Tres barcos contra el genocidio: Israel se esfuerza para impedir que 5.500 toneladas de ayuda humanitaria lleguen a Gaza
Durante la última semana de abril, Estambul ha sido la base de operaciones de la Flotilla de la Libertad con destino a la Franja de Gaza. 'Público' repasa las presiones que han impedido, por ahora, que la misión humanitaria zarpe.
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madrid, Actualizado:
Exterior, día. Hotel Tugra, Estambul. La luz metálica de un cielo nublado se refleja en las ventanas de la fachada del establecimiento. También sobre la chapa de los coches aparcados desordenadamente frente a su puerta. Decenas de personas recorren como hormigas la escena. Entran y salen del hotel parloteando en varios idiomas. Muchas llevan algo en las manos: una cámara, una libreta, un teléfono que no para de sonar. Otras, en cambio, cargan únicamente con sus propios cuerpos, adornados con kufiyas –pañuelo típico palestino– y camisetas con referencias al territorio ocupado.
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Todas, sin embargo, tienen algo en común. Unas como periodistas y otras como activistas, todas estas personas son pasajeras de la Flotilla de la Libertad, plataforma que aúna organizaciones de Europa, Norteamérica y el Sudeste Asiático en apoyo a Palestina. Su misión no es otra que la de intentar perforar el bloqueo naval impuesto ilegalmente por Israel a la Franja de Gaza desde 2007. Lo consiguió varias veces en 2008. Aunque en los años siguientes la expedición se ha repetido, no ha vuelto a tener éxito en su propósito de llegar a las costas gazatíes. A pesar de ello, desde 2009, la Flotilla no ha cejado en su empeño, manteniendo así vivo el apoyo internacional a la causa de Palestina y denunciando el apartheid al que es sometida su población frente a la pasividad occidental.
Este 2024, retomando un plan ya probado en 2010, ha pretendido llevar 5.500 toneladas de ayuda humanitaria a la Franja de Gaza, cuyos habitantes agonizan desde hace más de seis meses bajo el asedio del Ejército de Israel. La fecha inicial prevista para zarpar, desde Estambul, era el domingo 21 de abril. Sin embargo, las sucesivas trabas turcas e internacionales obligaron a retrasar hasta en tres ocasiones la salida, siendo la última fecha propuesta la del viernes 26, cuando, finalmente, la misión fue pospuesta sine die.
Durante la semana larga que moldean ambos días, el Hotel Tugra y sus calles aledañas, en el conservador barrio de Fatih, han formado parte del escenario principal por el que se movían los cerca de 300 pasajeros internacionales que aguardaban la salida de la Flotilla. Es una cifra que, sin embargo, fue menguando con el paso de los días y los sucesivos retrasos. El último de estos, el que dio la puntilla a la expedición, se debió a la sorpresiva retirada por parte de Guinea-Bisáu de su bandera, portada por dos de los tres navíos que componían la flota.
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Por los pasillos del hotel Tugra han desfilado activistas, políticos y periodistas de varios países durante siete días. La delegación española destacaba tanto por su tamaño como por su composición. Cuatro cargos públicos viajaron a Estambul para sumarse a la expedición: Martina Velarde, diputada de Podemos en el Congreso, Nerea Fernández, diputada de IU, Ada Colau, exalcaldesa de Barcelona y actual edil, y Nicolás Sguiglia, concejal de Podemos en Málaga.
Los cuatro arribaron a la ciudad turca dispuestos a embarcar. Pasado el límite del 26 de abril, no obstante, volvieron a España forzados por la necesidad de retomar sus obligaciones públicas. Tienen claro que volverán si se fija una nueva fecha de salida. Por el momento, esta queda en el aire. El pasado 30 de abril, la organización Rumbo a Gaza informó a Público que la Flotilla se encuentra buscando "banderas seguras" con las que poder navegar.
