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Rousseff: "Siento el gusto áspero y amargo de la injusticia en la boca"

La presidenta brasileña se defiende ante los 81 senadores que la han llevado al banquillo de los acusados en un polémico juicio político. La mandataria asegura que está allí “no para defender su mandato sino para defender la democracia del país”.

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La presidenta suspendida de Brasil, Dilma Rousseff, durante su comparecencia en el Senado. - EFE

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BRASILIA.- A las 09.44 horas (hora local) de este lunes Dilma Rousseff entró en el Senado Federal de Brasilia para hacer su defensa en el juicio político abierto contra ella. La causa está basada en una acusación de crimen de responsabilidad por haber firmado tres decretos presupuestarios donde maquilló las cuentas del Gobierno para poder solicitar nuevos créditos a los bancos sin haber devuelto los préstamos anteriores. Estas serían lo que en Brasil se conoce como “pedaladas fiscales”, un delito de maquillaje de cuentas. Sin embargo, este juicio del que hace días que se conoce el resultado, se ha convertido en un proceso simbólico en el que se pone en cuestión la democracia del país y el uso de instrumentos constitucionales para sacar a la presidenta Rousseff del poder.

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El discurso de la presidenta fue contundente. No hubo las habituales frases inconexas, ni confusiones. Todo lo contrario. Rousseff fue clara, transparente y dijo que llegaba con “la conciencia completamente tranquila” para dirigirse a los 81 senadores. “Vengo aquí para mirarlos directamente a los ojos: no he cometido ningún crimen de responsabilidad”.

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El expresidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva escucha la comparecencia de Dilma Rousseff.- REUTERS

Dilma Rousseff apeló a la historia de Brasil, un país que acarrea muchos más años de dictaduras que de régimen democráticos. Recordó el golpe que sufrió Getúlio Vargas, los intentos fallidos contra Juscelino Kubitschek y el golpe definitivo de João Gulart que trajo el último golpe de Estado de Brasil en 1964. Utilizó esa retórica para decir que siempre fueron “las élites brasileñas” las responsables de poner en jaque a la democracia, y dijo que “no estaba interesada en defender su mandato, pero sí la democracia del país”. También reconoció que había “contrariado los intereses de los poderosos y he pagado un alto precio”. Ese sería uno de los motivos por los que, a juicio de la mandataria, la democracia brasileña sufre una “violencia moral bajo pretextos constitucionales”. Fue así como definió este juicio político e insistió: “Buscan pretextos legales para el mundo de las apariencias, pero esconden el mundo de los hechos”.

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