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Lo que se quema con fuego debe curarse con fuego

El Dalai Lama cree que los tibetanos sólo lograrán el autogobierno deseado dialogando con China

ANDREA RODES

La primera vez que el Dalai Lama vio un mapa de Europa fue durante la II Guerra Mundial y Alemania e Italia le despertaron simpatía. 'Parecían países tan pequeños al lado de Francia, Inglaterra y América', dice el Dalai Lama al periodista norteamericano Thomas Laird, en el libro Historia del Tíbet. Conversaciones con el Dalai Lama. Tenía entonces diez años y vivía en el majestuoso monasterio de Potala, en Lhasa, la capital de Tíbet, donde un grupo de monjes aislados del mundo se ocupaban de su educación.

El niño elegido para ser la 14ª reencarnación del Dalai Lama, el líder político y espiritual del Tíbet, estudió los fundamentos del budismo pero nunca recibió lecciones de historia o de política internacional. Sus primeros contactos con el mundo exterior fueron gracias a los barrenderos del palacio -los únicos amigos del pequeño Lhamo Dhondup, su nombre real, arrancado de su hogar familiar a los dos años- y a las revistas extranjeras, a las que era muy aficionado. En la revista americana Life descubrió en 1949 que los comunistas habían ganado la guerra en China, explica Laird. Un hecho que cambiaría el rumbo de la historia del Tíbet, independiente desde 1911, y que obligaría al joven Dhondup a aprender política exterior a marchas forzadas.

La llegada del Ejército comunista al Tíbet en 1950 con la intención de liberar al reino del feudalismo y de las fuerzas imperialistas supuso un nuevo reto para el Dalai, consciente de la necesidad de reformar y modernizar su país. De niño, observaba con un telescopio, escondido en el tejado de Potala, la discriminación y la injusticia social en las calles de Lhasa. Anexionarse a China, un país que abanderaba los ideales comunistas, podía ser ventajoso para Tíbet, a pesar del malestar social que despertó la ocupación china.

Ese año, Pekín forzó a una delegación del Gobierno de Lhasa a firmar los Acuerdos de los diecisiete puntos, o de Liberación pacífica, en los que se reconocía la incorporación del Tíbet a la República Popular China, pero se garantizaba el respeto a sus instituciones políticas y sociales. En la práctica, los comunistas no cumplieron los acuerdos.

Cooperación

La ocupación militar china aumentó el desequilibrio social en una región sumida en la pobreza. El Dalai trató de contener la violencia y promovió la cooperación con China. 'Lo que se quema con fuego debe curarse con fuego', dice el proverbio tibetano al que recurrió para explicar a su gente que si el problema venía de China, la única manera de solucionarlo sería dialogando con ella.

La situación empeoró y el Dalai Lama no pudo contener más las revueltas. En 1959, después de consultar el oráculo sagrado, se exilió a la ciudad india de Dharamsala, estableciendo allí un Gobierno en el exilio. Desde entonces, es visto por Pekín como un traidor. 'Estoy decidido a ganar la independencia del Tíbet, pero el requisito inmediato es detener la violencia sangrienta', dijo en su primer encuentro con el presidente indio Nehru. Tenía 24 años.

A pesar de la continua represión del Ejército chino en los años siguientes, el Dalai se resistió a recurrir a la violencia.  En 1989, recibió el premio Nobel de la Paz por defender siempre el principio pacifista. Sus deseos de independencia, en cambio, se han ido convirtiendo en una aspiración por conseguir más autonomía política y cultural dentro de China.

Consciente de su avanzada edad, 'el camino intermedio' es una estrategia para acercarse a Pekín y conseguir regresar a su tierra, donde es visto como un dios viviente, antes de que sea demasiado tarde.

En junio de 1988, el Dalai Lama compareció ante al Parlamento Europeo en Estrasburgo para declarar por primera vez que estaba dispuesto a negociar la autonomía del Tíbet. Un año después, el gobernador de Tíbet y actual presidente chino, Hu Jintao, decretó la ley marcial después de que el Ejército aplastara de manera sangrienta la rebelión popular.

El pragmatismo del Dalai ha sido desoído en Pekín y ha creado frustraciones en el exilio tibetano. Grupos como Tibetan Youth Congress o  rechazan el 'camino intermedio' y defienden la independencia del Tíbet y la confrontación directa con China. 

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