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Inicialmente, a la expedición se sumarían, además de los pasajeros internacionales, un número indeterminado de activistas turcos. En su mayoría, pertenecientes a la Fundación IHH, de corte islámico. Esta ONG ha sido, precisamente, la encargada de financiar la expedición y recaudar toda la ayuda humanitaria. Israel afirma desde hace años que la IHH mantiene vínculos con organizaciones a las que considera terroristas, caso de Hamás. De hecho, este ha sido uno de los argumentos usados por Tel Aviv para oponerse a la Flotilla.
Pero, en realidad, la oposición israelí a la iniciativa ha sido constante desde que en 2008 los primeros barcos partieran hacia Gaza. Por ello, en varias ocasiones ha tratado de sabotear la comitiva incluso antes de que zarpara. Con todo, el punto de mayor tensión se alcanzó en 2010, cuando la expedición fue atacada en el mar y fueron asesinadas diez personas. Dados estos antecedentes, la organización no ha dejado de asegurar, desde Estambul, que el Gobierno sionista estaba detrás de cada nuevo bloqueo burocrático, incluidos aquellos que han involucrado a las Autoridades Portuarias turcas. Ninguno de ellos era inesperado. "Todos estos desafíos forman parte de la misión", explicó Ismail Songür, presidente de la IHH, a los miembros de la expedición de este año. "Volveremos", insistieron los cuatro cargos públicos españoles en una rueda de prensa celebrada a las puertas del Tugra el viernes 26. "Si ellos nos ponen 200 problemas nosotros buscaremos 600 soluciones", declaró Nerea Fernández.
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Siete días a punto de embarcar
Exterior, día. Puerto de Tuzla. Estambul. A 40 km del Hotel Tugra aún se encuentra amarrado el carguero que debe llevar la ayuda humanitaria a Gaza. Sobre la chapa azul de su casco se puede leer Anadolu, nombre en turco de la península anatólica. Junto a él está anclado el Akdeniz (Mediterráneo), el buque de pasajeros con capacidad para 1.000 personas que escoltará al carguero en su viaje hacia tierras palestinas.
Hasta el pasado viernes 26, en el mástil de ambos barcos ondeaba la bandera de un pequeño país africano, Guinea-Bisáu. Apenas 24 horas antes de ese día, el Registro Internacional de Buques de Guinea-Bisáu llevó a cabo una inesperada revisión técnica del Akdeniz y, posteriormente, retiró las banderas de los dos barcos, impidiendo su navegación. "Lamentablemente, Guinea-Bissau se ha hecho cómplice de la hambruna deliberada, el asedio ilegal y el genocidio de los palestinos de Gaza por parte de Israel", comunicó la organización.
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Guinea-Bisáu es un país de escasos recursos que arrastra una grave inestabilidad política desde su independencia de Portugal en 1973. Su presidente, Umaro Sissoco Embaló, escenificó un acercamiento a Israel el pasado marzo, durante una visita al epicentro del conflicto en la que se reunió con líder del Estado palestino, Mahmoud Abás, pero también con el jefe del Estado israelí, Isaac Herzog. Tras su encuentro, Herzog le dirigió unas calurosas palabras: "Eres un buen amigo de Israel".
La organización ha afirmado rotundamente que la retirada de las banderas es fruto de las presiones que Benjamín Netanyahu ha ejercido sobre el Gobierno de Sissoco Embaló. La IHH no respondió a la pregunta que realizó Público acerca de las razones por las que había elegido la bandera de ese país para navegar.
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Esta nueva traba, que obligó a detener definitivamente la salida de los barcos, fue la última de toda la larga lista de escollos a los que ha tenido que hacer frente la Flotilla desde su llegada a Estambul. Cambios de fecha, incidentes portuarios, complicaciones burocráticas: muchas excusas y pocas certezas por parte de Turquía.
