El referéndum inaugura el debate sobre la monarquía en Marruecos
Al pedir el 'sí' a la reforma constitucional, Mohamed VI se ha situado en el centro del debate político del país
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A un lado, dos centenares de marroquíes, dignos y heterogéneos, pidiendo dignidad, una Constitución democrática y un "Parlamento de verdad". Al otro, un puñado de macarras, sucios y malencarados, agarrándose los genitales con la mano y haciendo gestos obscenos desde el techo de una furgoneta en dirección a las mujeres que participaban en la manifestación convocada en la plaza de Bab el Had de Rabat por el Movimiento 20 de Febrero, promotor de las manifestaciones democráticas en Marruecos.
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En medio de los dos grupos, los antidisturbios, que ayer, víspera del referéndum sobre la reforma constitucional otorgada por Mohamed VI, se interpusieron entre quienes piden el boicot a la nueva Carta Magna, cuya reforma califican de "cosmética", y los autodenominados "monárquicos".
El gran desafío del régimen es evitar la abstención hoy, pues el 'sí' se da por hecho
Unos supuestos defensores de la nueva Constitución que se dedicaron a escupir a los jóvenes del 20 de Febrero mientras sostenían fotos del rey Mohamed VI . "¿Se da cuenta usted del tipo de gente al que está pagando el régimen para defender su Constitución?", preguntaba Abdelilah,un joven que había acudido a la manifestación.
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La escena de ayer ha tenido precedentes similares pero aún más bochornosos, con opositores golpeados y monárquicos tirándoles huevos, durante la que ha sido la campaña para un referéndum constitucional más breve de la historia de Marruecos: diez días. Un plazo exiguo para explicar 180 artículos a un pueblo que aún arrastra la lacra de un 48% de analfabetismo.
En estos días, el Estado ha desplegado todos los medios a su alcance para pedir el sí a una reforma que el soberano marroquí presentó el 17 de junio en un discurso televisado. Se cerraban así más de tres meses de trabajo de una comisión constitucional, cuyos miembros fueron elegidos por el rey. El resultado ha sido una Carta Magna que mantiene casi en su totalidad los cimientos del sistema: el monarca no sólo reina sino que sigue gobernando.
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El boicot que pide el 20-F sólo es apoyado por cuatro pequeños partidos de izquierda
Pero ese día el rey hizo algo más: aseguró que él votará sí y con ello propició lo que el periodista y analista político Khalid Jamai define como un "gran error": situar "al rey y al papel de la monarquía en el centro del debate político".
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"Cuando el rey dijo que él votaría sí a la Constitución, lo que transmitió fue que quien vote no o se abstenga votará contra él. De esta forma, el referéndum sobre la Constitución se ha transformado en una consulta sobre la institución monárquica", asegura Jamai.
Un dato apoya su afirmación: mientras en las manifestaciones del 20-F las consignas van contra un texto al que se describe como una mera continuación de la Carta Magna de 1996, los manifestantes que piden el voto positivo corean eslóganes en defensa del soberano ("Mohamed VI es nuestro único rey"), como si el punto principal del referéndum fuera el monarca. Los opositores a la nueva Constitución han dejado de lado los eufemismos con los que antes se hablaba de la monarquía: las alusiones genéricas al "poder" o al "régimen" han dado paso a alusiones directas al soberano y a las enormes atribuciones que hacen de esta monarquía un sistema autoritario con espacios de libertad acotados.
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Ese "tabú que se ha roto", dice Jamai, explica el nerviosismo del régimen por lograr en el referéndum de hoy, no ya el sí, que se da por hecho, pues quienes se oponen a la Carta Magna piden el boicot, sino una alta tasa de participación que la dote de legitimidad.
"El desafío no será lograr el sí, sino la participación. En todo caso, el poder ha perdido: pues si hay mucha participación, la gente creerá que ha habido fraude, mientras que si es muy baja, será un mazazo para la monarquía", asegura el analista marroquí. El departamento marroquí de Interior informó, antes de que el rey pronunciara su discurso sobre la Constitución, de un sondeo realizado por el propio ministerio en el que el 80% de los marroquíes afirmaba su intención de aprobar la reforma.
