"Muchos presos de Guantánamo no sabían nada de Al Qaeda"
Los interrogatorios bajo tortura de los reos no sirvieron para obtener datos que evitaran atentados posteriores
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Guantánamo no ha servido para nada. Ni para saber lo que pasó (antes del 11-S) ni para prevenir atentados posteriores como los de Ryad, Casablanca y Madrid". Mohamed Darif se muestra tajante. Este profesor de la universidad Hassan II de Mohammedia, experto en terrorismo, no alberga la menor duda de que el encierro y los interrogatorios a los que se ha sometido a las cerca de 800 personas que han pasado por Guantánamo no han ofrecido información significativa sobre el terrorismo islámico.
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En lo que atañe a España y Marruecos cuyas redes terroristas parecen estar íntimamente ligadas nada ha trascendido. Tampoco acerca del Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM), organización en la órbita de Al Qaeda a la que se considera responsable de los atentados de 2003 en Casablanca y de los del 11 de marzo de 2004 en Madrid.
Las conexiones entre los autores e ideólogos de ambos atentados, y de los dos grupos con la célula española de Al Qaeda, dirigida por Imad Eddin Barakat Yarkas, alias Abu Dahdah implicado también en el 11-S, parecen fuera de toda duda.
Jamal Zougam, uno de los autores materiales del 11-M, conocía a Abu Dahdah y asistía en Tánger a los sermones del imán radical Mohamed Fizazi, condenado a 30 años de cárcel por los atentados de Casablanca. En sus viajes a Alemania, Fizazi predicaba en la mezquita de Hamburgo, de la que era asiduo Mohamed Atta, el líder de los terroristas del 11-S.
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Otro de los conocidos de Zougam, Salaheddin Benyaich, está también preso en Marruecos por los atentados en su capital económica.
Benyaich es un marroquí afgano. Así se conoce a los marroquíes que, desde la época de la invasión soviética en adelante, acudieron a Afganistán o bien para entrenarse y enrolarse en la yihad, o bien porque estimaban que el régimen taliban era el único que respetaba la sharía, la ley islámica.
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El informe Modelos del Terror Global del Departamento de Estado norteamericano atribuía a la primera generación de marroquíes afganos, los que lucharon contra la invasión soviética, la fundación en los años noventa del GICM. Pero, al menos que se sepa, ninguno de los reclusos de Guantánamo de los que la inmensa mayoría fueron detenidos en Afganistán ha aportado datos sobre este grupo ni sobre las otras células terroristas que supuestamente operan en España.
Mohamed Darif recuerda además que "no todos los árabes que estaban en Afganistán tras el 11-S eran terroristas".
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"Después de los atentados de Nueva York, se creó un consenso entre los afganos hostiles a los talibanes y, sobre todo, entre los paquistaníes de que la culpa de sus problemas la tenían Al Qaeda y los árabes", explica.
"Esta es la razón por la que el Ejército y los servicios secretos paquistaníes entregaron a los norteamericanos a cientos de árabes presentándolos como combatientes enemigos: muchos eran inocentes", prosigue el especialista.
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"Guantánamo no ha servido para nada porque simplemente muchos de sus presos no sabían nada de Al Qaeda".
Darif pone el ejemplo del marroquí AbdellahTabarak, entregado a Rabat tras pasar varios años en Guantánamo. De él "se llegó a decir que era el guardaespaldas de Bin Laden, sólo porque había trabajado en una de sus empresas".
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El que estas personas comulgaran con el ideario fundamentalista "no justifica su detención, pues no se puede encarcelar a alguien sólo por sus ideas", zanja.
Hamed Abderraman Ahmed, Hmido, el único ex preso español de Guantánamo, sostiene que ése es su caso.
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Este joven, originario del degradado barrio ceutí del Príncipe, viajó a Afganistán en 2001 para unirse a los talibanes pero no a Al Qaeda y vivir de acuerdo con su fe.
Tras el 11-S, la Policía paquistaní lo detuvo en la frontera y lo entregó a los norteamericanos. A principios de 2002, fue recluido en Guantánamo, de donde salió dos años más tarde a petición de España.
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Una historia no muy diferente de la de Lahcen Ikassrien, un marroquí que llevaba varios años en España cuando, tras viajar a Afganistán, fue capturado por la Alianza del Norte, enemiga de los talibanes, que lo entregó a los EEUU. Llegó a Guantánamo con una pulsera en su muñeca en la que un soldado había escrito "animal número 64".