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Un periodista esclarece el espionaje de Black Cube, integrada por exagentes del Mosad

Ronan Farrow cuenta en su nuevo libro sus experiencias durante una prolongada investigación que llevó a cabo para The New Yorker acerca del productor de Hollywood Harvey Weinstein y su relación en esta con la empresa de espionaje israelí. En él, Farrow revela detalles inéditos del funcionamiento y las tácticas de hostigamiento de la compañía.

Black Cube fue fundada en 2010 por dos exagentes de los servicios de inteligencia israelíes. / REUTERS - AMIR COHEN

eugenio garcía gascón

Ronan Farrow es un periodista y abogado estadounidense de 31 años, hijo de Mia Farrow y Woody Allen, que este otoño ha publicado Catch and Kill, un libro donde cuenta sus experiencias como periodista de investigación en relación con la controvertida empresa privada de espionaje Black Cube, con sedes en Tel Aviv y Londres, e integrada en su mayor parte por exagentes del Mosad.

Pese a su juventud, escribe para la prestigiosa revista The New Yorker, desde cuyas páginas contribuyó a destapar los presuntos abusos sexuales de Harvey Weinstein, el acosador de numerosas actrices de Hollywood, que se encuentra pendiente de juicio, así como las relaciones entre Media Lab de la M.I.T. y otro acosador, Jeffrey Epstein, quien se suicidó recientemente en prisión. En 2018 The New Yorker obtuvo el premio Pulitzar de Servicio Público con la primera de estas investigaciones.

Black Cube la fundaron exagentes del Mosad y entre su personal también figuran exagentes de Aman (los servicios de espionaje militar israelí) y del Shin Bet (los servicios de seguridad interior de Israel), así como expertos legales y financieros. En numerosas ocasiones se han publicado noticias polémicas relacionadas con sus actividades dentro y fuera de Israel.

Black Cube defiende la legalidad de sus actividades frente a las polémicas. Sin embargo, en Rumanía dos de sus agentes fueron condenados por hackeo y acoso

En el cuerpo de sus principales asesores figuran, o han figurado, conocidos exmilitares y directores de las agencias de inteligencia que han realizado servicios especiales para Israel, como Meir Dagan, Giora Eiland, Yohanan Danino o Efraim Halevy. Black Cube asegura que todas sus actividades son legales, algo que con frecuencia se ha puesto en cuestión. En Rumanía, por ejemplo, dos de sus agentes fueron condenados por acoso y hackeo.

Ronan Farrow desvela en el libro cómo convirtió a un agente de Black Cube en uno de sus informadores sobre el caso Weinstein. Con la ayuda del periodista, el agente subcontratado por la empresa israelí delató a Black Cube ante las autoridades de Estados Unidos, revelando detalles de sus operaciones en Norteamérica.

Según el instituto de investigación canadiense independiente Citizen Lab, la empresa israelí colaboró en el hackeo del teléfono del periodista saudí Jamal Khashoggi, asesinado hace un año en el Consulado de Arabia Saudí en Estambul. Para ello, Black Cube se sirvió de la tecnología de otra empresa de inteligencia israelí, NSO Group, que a su vez cuenta con numerosos exmiembros del ejército y de los servicios de inteligencia israelíes.

Black Cube fue contratada por Harvey Weinstein

Farrow cita “fuentes próximas” a Black Cube que aseguran que la compañía se sintió engañada inicialmente por Weinstein cuando este contrató sus servicios en 2016. Según las fuentes, en Black Cube creyeron que “se les contrató para contrarrestar una campaña negativa contra Weinstein, y esperaban que su trabajo se centrara en otros hombres de negocios rivales” del productor de Hollywood.

No fue hasta un poco más tarde cuando Black Cube “empezó a recibir encargos para espiar a mujeres que habían acusado a Weinstein de acoso y ataques sexuales, y para espiar a periodistas que estaban investigando esas acusaciones”. Entonces, la empresa empezó a usar tácticas que incluían la creación de falsas empresas y la falsificación de la identidad de sus agentes.

Farrow cuenta el caso de Igor Ostrovsky, un inmigrante ucraniano que reside en Estados Unidos y que trabaja como investigador privado. Ostrovsky fue contratado por el emigrante ruso Roman Khaykin para trabajar para un misterioso cliente que en realidad era Black Cube. Al cabo de unos meses, Ostrovsky se dio cuenta de que su empleador era Black Cube y empezó a colaborar con Farrow, quien por esas fechas investigaba las denuncias contra Weinstein para The New Yorker.

Ostrovsky no solo pasó a Farrow información sobre las mujeres que investigaba, sino también información sobre las tácticas que Black Cube usaba para recopilar los datos que reunía de las mujeres, y que incluían hackeo y grabaciones secretas. Ostrovsky confesó al periodista que lo que lo impulsó a colaborar con él, y luego con las autoridades, fue que se dio cuenta de que lo que estaba haciendo era ilegal, y que el control que ejercía sobre periodistas que investigaban a Weinstein le recordaba prácticas que se usaban en su país natal Ucrania.

El último capítulo de la relación de Ostrovsky con Black Cube ocurrió en enero de 2019, cuando el emigrante ucraniano estaba vigilando un encuentro entre un agente de Black Cube y un representante de la canadiense Citizen Lab, que investiga el mal uso que se hace y el daño que se causa con la tecnología de NSO Group, especialmente con su conocido programa Pegasus, que la revista Forbes calificó en 2016 como “el equipo de espionaje de móviles más invasivo del mundo”, el mismo programa que los saudíes utilizaron para rastrear a Khashoggi.

El agente de Black Cube también presionó a Scott-Railton “sobre sus opiniones sobre el Holocausto”

Farrow escribe en su libro: “En el encuentro, el operativo de Black Cube empezó a preguntar sobre la información que Citizen Lab había publicado sobre NSO Group. El operativo preguntó si había un ‘elemento racista’ en el hecho de que Citizen Lab se centrara en una compañía israelí, y presionó (al investigador de Citizen Lab John) Scott-Railton”. Mientra tanto, Ostrovsky grababa y fotografiaba la reunión. El agente de Black Cube también presionó a Scott-Railton “sobre sus opiniones sobre el Holocausto”.

Pero Scott-Railton, que sospechaba de su interlocutor, estaba a su vez grabando el almuerzo y además había pedido a un reportero de Associated Press que también lo grabara. En definitiva, que en el restaurante no faltaban cámaras y grabadoras. Cuando Ostrovsky vio marcharse al agente de Black Cube, observó en su maletín un nombre y una dirección, lo que le llevó a identificar al agente como un miembro retirado de la seguridad israelí llamado Aharon Almog-Assouline. Ostrovsky luego se enteró de que este agente había estado acosando a personas que habían criticado las actividades de NSO Group en relación con el espionaje a periodistas.

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