Entre tanto, los medios turcos han permanecido ajenos tanto a estos contratiempos como a las movilizaciones en apoyo de la Flotilla de la Libertad. Esta espiral del silencio, sumada a los sucesivos inconvenientes ya relatados, aumentaron la sospecha de la inacción –cuando no oposición– del Gobierno turco. En voz baja, muchos de los activistas reconocían que la existencia de presiones internacionales podrían estar haciendo mella en la voluntad turca de permitir que la Flotilla saliera de las costas del Mármara.
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En teoría, el apoyo de Turquía a la causa palestina es robusto. El propio presidente del país, Recep Tayyip Erdogan, se reunió en estos días con Ismail Haniya, líder de Hamás exiliado en Catar. Este encuentro sí tuvo, de hecho, eco en la prensa escrita turca, sobre la cual el Gobierno posee un importante control. En el ranking de libertad de prensa elaborado por Reporteros Sin Fronteras correspondiente al año 2024, Turquía ocupa el puesto 158 de 180. La ONG califica la situación del periodismo en este territorio como "muy grave".
16 años de la Flotilla de la Libertad
En enero de 2006 se celebraron elecciones al Consejo Legislativo Palestino después de diez años. Hamás ganó en un buen número de circunscripciones, incluyendo las de Cisjordania, gracias al 44% de los votos. Al año siguiente, Israel impuso un bloqueo terrestre y marítimo a la Franja de Gaza bajo el argumento de proteger a sus ciudadanos del terrorismo yihadista. La medida, entre otras cosas, impedía a los pescadores palestinos navegar y trabajar a más de 20 millas (37 km aproximadamente) de la costa. Aquello estranguló la ya mermada economía de la Franja, a la par que despertó una fuerte solidaridad internacional con el pueblo palestino.
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En este marco, un grupo de activistas zarpó en 2008 desde Chipre hacia Gaza en dos pequeños barcos de pesca, dispuestos a romper el bloqueo naval. "Pensábamos que no llegaríamos, pero lo hicimos", explicó a Público la activista y abogada Huwaida Arraf, miembro de la Flotilla de la Libertad. Cuenta, además, que lograron sacar a una familia de siete miembros que un año antes había viajado desde Canadá a Palestina de visita, y a los que las fuerzas de ocupación no permitían volver. "Nos fuimos con la gente sin preguntar", relata orgullosa. Es más, durante ese 2008, lograron entrar dos veces más en tierras palestinas. En uno de los barcos, iba el periodista italiano Vittorio Arrigoni, quien dos años más tarde sería asesinado en circunstancias no aclaradas.
Antes de esto, los dos últimos intentos por llegar vía marítima a Gaza realizados en 2008 resultaron ya bastante más problemáticos, pues las embarcaciones de la Flotilla fueron hostigadas por navíos de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF). "La segunda vez casi nos hunden", asegura Arraf. En 2009 hubo un nuevo intento, pero todas las embarcaciones fueron detenidas. "Decidimos cambiar de estrategia". La Flotilla comenzó entonces a preparar una gran expedición marítima para 2010, compuesta por seis barcos: tres cargueros con ayuda humanitaria y otros tres con más de 700 pasajeros, según cifras de la organización española Rumbo a Gaza. A finales de mayo de 2010, la comitiva zarpó de nuevo hacia Gaza.
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El día 31, el mayor de los tres buques de pasajeros, el Mavi Marmara, fue atacado por el ejército israelí. Algunas personas trataron de defenderse y nueve hombres fueron asesinados. Según Huwaida Arraf, en realidad, "seis de ellos fueron ajusticiados al llegar a tierra". Una décima persona murió tras cuatro años en coma. Ninguno de ellos iba armado. "No había ninguna razón para aquello", lamenta la abogada. "Siempre que hay un conflicto armado se habla de proporcionalidad, sobre cuánta fuerza una parte usa sobre aquellos que no están armados", ahonda. "El bloqueo que ejerce Israel contra la población gazatí no armada es desproporcionado y, por tanto, ilegal. Y debido a que es un bloqueo ilegal, Israel no tenía ningún derecho a asaltar nuestros barcos".
