Al general Ratko Mladic le gustaba definirse como 'un hombre normal que defiende a su pueblo'. Y lo hacía en pleno asedio de Sarajevo, quizás al mismo tiempo que ordenaba a sus hombres que llevaran a los musulmanes bosnios 'al borde de la locura', como quedó registrado en una grabación en poder del Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia (TPIY).
Mladic, un hombre de guerra que nació en plena contienda mundial, en 1942, encontró en el sueño nacionalista de la Gran Serbia (la idea de unificar bajo un único Estado a todos los territorios donde vivieran serbios), el marco ideológico para saciar su sed de venganza. Su guerra contra los 'turcos', como llamaba con desprecio a los musulmanes bosnios, fue ante todo una cruzada personal; un ajuste de cuentas con su infancia.
Ordenó el terrible asedio de Sarajevo, donde perecieron 12.000 personas
Nacido en la aldea bosnia de Kalinovik, el hombre a quien se considera uno de los mayores criminales de guerra desde la II Guerra Mundial quedó huérfano a los dos años cuando su padre, un partisano comunista, cayó abatido por los Ustachi, batallones de croatas y musulmanes que apoyaron a los nazis. Mladic utilizó su orfandad para justificar su odio a los 'turcos'. 'Mi hijo ha sido la primera generación de mi familia que ha conocido a su padre', le confió un día a un oficial de la ONU.
Esta herida personal, agravada por el delirio de que los musulmanes pretendían expoliar los supuestos derechos históricos de los serbios en Bosnia (el 30% de la población), le dio carta blanca para la atrocidad. Su ascenso en el escalafón militar le proporcionó el poder que necesitaba para consumar su venganza.
En mayo de 1992, tras la secesión de Bosnia de Yugoslavia, los serbios que habían proclamado la República Serbia de Bosnia, liderada por Radovan Karadzic, decidieron crear un Ejército y poner a Mladic al mando.
Se aseguró de que en Srebrenica murieran todos los varones musulmanes: 8.000
Sus fuerzas tardaron poco en ocupar el 70% de Bosnia. Casi inmediatamente, el Ejército serbobosnio cercó la capital, Sarajevo. Por órdenes de Mladic, la ciudad quedó aislada, sin agua ni electricidad. También por instrucciones directas suyas, recogidas en las grabaciones en poder del TPIY, sus hombres bombardearon los barrios musulmanes y apostaron francotiradores en las azoteas. En cuatro años de asedio, 12.000 personas murieron asesinadas; 1.500 eran niños.
Su fama de carnicero ya era notoria en 1994, cuando su hija Ana, de 22 años, se pegó un tiro con la pistola de Mladic. Una de las teorías sobre este suicidio asegura que la joven acababa de leer un articulo que describía a su padre como un criminal.
Para entonces, la OTAN había empezado los bombardeos en Bosnia. El 11 de julio de 1995, Mladic entró en Srebrenica, teóricamente protegida por la ONU. Allí, ante la pasividad de los cascos azules holandeses, sus hombres separaron a los hombres musulmanes de las mujeres y los niños menores de 12 años. Todos los varones que superaban esa edad, unos 8.000, fueron masacrados. Estaban desarmados. Según testigos del TPIY, Mladic supervisó personalmente los fusilamientos.
Srebrenica selló su destino. Ese mismo año, el Tribunal de La Haya le imputó 15 cargos de genocidio, crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra. EEUU ofreció cinco millones de dólares por su captura. De nada sirvió. Es un secreto a voces, confirmado por la exfiscal del TPIY, Carla del Ponte, que tras la guerra Mladic vivió protegido por las autoridades serbias, en un barrio residencial de Belgrado. Se cree que después se refugió en una base militar.
Del Ponte aseguraba que, hasta 2006, las autoridades serbias conocían su paradero pero 'no estaban listas para entregarlo'. Serbia incluso reconoció haber pagado una pensión a Mladic hasta noviembre de 2005. Ahora, enfrentada al dilema de entregar al general o bien renunciar a la Unión Europea, Serbia parece haber optado por renegar al fin del siniestro legado de Ratko Mladic.
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