Los talibanes intimidan a los electores con otra matanza
Kandahar se ha convertido en una ciudad fantasma donde pocos se atreven a salir a la calle ante la amenaza de disparos
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La confianza en unas elecciones seguras en Afganistán ha ido desvaneciéndose, atentado tras atentado, hasta desaparecer. La capital del país, uno de los relativos oasis de paz en este país en guerra, fue golpeada ayer por partida doble. Unos cohetes cayeron en el palacio presidencial, sembrando el pánico pero sin causar heridos.
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Horas más tarde, un terrorista suicida mató a diez personas e hirió a 55 al estrellar su vehículo contra un convoy militar de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF) en la peligrosa carretera de Jalalabad.
En los atentados de ayer murieron diez personas, entre ellos varios niños
El presidente, Hamid Karzai, animó a los afganos a rebelarse y "mostrar su oposición a estos actos bárbaros" acudiendo a las urnas mañana. Pero los ataques han inundado de dudas Kabul. Si los talibanes pueden burlar la seguridad en una ciudad ocupada por las fuerzas de seguridad, "¿cómo va a proteger el Gobierno a quienes desafíen el boicot de los insurgentes y acudan a votar en Helmand?", se pregunta Rahmatullah Janati, el representante de las 90 familias de esta provincia del sur de Afganistán que huyeron hace un mes de los combates y ahora residen en el campo de desplazados de Qarga.
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En Helmand, "son los talibanes quienes tienen el control, no el Gobierno", explica Janati. "¿Quién se puede creer que las tropas afganas e internacionales impedirán que se cometan ataques en colegios electorales?", añade Muhamad, otro de los desplazados, dándole la razón.
El atentado suicida se escuchó a más de diez kilómetros de distancia y el rastro de una columna de humo negro delataba el lugar desde lejos. En el punto exacto, a las afueras del búnker de la base estadounidense de Camp Fénix, los soldados tuvieron que recoger partes de los cadáveres que habían sido arrojados sobre el techo de una casa vecina, informó la agencia estadounidense AP. Casi una hora más tarde, la evacuación de heridos continuaba en medio de un enorme despliegue de seguridad. Entre las víctimas había varios niños.
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La carretera de Kabul a Jalalabad es blanco preferido de los rebeldes
La presencia de cuarteles de las fuerzas militares estadounidenses y de la ISAF a lo largo de la carretera que une Kabul con Jalalabad la ha convertido en uno de los blancos predilectos de los insurgentes. Aunque los atentados se dirigen contra objetivos militares, la mayoría de las víctimas son civiles desprotegidos que en el momento de la explosión se encontraban cerca.
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"Hacía muchos meses que en Kabul no había dos ataques en un día. Estamos en alerta roja. Conviene salir lo mínimo posible estos días y, sobre todo, no ir nunca solo ni andando", recomiendan fuentes diplomáticas. Unos 8.500 agentes de policía velan por la seguridad en esta ciudad de tres millones de habitantes, una cifra insuficiente, según el portavoz de la misión policial de la UE en Afganistán, Andrea Angeli.
Pese a las advertencias, la vida cotidiana en la capital afgana se mantiene casi inalterada. No ocurre lo mismo en Kandahar, la cuna de los talibanes.
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Situada al suroeste de Kabul, esta provincia es uno de los frentes más activos en la guerra que libra la coalición internacional contra los insurgentes. Y en su capital, Kandahar, las elecciones se siguen con miedo. "En algunos barrios Kandahar parecía una ciudad fantasma. Los talibanes han colgado panfletos en los muros de todas las mezquitas. Amenazan con disparar a quien se acerque a los colegios electorales, pero también a los que no cierren las tiendas, oficinas y escuelas tres días antes de los comicios y se queden en casa. La mayoría no ha querido arriesgarse y les ha hecho caso", cuenta Mokhtar Shah, un periodista afgano que regresó ayer de allí.
"En una de las mezquitas el ulema dijo en el sermón que ir a votar era haram (pecado) y que las elecciones sólo interesan a los estadounidenses, no a los afganos", agregó Shah, dudando si el clérigo lo decía convencido o forzado por los talibanes.
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Ni siquiera el norte, la región más pacífica del país, se ha librado de la campaña de intimidación de los insurgentes. Un candidato electoral y tres trabajadores de la Comisión Electoral murieron en el acto cuando el coche en el que viajaban saltó por los aires por el impacto de una bomba.