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Una revolución en la política tradicional

El candidato verde, con el pacifismo como bandera, ilusiona a los jóvenes

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Excéntrico y con aire de despistado, el fenómeno electoral de las presidenciales colombianas es un matemático y filósofo de 58 años, hijo de inmigrantes lituanos, que está avalado por su buena gestión al frente de la Alcaldía de Bogotá, capital que transformó con cultura y métodos nada ortodoxos para fomentar el civismo, como el uso de mimos.

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Dicen de él que es creativo y exigente. Quienes le apoyan no ven en él la solución a todos los problemas pero sí el comienzo del "cambio de mentalidad" que Colombia necesita. Él admite que "en la cancha de la política tradicional" no tiene nada que hacer, pero es precisamente su estilo nada convencional lo que ha encandilado a la juventud urbana y a la gente satisfecha con la mejora de la seguridad en las ciudades que ha significado la era Uribe pero hastiada de los atropellos a los derechos humanos que la han acompañado.

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Su objetivo de "construir sobre lo logrado" envía un mensaje de continuidad a los votantes de Uribe, pero él promete buscar el fin de las FARC "limpiamente", respetando la legalidad. Su campaña, fresca y participativa, y con las redes sociales en Internet como uno de sus ejes centrales, ha disparado su popularidad.

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