Sarkozy pone como avalista a Zapatero
El presidente francés alega que cuenta con el apoyo de España e Italia para su política de mano dura con la inmigración
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El presidente frances, Nicolás Sarkozy, se jactó ayer ante casi 600 periodistas de todo el globo de contar con el apoyo de España e Italia para instaurar una política común europea en materia de inmigración caracterizada por la mano dura, las expulsiones masivas y la negativa a conceder papeles en regla a los inmigrantes indocumentados procedentes de países del Sur. Así lo afirmó el presidente francés en el transcurso de una megaconferencia de prensa celebrada en la sala de fiestas del Elíseo con motivo de los Voeux à la Presse (felicitaciones de año nuevo a la prensa).
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Sarkozy afirmó que "hace un mes" -probablemente durante el encuentro de Roma- tanto el primer ministro italiano, Romano Prodi, como el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, le afirmaron que "nunca más procederán a regularizaciones masivas" de extranjeros sin papeles. Lo que Sarkozy llama "regularizaciones masivas" son en realidad las operaciones que tanto Gobiernos franceses como italianos y españoles han efectuado en varias ocasiones para otorgar papeles a inmigrantes residentes en Europa obligados a vivir en la clandestinidad.
Desde el Ministerio de Interior en años precedentes, Sarkozy había estimado que Francia era el destino final de muchos inmigrantes regularizados por España o Italia y que por ello salía perjudicada.
Popularidad en picado
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El presidente francés, cuya cota de popularidad cayó en picado a primeros de enero, especialmente entre las clases populares de edad avanzada, fue bastante más lejos en su búsqueda de aval europeo y añadió: "¿Saben qué me han pedido los dos? (Zapatero y Prodi) Que Francia, Italia y España procedan con expulsiones colectivas". Antes de añadir: "¿Lo que hacen los socialistas italianos y los socialistas españoles no creen que debe hacerlo Francia?" .
Con esas declaraciones, el presidente intenta valerse del aval de sus colegas para su particular política, que conlleva deportaciones masivas, incluidos niños enfermos y escolarizados en Francia. Sarkozy ha impuesto el principio de expulsar con objetivos concretos -25.000 este año- y sin miramientos o exámenes de los casos particulares. Obtener el asentimiento, por pasiva o por activa, de Zapatero y Prodi es capital para él, ahora que, según los sondeos, el voto zombie de Le Pen empieza a huir de Sarkozy.
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Pero el presidente también necesita ese plácet porque asumirá las riendas de la Unión Europea en el segundo semestre de 2008, con la intención de imponer un consenso a escala europea calcado de su propia política de expulsiones y mano dura con los inmigrantes. Un primer test de resbalones tendrá lugar mañana, con motivo de la cumbre hispano-francesa de París y los preparativos de una declaración común sobre inmigración.
Los avales de Roma y Madrid que Sarkozy se autoconcedió no bastaron. El presidente cubrió su acción con otro concepto paraguas: la "política de civilización", tomada prestada del sociólogo y filósofo Edgar Morin.
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En el marco de esa política, el presidente enumeró hasta once prioridades, de manera algo imprecisa. Entre ellas, reiteró muchas de sus promesas, en particular sobre el poder adquisitivo, que de momento no aumenta. Se abstuvo de mencionar la reforma de las pensiones de jubilación, que hasta ahora era su principal caballo de batalla. Y en ocasiones, llegó a hablar, de la necesidad en política "de amor, de respeto y de lo que es bello".
La conferencia de prensa fue otra demostración del innegable magnetismo mediático de un presidente que maneja a la perfección la mímica y los gestos ante los proyectores. Sólo observándole a trois-quarts profil, desde detrás del pupitre, se puede ver que se aupa nervioso sobre sus talones excesivos para apoyar sus declaraciones.