Tras el ataque, Israel y Turquía encargaron a la ONU estudiar los hechos. La comisión que se creó para tal objetivo estaba compuesta por el expresidente colombiano Álvaro Uribe y por el ex primer ministro de Nueva Zelanda, Geoffrey Palmer, así como por el exministro de Exteriores israelí Joseph Ciechanover y el diplomático turco Süleyman Özdem.
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Los resultados de las investigaciones fueron recogidos en el Informe Palmer, que si bien reconoció la violencia con la que actuaron las fuerzas israelíes, legitimó el bloqueo naval. Varios relatores de la ONU criticaron estas conclusiones, incluido el entonces relator especial para los territorios palestinos, Richard Falk. A raíz de este informe, el presidente turco del momento, Abdullah Gül, cortó relaciones diplomáticas con Israel hasta 2016, cuando fueron retomadas por Erdogan, su sucesor y también miembro del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP).
Los asesinatos de 2010 no socavaron al movimiento internacionalista de apoyo a Palestina. Desde entonces, se han organizado seis flotillas más, aunque ya ninguna ha logrado romper el bloqueo. En 2011, las autoridades griegas impidieron a los barcos de la Flotilla salir de sus puertos, mientras que en el intento de 2012 las embarcaciones fueron asaltadas por Israel y todos sus miembros detenidos y deportados. En 2014, la Flotilla trató de hacer el recorrido inverso, saliendo de Gaza. Para impedirlo, la respuesta de las autoridades sionistas fue bombardear el barco cuando estaba vacío. La última flotilla que logró zarpar rumbo a la Franja de Gaza lo hizo en 2018. Aquella expedición estaba compuesta por tres barcos, los cuales fueron, nuevamente, interceptados por el IDF y sus pasajeros, otra vez, detenidos y deportados.
El recuerdo del Mavi Marmara ha estado presente todo el tiempo en la expedición prevista para este año. Tras aquella experiencia, la Flotilla de la Libertad comenzó a formar a sus integrantes en acción directa no violenta, proporcionando instrucciones muy precisas para no resistirse en caso de asalto por parte de la Armada israelí. En esta línea, la presencia de cargos públicos españoles y de prensa europea en la Flotilla también ha estado dirigida a poner freno a un más que posible abordaje violento. "Que haya un concejal o diputados no garantiza que no haya una represión de la iniciativa, pero le da mayor seguridad y envergadura para que la represión sea menor o que se lo piensen dos veces antes de actuar", afirmó Nico Sguiglia, concejal de Podemos en Málaga.
Del otro lado, la prensa israelí no ha parado de hacerse eco estos días sobre la preparación, por parte de Netanyahu, de la unidad de élite Shayetet 13. Para Ada Colau, la puesta en circulación de estas informaciones tenía el objetivo de intimidar a los activistas: "Israel ha hecho presiones a todos los niveles, de hecho ha amenazado a través de medios de comunicación con atacarla violentamente", expresó desde Estambul.
Masacre e impunidad, receta para un posible genocidio
El mundo entero lleva desde el final de la Segunda Guerra Mundial observando pasivamente cómo Israel socava, año tras año, el derecho internacional. Bien lo demuestra el secuestro ilegal en 1960 de Adolf Eichmann, oculto en Argentina. Muy conocido gracias al relato que de ello hizo Hannah Arendt, este secuestro, llevado a cabo secretamente por el Mossad, tenía como objetivo enjuiciar, en el propio Israel, a este antiguo alto funcionario nazi, quien acabó siendo ejecutado por sus participación en el Holocausto. Más recientemente, el incumplimiento sistemático de los pactos alcanzados para resolver el conflicto entre Israel y Palestina, como el Acuerdo de Oslo de 1993, sería otro claro ejemplo de la actitud contraria israelí a aceptar la legalidad internacional.