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Amina Bouayach formó parte de la Comisión que elaboró la nueva Constitución. Bouayach, presidenta de la Organización Marroquí de Derechos Humanos, da por hecho que la Constitución será aprobada pues, según "las conversaciones" que ha tenido con la gente de su entorno, el sí "goza de más respaldo popular".
Esta activista de Derechos Humanos define el Movimiento 20 de Febrero como "conservador" y asegura que su llamamiento al boicot "no convence" . La postura de la organización juvenil sólo ha sido respaldada por cuatro pequeños partidos de la izquierda radical, el Congreso Nacional Unificado, el Partido de la Vanguardia Democrática y Social, la Vía Democrática y el Partido de la Izquierda Unificada, así como por el sindicato Confederación Democrática del Trabajo (CDT). También los islamistas del principal movimiento de esta tendencia en Marruecos, el ilegal pero tolerado Justicia y Caridad, han instado a sus seguidores a volver la espalda a las urnas.
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Para Bouayach, los militantes del 20 de Febrero son "minoritarios". Khalid Jamai no mira tanto los números como la repercusión de una tendencia que cree "irreversible": "Si 2.000 o 3.000 personas están dispuestas a salir a la calle sabiendo que los van a apalear, ¿cuántas saldrían si en este país no hubiera represión? Los demócratas hemos ganado ya esta batalla, pues incluso si sólo se abstuviera un 2% o un 3% de la población, ahora quedará claro que ese porcentaje se opone a la monarquía". Personas como Hakim Sikouk, fundador del 20 de Febrero, que dice sin ambages a este diario que el rey "es un obstáculo para la democracia".
¿Hay avances en la nueva Constitución?
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Sí, el texto refuerza los poderes del jefe del Gobierno, que deberá ahora ser elegido entre las filas del partido más votado, y reafirma el sometimiento de las leyes marroquíes a los derechos humanos y a principios como la prohibición de la tortura. Sin embargo, estos avances se ven eclipsados por los enormes poderes que conserva el soberano, cuya figura ya no es considerada "sagrada", pero sigue siendo "inviolable" (como el rey de España) y, por lo tanto, sigue estando por encima de la ley.
¿El reparto de poder cambiará en Marruecos?
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No de forma significativa. La arquitectura institucional del régimen se mantiene intacta: el rey conserva un derecho de tutela sobre las decisiones y nombramientos del Ejecutivo por la vía de su presidencia del Consejo de Ministros, el máximo órgano de poder ejecutivo del país. El primer ministro marroquí sólo podrá presidir esta instancia por delegación del monarca y siguiendo un orden del día aprobado por el soberano. Mohamed VI conserva también el poder de destituir a cualquier ministro y de disolver las dos cámaras del Parlamento.
¿El rey seguirá siendo el líder religioso?
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Sí. La Carta Magna reformada refuerza el liderazgo religioso del rey, que sigue siendo el Comendador de los Creyentes y, por lo tanto, preside el Consejo Superior de los Ulemas, que se eleva ahora a institución constitucional. El soberano puede legislar en el ámbito religioso mediante los dahir' (decretos).
¿Es cierto que el nuevo texto consagra la separación de poderes?
No. La Constitución menciona la consagración de la separación de poderes, pero la realidad es que el rey conserva la última palabra también sobre el poder judicial. Mohamed VI preside el Consejo Superior del Poder Judicial, puede decretar amnistías y nombra al presidente delegado de este organismo, así como a otros ocho de sus 20 miembros. También puede declarar, con un dahir', el estado de excepción y de urgencia. El soberano designa, a su vez, a seis de los 12 magistrados del Tribunal Constitucional.
¿Qué sucede con el poder militar?
El rey sigue siendo el jefe supremo de las Fuerzas Armadas y supervisa los servicios de seguridad y de inteligencia a través de un órgano consultivo de nueva creación, el Consejo Superior de Seguridad, cuya presidencia se ha reservado. Mohamed VI nombra a todos los altos cargos militares. De esta forma, no sólo se mantiene el poder del soberano sobre el aparato militar y de seguridad, sino que incluso se refuerza.