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Semana Santa en Guatemala Viernes Santo a puñetazos en la "pequeña Hollywood" de Guatemala

Uno contra uno hasta que alguien caiga al suelo. Sin apuestas ni cuentas pendientes. Estas son las reglas de las peleas de Chivarreto, una tradición con un siglo de historia que se celebra todos los Viernes Santo en un pequeño municipio del noroeste de Guatemala.

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Semana Santa en Chivarreto, una aldea ubicada en el municipio San Francisco El Alto, departamento de Totonicapán | Oliver de Ros

Guatemala,

Ni procesiones ni Vía Crucis, puñetazos hasta que alguien caiga redondo. La Semana Santa es tiempo de tradiciones y en Chivarreto, una aldea ubicada en el municipio San Francisco El Alto, departamento de Totonicapán, al noroeste de la capital de Guatemala, la costumbre es subirse a un ring y darse de golpes con sus semejantes. Así lo hacen cada Viernes Santo, al menos, desde hace un siglo, aunque no hay constancia exacta de cómo se inició esta fiesta ni porqué. ¿Fue una disputa entre campesinos que se hizo tradición? ¿Una antigua modalidad del Villarriba versus Villabajo? ¿Un enfrentamiento a causa de la cosecha? Nadie lo sabe. Lo que ha quedado para la posteridad es la costumbre de luchas a pecho descubierto, uno contra uno, sin apuestas, que empieza a ser también un atractivo para forasteros.

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Guatemala es un país tremendamente religioso, como todo Centroamérica. Pero también tiene una cara iconoclasta. Es la que están dispuestos a partirse los vecinos de este pequeño municipio al que se conoce como "La pequeña Hollywood" por un cartel ubicado en un monte cercano. Imita el mítico letrero que anuncia la Meca del cine, los migrantes chivarretenses en Estados Unidos pagaron los materiales para que sus vecinos hicieran lo propio en tierras guatemaltecas. Hicieron falta sesenta hombres y una inversión de 11.000 euros para que ahora todo el mundo tenga claro dónde se encuentra al poner un pie en el municipio.

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Cartel ubicado en un monte cercano a Chivarreto que imita el mítico letrero que anuncia la Meca del cine | Oliver de Ros

Lo de las letras, en realidad, es lo de menos. Por lo que verdaderamente se conoce a esta pequeña aldea en todo Guatemala es por las vergueadas que se dan sus vecinos cada Viernes Santo.

Las reglas son sencillas. Pelan uno contra uno, sin límite de tiempo, hasta que alguno caiga, algo que suele ocurrir rápidamente. Es imprescindible que los combatientes tengan el mismo tamaño y que no se trate de un ajuste de cuentas, sino de una pelea genuina. Ya sabemos que Pueblo pequeño, infierno grande. Seguro que hay muchos pendientes por arreglar. Es posible que las luchas de Chivarreto naciesen así, como un modo de solventar los problemas entre vecinos, como un desfogue que evitase que las tensiones acumuladas fuesen a más.

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Antes las peleas se celebraban en el piso, en medio de un campo de fútbol de tierra. Pero ver a los púgiles a ras de suelo resultaba incómodo para los aficionados a los golpes. Así que la diáspora financió un ring, que fue instalado en 2014. Según explica Pedro Hernández, de 55 años, vocal del Consejo Comunitario de Desarrollo (Cocode, una de las estructuras organizativas de base que funcionan en Guatemala), el cuadrilátero mide diez metros por diez metros y se financió desde Estados Unidos. En total, la plataforma costó 80.000 quetzales (algo más de 9.000 euros) y los fondos llegaron desde Los Ángeles, donde se encuentra la mayor parte de la diáspora chivarretense.

Ring instalado en 2014 | Oliver de Ros

La migración tiene mucho peso en Chivarreto, como en toda Guatemala. Según José Gerardo Alvarado Slaj, alcalde del municipio, aproximadamente 7.000 personas originarias de la zona residen en Estados Unidos. Una cifra inmensa si se tiene en cuenta de que en Chivarreto y alrededores residen aproximadamente unos 15.000 vecinos. Apenas hay familia que no tenga alguien en Estados Unidos. La gran mayoría cruzó como "mojado", que es como se denomina a los migrantes que atraviesan irregularmente la frontera del norte. Quien logra juntar un dinero paga a un "coyote", una especie de guía que conoce el camino y, sobre todo, que paga a los carteles del narcotráfico que controlan las rutas. El precio oscila entre los 5.000 y los 8.000 dólares, e incluye tres intentos en caso de que te arresten en la frontera.

