Venezuela en la encrucijada: la oposición aspira a desbancar del poder a un chavismo en horas bajas
El candidato derechista, González Urrutia, aventaja a Nicolás Maduro en las encuestas de cara a los comicios presidenciales del 28 de julio.
Madrid-Actualizado a
El chavismo contiene el aliento ante las elecciones presidenciales del 28 de julio en Venezuela. La revolución bolivariana cumplió este año 25 años y afronta ahora una cita decisiva con las urnas. De momento, el combate se libra en las redes sociales, invadidas de encuestas sobre intención de voto. La mayoría otorga una ventaja al principal candidato de la oposición, el conservador Edmundo González Urrutia, frente al presidente Nicolás Maduro. En juego está la continuidad de un modelo con señales de agotamiento o el retorno de una derecha con aires revanchistas.
De la decena de candidatos que se han postulado a la presidencia, ocho de ellos no tienen posibilidad alguna de sentarse en el Palacio de Miraflores, por lo que la contienda está servida entre Maduro y González Urrutia. Entre esos aspirantes sin opciones figuran el humorista Benjamín Rausseo, el abogado Antonio Ecarri, los diputados opositores Luis Eduardo Martínez y José Brito, el exlíder estudiantil Daniel Ceballos y el exrector del Consejo Nacional Electoral (CNE) Enrique Márquez.
La Plataforma Unitaria (heredera de la Mesa de la Unidad Democrática) eligió hace unos meses in extremis a González Urrutia, un exdiplomático de 74 años, como candidato de consenso cuando comprobaron que Maduro no revocaría la inhabilitación política que pesa sobre María Corina Machado. La dama de hierro de la oposición arrasó en las primarias de ese espacio político en octubre del año pasado, con un 93% de los votos, pero el Gobierno no aceptó su postulación. Machado pertenece al sector más reaccionario de la derecha venezolana. Fundó su propio partido, Vente Venezuela, en 2012 y alentó las guarimbas (barricadas callejeras) en 2014, unas protestas violentas organizadas por el ala extremista de la disidencia, con Leopoldo López a la cabeza.
Desde que arrancó la campaña electoral el pasado 4 de julio, la guerra de datos sobre intención de voto alimenta tertulias y debates políticos en Venezuela. Consultoras como Datanálisis o Delphos prevén una victoria de González Urrutia, quien superaría el 50% de apoyo popular, frente a un 30% o 35% del mandatario bolivariano. Otros institutos demoscópicos, como Hinterlaces, apuestan por un triunfo del oficialismo. Al candidato opositor, un desconocido en la escena política venezolana hasta hace poco, le ha beneficiado la transferencia de capital político proveniente de Machado, quien ha emprendido una campaña paralela por todo el país, con afluencia masiva de seguidores.
En todo caso, la brecha que según algunos sondeos separa a González Urrutia de Maduro podría reducirse en las dos semanas que aún quedan de campaña. El chavismo conserva todavía músculo en muchos estratos de la sociedad y la maquinaria electoral se redobla día a día con la participación de los pesos pesados del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), como Diosdado Cabello, número dos del régimen, o Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional.
Pragmatismo opositor
Pese a los obstáculos para inscribir candidatos, la oposición venezolana ha dado muestras en esta ocasión de un pragmatismo que brilló por su ausencia en anteriores citas electorales. Había muchas dudas en las filas de la Plataforma Unitaria al decantarse por un candidato de un perfil político bajo como González Urrutia, pero el tiempo se echaba encima y el chavismo había proscrito también a la primera opción de Machado tras su veto: la académica Corina Yoris, de 80 años. Al mismo tiempo, asomaba la cabeza el eterno aspirante opositor, Manuel Rosales, gobernador del Estado de Zulia, antaño bestia negra de Hugo Chávez (quien lo derrotó en las elecciones de 2006) y hoy más templado en sus relaciones con el oficialismo. Pero Rosales dio un paso al costado a tiempo, dejando el camino expedito para González Urrutia y sellando la paz (de momento) entre la decena de partidos que integran la Plataforma Unitaria.
En el pasado, la oposición optó en ocasiones por deslegitimar las elecciones y mantenerse al margen de las mismas. Esa estrategia siempre fue desastrosa para sus intereses. Maduro logró la reelección en 2018 con el 67% de los votos ante la ausencia de candidatos de la Mesa de la Unidad Democrática. Cinco años antes, en 2013, tras la muerte de Chávez en marzo de ese año, Maduro sólo pudo imponerse por un raquítico 1,5% ante Henrique Capriles, el candidato de consenso. Desde entonces, las disputas internas y los desmanes perpetrados por algunos dirigentes llevaron a la derecha venezolana a la intrascendencia, al punto de que el chavismo, pese a su progresivo desgaste, se impuso con holgura en los comicios regionales en noviembre de 2021. Durante esos años de travesía del desierto de la disidencia surgieron personajes nefastos como Juan Guaidó, autoproclamado "presidente encargado" del país y empeñado, como Leopoldo López, en derrocar a Maduro bajo cualquier fórmula, incluida la intentona golpista. El proceso de diálogo abierto con el Gobierno en los últimos años sí ha dado frutos, entre ellos la convocatoria de elecciones presidenciales.
Para la oposición, una prueba de que en el Palacio de Miraflores reina cierto nerviosismo es el reciente anuncio de Maduro de retomar el diálogo con Estados Unidos, interrumpido tras el rechazo del Gobierno venezolano a retirar la inhabilitación política de Machado. Para el chavismo, sin embargo, con ese acercamiento la Casa Blanca estaría asumiendo que no habrá cambio político en Venezuela tras el 28 de julio.
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