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El silencio de Europa

Los Veintisiete se han escudado durante décadas en sus intereses energéticos, la lucha contra el terrorismo y la inmigración para obviar la represión en el norte de África

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Sobre el papel, la Unión Europea ha luchado durante la última década por los derechos humanos y las aspiraciones democráticas de los países del norte de África. De un vistazo a los acuerdos de asociación con Egipto, Túnez, Argelia o Marruecos el de Libia estaba en negociación se desprende una defensa cerrada de las "legítimas aspiraciones democráticas" de los ciudadanos de esos países, una expresión casi copiada de comunicado en comunicado desde hace un mes.

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En realidad, esa apuesta ha sido aplastada sin contemplaciones por las importaciones de hidrocarburos, la lucha contra el terrorismo y la inmigración ilegal y la liberalización comercial. Hasta el último minuto, los líderes europeos han agasajado con un lugar en la comunidad internacional a dictadores y líderes autoritarios de la región. Silvio Berlusconi, que firmó en 2008 en Bengasi el Tratado de la Amistad con Muamar Gadafi, fue el máximo valedor del dictador y sólo lo criticó cuando el Ejército comenzó a bombardear sin rubor a losmanifestantes.

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Hasta el último minuto, la UE ha agasajado a los dictadores árabes

De un Hosni Mubarak asediado por la Plaza de Tahrir, Berlusconi dijo que era "un hombre sabio" que mantendría al islamismo a raya. Nicolas Sarkozy, que pidió el viernes la marcha de Gadafi, ofreció en enero formación antidisturbios a la policía del presidente de Túnez, Zin el Abidin Ben Alí, asediado entonces por las protestas. La ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, alabó la semana pasada la "libertad de expresión" y la "normalidad democrática" que el rey Mohamed VI garantiza a los marroquíes, a los que permitió manifestarse trasver cómo Ben Alí y Mubarak se exiliaban.

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"La UE no elige a los gobernantes de esos países", razonó la jefa de la diplomacia española. Sin embargo, durante una década, la UE sí los eligió para hacer negocios y fortalecer las relaciones diplomáticas. Los países de la UE tienen en el norte de África a uno de sus principales proveedores de hidrocarburos. De todo el petróleo que importa Europa, el 20% procede de Libia y Argelia, según datos de la Comisión Europea. España importa el 46% de su gas de Egipto y Argelia, mientras que Italia compra otro tanto a Libia y Argelia.

El 46% del gas que importa España procede de Egipto y Argelia

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Desde 2003, cuando se anunció una nueva "política de vecindad", Bruselas ha firmado o reforzado acuerdos de asociación y convenios para la liberalización comercial que han abonado además la interdependencia económica en otros sectores. Esos vínculos explican por qué los países de la UE son los protagonistas del 70% de las importaciones y exportaciones de Túnez, y por qué Europa acapara el 60% de la inversión extranjera en Egipto.

Durante décadas, la estabilidad en el norte de África ha estado garantizada por longevos líderes que han salvaguardado los intereses económicos de Europa. Desde el 11 de septiembre de 2001, a los lazos económicos se sumó la cooperación contra el terrorismo. Hasta que se consumaron los efectos de la crisis económica, esa sintonía para garantizar la seguridad de Europa incluyó también el férreo control de las fronteras para prevenir la inmigración ilegal.

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Todas las ONG y organizaciones internacionales, como los órganos sectoriales de la ONU, coinciden en que los países de la UE han mirado para otro lado en vez de preservar los derechos humanos en la lucha contra el terrorismo o la inmigración ilegal. "Como para prestar mucha atención a la situación interna en estos países", ironiza Natacha Kazatchkine, investigadora de Amnistía Internacional en Bruselas.

Desde el 11-S, los regímenes ofrecen también cooperar contra el terrorismo

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"La UE ha diseñado una estrategia antiterrorista, pero en ninguna reunión ha tratado la legitimidad de las informaciones obtenidas mediante torturas", asegura. "Por la amenaza del terrorismo islamista, los Estados miembros han sido cada vez menos reticentes a devolver a sus países de origen a sospechosos de terrorismo sin probar su culpabilidad a sabiendas de que allí serían torturados", señala.

Estas prácticas le han costado a países como Italia, Suecia o el Reino Unido las reprimendas del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo o de la ONU. Desde el 11-S, diversas ONG internacionales han documentado la existencia de centros de detención ilegales y torturas en todo el norte de África. Desde Marruecos, que ha incrementado sus acciones contra grupos islamistas, hasta Egipto, aliado clave de Europa y EEUU como por su influencia estratégica en Oriente Medio.

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La UE ha repatriado a sospechosos de terrorismo, sabiendo que les torturarían

El caso de Libia muestra a la perfección el mimo de Europa por el doble juego. Por una parte, defiende los valores democráticos y no violentos. Por otra, los omite cuando hay otros intereses sobre la mesa. En 2003, Gadafi se responsabilizó del atentado de Lockerbie (Escocia) donde murieron 256 personas, aseguró renunciar a la beligerancia contra Occidente mantenida durante tres décadas y se ofreció a Europa como un aliado fiel contra el terrorismo.

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La UE recogió el guante, cortejó los recursos energéticos libios con visitas a Trípoli y reservó un espacio para la jaima del dictador en las capitales europeas. Ninguno de esos líderes defendió las "legítimas aspiraciones" democráticas de los libios, fuertemente reprimidas.

El acuerdo de asociación que desde 2008 negociaba la UE giraba en torno a tres pilares: las relaciones políticas, la energía y la inmigración. Los derechos humanos y la democratización tenían un peso irrelevante, como demostró la "agenda de cooperación" acordada como paso intermedio el pasado mes de octubre.

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El acuerdo que se negociaba con Libia incluía inmigración, energía y política

Entonces, el comisario de vecindad, Stefan Füle, aseguró en Trípoli que "las relaciones entre la UE y Libia se han desarrollado bien en los últimos tres años: compartimos intereses comunes en áreas como el comercio, la energía y la seguridad de África". La comisaria de Interior, Cecilia Malmström, añadió que "el desarrollo de la coperación con Libia en todas las dimensiones de las migraciones es una prioridad para la UE". Los derechos humanos no formaron parte del orden del día.

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Malmström participó esta semana en un Consejo de Ministros de Interior que debatió la posible oleada de inmigrantes del norte de África, vista como una amenaza por los países mediterráneos. Sin Ben Alí y probablemente sin Gadafi, Europa se enfrenta a un "éxodo de proporciones bíblicas", advirtió Roberto Maroni, ministro italiano, perteneciente a la xenófoba Liga Norte. Antes de las revueltas, numerosos acuerdos bilaterales con los países del norte de África incluían la colaboración en la protección de fronteras y la rápida repatriación de los inmigrantes ilegales.

El diálogo con Gadafi ha obviado la violación de los derechos humanos

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Aunque la UE tiene instrumentos para suspender sus estrictas normas sobre inmigración y asilo durante crisis como la actual, los 27 decidieron no aprobar ninguna medida hasta que lleguen a las fronteras comunitarias los entre 500.000 y 1.500.000 ciudadanos que espera Frontex, la agencia de fronteras.

La solidaridad de la UE con las "legítimas aspiraciones" de una vida mejor que tienen los pueblos sublevados fue resumida por el ministro húngaro, Sándor Pintér, en nombre de la presidencia de la UE. "No mentemos al demonio antes de que aparezca", aseguró.

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