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Los pobres de entre los pobres se ven obligados a jugarse la vida por su cuenta

Los pobres de entre los pobres se ven obligados a jugarse la vida por su cuenta. Quienes tienen éxito son venerados como héroes. Las remesas, el dinero que envían los migrantes, constituyen más del 10% del PIB de Guatemala, según datos de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM). Las casas de los que tienen a alguien en el norte son un exceso: grandes, enormes, con banderas estadounidenses que dejan claro de dónde llega el dinero.

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Esta relación a distancia entre muchos chivarretenses y sus orígenes se comprueba en la pelea. La diáspora financió el ring como forma de sentirse más cerca de casa. Hay una cadena de televisión por cable que emite los combates para Estados Unidos. Entre el público hay muchos retornados, gente que, tras muchos años, logró regularizar su situación en el norte y ahora puede regresar a casa en avión para visitar a sus familiares. Son los héroes de la migración.

Las reglas: Siempre será uno contra uno; no se permiten menores; no se permite el uso de anillos o alhajas; No puede haber apuestas

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Regresemos, sin embargo, a lo importante, a los golpes. La pelea comienza pasadas las dos de la tarde. Sobre el cuadrilátero, autoridades varias, el speaker, que no dejará de narrar la velada en ningún momento, y el árbitro. A él le corresponde escoger a los púgiles que se darán de puñetazos. Para ese momento el calor es asfixiante. Cientos de personas rodean el ring en ambiente de picnic familiar. Hay una carpa en la que pueden comprarse refrescos, chucherías y cerveza, mucha cerveza. Solo un inconveniente: está caliente. Cerveza caliente bajo el sol. Planazo.

Cientos de personas rodean el ring en ambiente de picnic familiar | Oliver de Ros

Las reglas son sencillas. Siempre será uno contra uno. No se permiten menores. No se permite el uso de anillos o alhajas. No puede haber apuestas. Un tema importante: está prohibido subir en estado de ebriedad, aunque esta regla no es inviolable. Hay quien salta al cuadrilátero con un inequívoco olor a licor. Al menos es importante que el boxeador pueda mantenerse en pie. Básicamente, por la emoción de la pelea. No tiene gracia pegarse con un beodo que apenas puede mantenerse en pie.

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Los púgiles se arremolinan en dos extremos del ring, suplicando para ser escogidos. Hablan indistintamente en castellano y quiché, uno de los 23 idiomas maya existentes en Guatemala. Algunos, incluso, mezclan el inglés. Son los deportados. Los que aguantaron en Estados Unidos. Saltan, gritan, se muestran retadores. Es como un concurso en el que uno gana el derecho a partirse la cara ante cientos de personas.

Los púgiles se arremolinan en dos extremos del ring, suplicando para ser escogidos | Oliver de Ros

El escogido sube al ring, lo atraviesa, y se acerca al extremo contrario. Ahí, entre la masa, entre jóvenes que se empujan levantando la mano, está el elegido, el tipo con el que va a reventarse a golpes. Por fin se decide. Y el honrado sube al cuadrilátero. Ya están preparados. Uno contra uno. El árbitro en medio. La mayor parte de estos jóvenes son agricultores de la zona. Tienen brazos fuertes y manos enormes. Pero eso no te garantiza saber pegar. En especial, si te has tomado unas cervezas para envalentonarte.

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Durante cerca de cuatro horas, esta dinámica se repite. Puñetazos, golpes, directos, ganchos. Nada de patadas ni malas artes. Se trata de algo muy atávico, muy humano, pelear por el gusto de hacerlo. Todos los combates suelen terminar con un abrazo entre los púgiles.

Pelan uno contra uno, sin límite de tiempo, hasta que alguno caiga | Oliver de Ros

Seis de cada diez guatemaltecos viven en condiciones de pobreza, según datos del Banco Mundial. En esta zona, la escasez es todavía mayor: casi el 80% de los habitantes de Totonicapan sobrevive en condiciones miserables. Muchos de los que hoy pelean es posible que mañana tengan que emigrar. Marcharse es la única alternativa que encuentran cientos de miles de guatemaltecos ante la falta de oportunidades. Sin embargo, hoy toda evadirse de todo eso. Y el mejor modo en Chivarreto es darte puñetazos contra tu vecino. Mañana será otro día y el cuadrilátero no volverá a ser instalado hasta el año siguiente.

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