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Ucrania resucita las esperanzas de entrada a la UE de unos Balcanes olvidados y frustrados

La región lleva años intentando entrar en la UE. Ahora, a Bruselas le entran las prisas por su adhesión impulsada por la guerra en Ucrania.

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La rueda de prensa ofrecida tras la cumbre informal de la Unión Europea celebrada este viernes en Granada. — Miguel Angel Molina / EFE

GRANADA, Actualizado:

¿Cuándo? ¿De una o gradual? ¿Con reforma de Tratados o sin ella? ¿Puede la UE asumir el coste presupuestario? ¿Cuál será el impacto en términos de estándares democráticos? Estas y muchas más son las preguntas, todavía sin respuesta, que deja la nueva incorporación que el bloque comunitario prepara hacia el Este.

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El proyecto europeo mira al exterior sin saber cómo prepararse dentro de casa. Pero la consigna que sale de la cumbre de Granada, que da el pistoletazo de salida a la ampliación europea, es que la cuestión de ampliar la familia comunitaria no es ya el sí o no, sino el cómo. Y en este debate todos miran a los grandes olvidados: los Balcanes Occidentales.

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Hace no tanto, cuando los 27 líderes de Estado y de Gobierno celebraban encuentros con la región enfatizaban que eran cumbres sobre Balcanes, no sobre ampliación. El proceso estaba congelado. No había ningún apetito de dar pasos adelante más allá de retóricas.

La UE lleva una década sin acoger a un nuevo miembro

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La narrativa ya ha cambiado. Los europeos están decididos a abrir sus puertas tras una década sin acoger a un nuevo miembro. El último fue Croacia en 2013. La guerra en Ucrania fue el gran catalizador de este cambio de paradigma.

Kiev solicitó una incorporación exprés al bloque pocos días después del inicio de la invasión rusa, lo que dejó perplejos a los países de los Balcanes (Montenegro, Serbia, Macedonia del Norte, Bosnia-Herzegovina, Albania y Kosovo), muchos de los cuales tocan desde hace décadas a una puerta cerrada con pestillo.

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Calendario pasado...

El 1 de julio de 2013 Croacia se convirtió en el país número 28, 27 ahora con la salida del Reino Unido. Desde el inicio de la guerra en Ucrania el proceso de integración de los Balcanes Occidentales ha vivido un impulso tras años de impasse.

Albania y Macedonia del Norte abrieron negociaciones de adhesión en julio 2022, después de una gran frustración. Skopje llegó a cambiar el nombre oficial de su país para satisfacer a Grecia y levantar su veto. Tras este esfuerzo, Francia se plantó de forma sorpresiva en el Consejo Europeo de diciembre de 2019 bloqueando el arranque de las negociaciones. Y poco después Bulgaria anunció un nuevo bloqueo por disputas lingüísticas.

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El caso de Macedonia del Norte ejemplifica muy bien el largo proceso de frustración y promesas incumplidas que ha vivido la región en las últimas décadas. Finalmente, Bruselas inició las conversaciones el año pasado coincidiendo con el estatus a Bosnia y Herzegovina, Ucrania y Georgia como países candidatos.

Los más avanzados en la carrera hacia el club de las doce estrellas son Serbia y Montenegro, los únicos países que junto a Turquía han abierto capítulos de adhesión. De hecho, la anterior Comisión presidida por Jean-Claude Juncker vislumbró 2025 para la incorporación de Belgrado y Podgorica, un escenario descartable a día de hoy.

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Por su parte, el país del Bósforo, que solicitó su entrada a la UE en nada más y nada menos que 1987, está fuera de juego. Aunque es el más longevo y abrió las negociaciones de adhesión en 2005, su entrada está de facto congelada.

Nunca se sabrá si Turquía tuvo en algún momento una posibilidad real de formar parte del bloque comunitario siendo un país de más de 85 millones de habitantes y en las antípodas de la Europa predominantemente católica. Sí es más patente que a día de hoy la puerta está cerrada con doble pestillo.

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Desde el intento de golpe de Estado de 2016, las relaciones del autócrata Recep Tayyip Erdogan con Bruselas han ido de mal en peor, una erosión democrática interna que ha acompañado con acciones unilaterales en torno a la dividida isla de Chipre.

En la cola se encuentra Kosovo, que es país potencial. Pristina cuenta con una peculiaridad que dificulta todavía más su perspectiva europea. Cinco países de la UE (España, Grecia, Rumanía, Chipre y Eslovaquia) no reconocen su soberanía tras su independencia de Serbia en 2008.

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Para entrar en el bloque, los dos países no solo están llamados a avanzar en los temas de Estado de Derecho, sino que deberán poner fin a sus complejas disputas territoriales, que de poco en poco les empujan a una escalada de tensión y enfrentamientos como la vivida en septiembre.

Y futuro...

Nadie quiere pillarse la mano fijando una fecha clara para la ampliación. Ucrania pisa el acelerador y apela a completar su travesía comunitaria en dos años para culminar la adhesión exprés, una de sus principales y primeras peticiones tras el inicio de la guerra.

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En Bruselas, el único líder que se ha atrevido de hablar de calendario ha sido Charles Michel. El presidente del Consejo Europeo señala 2030 como la meta para consolidar una ampliación que todos desconocen cómo y bajo qué condiciones se producirá. Para algunas capitales europeas es una meta muy ambiciosa y precipitada, para otros demasiado tardía.

Unos hablan de reformar los tratados europeos, primero. Otros de una ampliación a varias velocidades con diferentes ritmos para cada país. Hay quienes han deslizado la idea de una incorporación de cada país por fases y gradual. En medio de todo ello, el hastío va haciendo mella en los Balcanes Occidentales. Una región estratégica para la Unión Europea y que está viendo una presencia exponencial de Rusia y China.

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Especial inquietud genera Serbia, el país más afín a Rusia, y que se encuentra en estos momentos frente a una nueva escalada de tensión con su vecino kosovar. La UE lleva más de una década intentando mediar sin éxito para que Belgrado y Pristina avancen en la normalización de sus relaciones.

Obstáculos

Pero su incorporación aglutina muchos más debates. Por ejemplo, Albania, Bosnia-Herzegovina y Kosovo serían los primeros países de la UE con una población mayoritariamente musulmana. Además, más allá de las múltiples cicatrices y conflictos abiertos de una región asolada por la guerra de los 90, se encuentra el desafío del Estado de Derecho.

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Todos ellos cuentan con instituciones democráticas todavía débiles y los ejemplos de Hungría y Polonia hacen temer nuevos retos en el frente de los valores.

No menos importante es el impacto en el proceso de toma de decisiones. A los 27 les cuesta sudor y lágrimas alcanzar consensos. Por ello, lograr mayorías unánimes a 35 es un dilema nada baladí. Pero si hay un obstáculo que sobresale es el presupuestario.

El Financial Times revelaba esta semana que la sola incorporación de Ucrania costaría a las arcas europeas la friolera de 186.000 millones de euros, con las consecuencias que todo ello conllevaría en la Política Agraria Común o los fondos de cohesión. Con todos estos debates todavía muy poco maduros, la única certeza que sale de la cumbre de Granada es que el camino hacia la UE no tiene atajos y será en base a los méritos de cada país.

Clave sobre el statu quo será el informe que la Comisión Europea presentará a comienzos de noviembre sobre el estado de cada uno de los países candidatos.

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