Desde el inicio de la última ofensiva en Gaza, los indicios de que se estén cometiendo crímenes de lesa humanidad han sido múltiples. Por ejemplo, el ataque a hospitales en la Franja, en cuyos alrededores se han encontrado recientemente fosas comunes con miles de cuerpos con signos de tortura. El secretario general de las ONU, Antonio Guterres, solicitó la pasada semana una investigación independiente para esclarecer estos hechos. No obstante, a nadie escapa que resulta harto difícil llevar a cabo una investigación imparcial en un territorio cuyo acceso está blindado por el ejército israelí.
Sea como fuere, por fin, los organismos internacionales han comenzado a dar tímidos pasos ante la evidente desproporcionalidad de Tel Aviv con respecto a los ataques lanzados por Hamás el 7 de octubre de 2023, en los que murieron 1.200 israelíes y otros 240 fueron tomados como rehenes. Desde entonces, el Gobierno israelí ha desarrollado una ofensiva brutal. A 30 de abril de 2024, según datos del Ministerio de Sanidad palestino, Israel ha acabado con la vida de unas 34.500 personas, entre las que se encuentran 16.000 niños y niñas.
Ante los indicios de que el Estado sionista esté cometiendo genocidio contra los habitantes de Gaza, ya a finales del pasado año, con fecha de 29 de diciembre, Sudáfrica presentó en la Corte Internacional de Justicia de la ONU una denuncia contra Israel. Aunque el procedimiento continúa abierto, el Alto Tribunal instó al Gobierno de Netanyahu, en enero de este año, a no cometer actos que podrían considerarse genocidas, tales como privar de ayuda humanitaria a la población gazatí, si bien no se exigió a Israel un alto al fuego, tal y como ambicionaba el país africano. En todo caso, desde el comienzo de las hostilidades, el bloqueo casi total de la Franja ha impedido sistemáticamente la llegada de ayuda. El informe de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases determinó el pasado marzo que la hambruna en Gaza es inminente.
Tel Aviv, en efecto, obstaculiza la llegada de ayuda humanitaria a Gaza desde el mismo octubre de 2023. Se trata de una reverberación de las afirmaciones que hizo Yoav Gallant, ministro de Defensa israelí, días después de los ataques de Hamás. "No habrá electricidad, ni comida, ni agua, ni combustible" para la población en la Franja, decretó. Dicho y hecho.
Ante estas evidencias, finalmente, también la Corte Penal Internacional ha movido ficha. Así, el pasado 30 de marzo, trascendió que el fiscal Karim Khan estaba preparando cargos y una posible orden de detención contra Benjamín Netanyahu, presidente del Gobierno israelí, su ministro de Defensa, Yoav Gallant, y el jefe del Estado Mayor, Herzi Halevi.
Mientras las instituciones judiciales supranacionales arrastran los pies tras Israel, el movimiento internacionalista de apoyo a Gaza trata de presionar a la comunidad internacional para que detenga la matanza, bien sea desde las protestas en las universidades de Estados Unidos y Europa o desde los barcos que componen la Flotilla de la Libertad. Esta, sin duda, volverá a intentar zarpar rumbo a Gaza.
Sería un error considerar la suspensión temporal de la expedición marítima como su punto y final. La construcción literaria canónica nos empuja a imaginar las historias con un inicio, un nudo y un desenlace. Sin embargo, la lucha de la población palestina es, en realidad, una sucesión de acontecimientos que se empujan uno tras otro, hacia múltiples y fragmentadas direcciones. En todas ellas, la solidaridad internacional con el pueblo palestino encuentra maneras de avanzar y presionar. La Flotilla de la Libertad lo sigue defendiendo con dignidad y clarividencia: "Es nuestra responsabilidad mantener viva la esperanza".