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Rechazo, agresiones e incertidumbre, la nueva vida de los refugiados de Calais

Rechazo de la población local

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Refugiados jugando a las cartas en el centro de acogida de Saint-Brevin

SAINT-BREVIN (FRANCIA).- Tras haber pasado nueve meses en la Jungla de Calais, Hamid, 25 años, ha empezado una nueva vida en el centro de acogida y orientación de inmigrantes (CAO) de Saint-Brevin, una pequeña localidad de poco más de 12.000 habitantes, a 50 km de Nantes, en el noroeste de Francia.

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Hamid es uno de los 6.000 refugiados que se acogieron al plan de evacuación de la Jungla de Calais, el mayor campamento improvisado de inmigrantes de Europa, desmantelado a finales de octubre por el gobierno francés. Junto con otros 46 jóvenes afganos, sudaneses y eritreos, llegó el lunes de la semana pasada al centro de acogida de Saint-Brevin.

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Sala de juegos para los refugiados en el centro de acogida de Saint-Brevin.

“Aquí la vida es mucho mejor que en Calais. Tenemos una habitación propia y conexión a Internet, asegura Nasir Amiri, 28 años. Vivir en Calais era como vivir encerrado en una prisión. No había ningún tipo de seguridad”.

Rechazo de la población local

Esta mejora evidente de las condiciones de vida contrasta con el rechazo feroz de una parte de la población de Saint-Brevin. Cuando el Ministerio del Interior anunció en septiembre el nombre de esta localidad entre aquellas que acogerían uno de los 450 CAO a los que serían destinados los habitantes de la Jungla —283 de los cuáles fueron abiertos de forma urgente—, las autoridades locales se opusieron de inmediato. El alcalde de Saint-Brevin, el conservador Yannick Haury, calificó de “excesivo” el hecho que su localidad de más de 10.000 habitantes acogiera a 70 hombres solos, sin familia, según informó el diario regional Ouest-France.

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Refugiados en el centro de acogida de Saint-Brevin

Estos sucesos ilustran la crispación social con la que se vive la cuestión sobre los refugiados en Francia, un país duramente golpeado por el terrorismo yihadista y en el que las cuestiones identitarias acaparan el debate político. Según un sondeo publicado por la cadena de televisión BFMTV, el 57% de los franceses se oponen a la llegada de inmigrantes y solicitantes de asilo.

“No tengo miedo a las posibles agresiones”

“Los disparos en la fachada del centro han conmovido una buena parte de los habitantes de Saint-Brevin”, explica Mathieu Lasierra, asistente social en el CAO. Desde que los inmigrantes llegaron al centro, “las únicas reacciones que hemos tenido han sido positivas. Han venido personas para regalarles pasteles, flores o bicicletas o para ofrecerse como voluntarios para impartir clases de francés”. Incluso el alcalde de la ciudad “vino a saludar a los inmigrantes el día de su llegada”, afirma Irène Petiteau, presidenta de la asociación Trajet, encargada de gestionar el centro.

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Papel manuscrito por un refugiado en el centro Saint-Brevin

Pese al optimismo de los responsables del centro, pocos días después de la llegada de los inmigrantes “hubo un grupo de hombres que vinieron por la tarde y nos insultaron”, explica Hamid. El centro Saint-Brevin cuenta, de hecho, con un policía que vela cada noche por su seguridad y está siempre en contacto con la gendarmería (policía militar). “No tengo miedo ante las posibles agresiones de la población local”, afirma Nasir Amiri. Sus mayores preocupaciones son, en cambio, aprender a hablar francés y que acepten su petición de asilo en Francia.

El largo proceso de asilo

Las autoridades francesas prevén que los inmigrantes de Calais residan en los centros de acogida durante sólo un mes

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Las autoridades francesas prevén que los inmigrantes de Calais residan en los centros de acogida durante sólo un mes. Es decir, el tiempo necesario para que recuperen un buen estado de salud y que su petición de asilo sea tramitada. El 70% de los residentes en la Jungla que solicitan el asilo obtienen una respuesta positiva, según la Oficina francesa de protección de refugiados y apátridas (OFPRA). No obstante, la llegada masiva de refugiados en Francia durante este año —la OFPRA estima que vendrán cerca de 100.000, una cifra récord para el país— dificultarà una gestión rápida y eficaz de todas las demandas.

 

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