado a echar balones fuera. El caos entre las distintas administraciones regionales y federales también ha socavado el cliché de la proverbial eficacia germana. La primera metedura de pata la cometió una dirigente de la oposición. La senadora de Salud de la ciudad-estado de Hamburgo, la socialdemócrata Cornelia Prüfer-Storcks, contó a los medios su sospecha de que el origen de la bacteria podría estar en los pepinos andaluces. El Gobierno federal se enfureció porque la senadora se saltó el mecanismo establecido, según el cual las autoridades autónomas deben comunicar este tipo de problemas primero a Berlín, que informaría a Bruselas si fuera necesario. Lo mismo ocurrió con el ministro de Sanidad del land de Baja Sajonia, que dirigió sus sospechas contra una granja de soja delante de las cámaras. El comisario europeo de Agricultura, Dacian Ciolos, criticó "el caos de información federal".
También se ha puesto en evidencia la falta de coordinación a nivel federal entre el Ministerio de Sanidad y el de Agricultura y Protección del Consumidor.
Alemania también tiene ovejas negras
La actitud paternalista de Berlín hacia los países en crisis a veces oculta que Alemania tiene sus propios problemas de endeudamiento. En 2010, la deuda pública ascendió a 75,7% del PIB y casi la mitad corresponde a los länder. Hace tres semanas, el llamado Consejo de Estabilidad, compuesto por los responsables de Finanzas de los estados federados y del Gobierno de Berlín, dio la alarma sobre el nivel de deuda en Berlín, Bremen, Schleswig-Holstein y Sarre. La pequeña ciudad-estado de Bremen, con un endeudamiento de 26.119 euros per cápita, no está muy lejos de Grecia (31.000 euros). Berlín le sigue con 17.595 euros por habitante. Los cuatro tienen hasta octubre para presentar un plan de saneamiento para lograr presupuestos sin déficit hasta 2020. Se trata de un mecanismo, el llamado Schuldenbremse (freno al endeudamiento) impuesto por Berlín a los 16 gobiernos regionales y que Merkel quiere imponer en Europa. Su credibilidad ante la UE depende también de que las cuatro ovejas negras cumplan con su parte.