En la víspera del aniversario de la guerra entre Georgia y Rusia la tensión ha vuelto a aumentar en la volátil región del Cáucaso. Moscú y Tiflis, en sendos comunicados, volvieron ayer a echarse la culpa el uno al otro por haber provocado el conflicto que terminó con una victoria avasalladora de las tropas rusas y la declaración de independencia de las regiones rebeldes de Osetia del Sur y Abjasia.
En las calles de Tiflis las protestas contra el presidente georgiano, Mijaíl Saakashvili, pierden fuelle un año después de la guerra que pilló por sorpresa a un mundo concentrado en los Juegos Olímpicos de Pekín. En otros países, una guerra perdida sería motivo suficiente para desalojar a un presidente del poder. No así en Georgia, donde el Gobierno cultiva el papel de víctima de una Rusia imperialista, mientras la televisión conjura el peligro de una nueva guerra y las tendencias autoritarias persisten.
Irakli Alasania, representante georgiano en la ONU durante la guerra, regresó a su país a finales del año pasado y es hoy la cabeza más visible de la oposición. Acusa a Saakashvili de haber caído en una trampa tendida por Rusia en la noche del 7 al 8 de agosto de 2008. De la cronología de los acontecimientos de esa noche se ocupa precisamente una comisión de investigación europea que pretende aclarar la cuestión más delicada: ¿Quién empezó la guerra?
La publicación del informe estaba prevista para finales de julio, pero la persistencia de la tensión entre Rusia y Georgia aconsejaba no calentar los ánimos en la víspera del aniversario de la guerra, así que el texto se entregará a Bruselas en septiembre. ¿Qué sucedió primero, la ofensiva georgiana contra la capital de Osetia del Sur, Tsjinvali, o la entrada de tropas rusas por el tunel de Roki, que atraviesa el Cáucaso y comunica Rusia con Osetia del Sur?
'Todo el mundo está esperando ese informe, que demostrará que todas las partes tuvieron alguna culpa', dice Alasania. 'En esos días hubo una retórica provocativa completamente innecesaria', critica el líder opositor, quien añade que 'fue un error tratar de reconquistar Tsjinvali'.
El viceministro de Defensa, Georgi Mujaidze, califica de 'guerra de baja intensidad' la tensión que persiste con Rusia desde el fin de la guerra, y reclama una mayor presencia europea sobre el terreno. 'Deseamos un compromiso europeo más robusto y con más capacidades', insiste. Alasania sugiere que la muerte del conductor de una ambulancia que pisó una mina cuando acompañaba a una patrulla civil europea en la línea divisoria de Abjasia a finales de junio 'podría interesarle a Saakashvili'.
El presidente ha perdido apoyo entre sus aliados occidentales. Antes de la guerra se sucedían sus visitas a Washington y Bruselas, pero ahora es más fácil encontrarle en Vilnius, la capital lituana. Así las cosas, la mejor manera de llamar la atención al oeste del antiguo telón de acero es conjurar el peligro de una nueva guerra en Georgia, como hace la televisión del país. Lasha Zhvania, ministro de Desarrollo Económico de Saakashvili y uno de los más estrechos colaboradores del presidente, comenta en esa tónica que 'el oso ruso está borracho, y tiene fiebre alta'.
Lasha Bakradze, historiador y crítico literario, atribuye al presidente un populismo barato que llega al extremo de regalar pavos a los jubilados por Navidad, pero comparte con Saakashvili la visión de una Rusia 'imperialista y decimonónica', hambrienta de territorio. Esta aversión, consenso nacional en Georgia, perjudica a una oposición que lo tiene así más difícil para ganar perfil. Saakashvili sobrevive porque sus rivales comparten sus prioridades, en primer lugar el ingreso en la OTAN. Y en una fecha tan delicada como el aniversario de la guerra, los georgianos saben que un cambio de Gobierno comporta un riesgo de mayor inestabilidad.
Así las cosas, la oposición popular que tomó las calles de Tiflis en abril parece haber claudicado. El defensor del pueblo, Sozar Subari, denuncia el uso ilegal de bolas de goma contra los manifestantes. Denuncia que las fuerzas de seguridad han recurrido al método de colocar drogas en coches y viviendas de opositores para luego arrestarlos. 'Uno de los que siguen en prisión fue detenido cuando encontraron una bomba en la habitación de su hijo pequeño', explica. 'Aquí no hay imperio de la ley', resume Subari. Obvia el nombre de Saakashvili, pero es tajante en su denuncia contra el presidente: 'Todo esto está relacionado con una sola persona'.
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