Bruselas
Actualizado:Emmanuel Macron pronunció en 2017 un discurso en La Soborna que dio la vuelta al mundo donde plasmaba sus ideas para refundar la UE. El que es uno de los líderes europeos que más importancia ha dado al proyecto europeo atraviesa en estos momentos su crisis gubernamental más compleja. Y el caos interno tiene ya eco en su posición en la mesa del Consejo Europeo. Con las calles galas incendiadas por el fondo y las formas de la reforma de las pensiones, el inquilino de El Elíseo está dejando un vacío en Bruselas que está siendo progresivamente llenado por los países del Este.
Durante la última cumbre europea que los 27 líderes de Estado y de Gobierno celebraron la semana pasada, Macron mantuvo un perfil bajo. Llegó el último y no dio declaraciones a la prensa a su llegada. Aterrizaba en Bruselas pocos días después de superar in extremis una moción de censura y acumulaba a sus espaldas jornadas de masivas protestas –que continúan– por una polémica reforma que amplía en dos y hasta 64 años para cobrar una pensión. Un giro legislativo con enormes repercusiones que ha ejecutado sin contar con los agentes sociales y a golpe de decreto.
Bruselas, en su tradicional cautela, de no hacer ningún comentario sobre los desarrollos nacionales para evitar que su papel de árbitro neutral pueda ser cuestionado o contaminado, no se ha pronunciado sobre los acontecimientos, implicaciones o tensión social que atraviesa la segunda potencia económica de la Eurozona. Quien sí lo ha hecho es el Consejo de Europa –una institución que no pertenece a la UE– y que ha denunciado como "preocupantes" la brutalidad policial de las fuerzas de seguridad.
Esta crisis interna llega en un momento en el que el liderazgo por excelencia de la UE, Alemania, también cuenta con líos de faldas a nivel interno. La coalición de gobierno, el llamado semáforo formado por sociadelmócratas, liberales y verdes, mantiene posturas diferente que han lastrado las ambiciones del proyecto europeo. La última ha sido la oposición de los liberales a la normativa europea que prohíbe la venta de coches de combustión a partir de 2035. Durante el fin de semana, Bruselas y Berlín llegaron a un acuerdo in extremis que da margen al motor germano para matricular vehículos con "combustibles neutros en CO2". En integración económica, Berlín continúa siendo el principal freno para la consumación de la Unión Bancaria y la puesta en marcha de un Fondo de Garantía de Depósito. Y la sensación en muchas delegaciones es de desconcierto con los volantazos de Olaf Scholz.
El descabezamiento del eje franco-alemán está dando lugar a un reequilibrio de fuerzas en la toma de decisiones europea. La unión de Macron y la ex canciller alemana Angela Merkel fue clave para poner en marcha el Fondo Europeo de Recuperación post-pandémico, pero la alianza de París y Berlín ha perdido fuelle e intensidad, lo que también ha tenido una réplica en su influencia mutua en la capital comunitaria.
Especialmente en todo lo referente a la guerra de Ucrania. Este vacío está siendo aprovechado por los países del Este. Los vecinos de Rusia han sido y son desde el inicio de la invasión rusa los que marcan el paso de la Unión Europea en su respuesta a la contienda. Polonia, Lituania o Estonia son los países más halcones y Bruselas abraza y avala su estrategia, que pasa por arrinconar a Vladimir Putin hasta la gran victoria de Ucrania. Una de las líderes que ha aprovechado estos vientos para impulsar su imagen y fortalecer su liderazgo es la estonia Kaja Kallas, que recientemente señalaba que Europa necesita más líderes del Este. La conocida como "la nueva dama de hierro europea" es uno de los rostros que suenan en las quinielas para sustituir a Jens Stoltenberg a los mandos de la OTAN.
Más impasibles se encuentran Francia y Alemania, que están pasando de ser actores principales a figurantes pasivos y tímidos. El primero siempre ha querido mantener puentes diplomáticos con Rusia. Macron ha sido el líder occidental que más veces habló con Putin los meses previos de la guerra. Para el segundo, su prioridad, una vez comenzado el conflicto, era la de una guerra corta. Pero finalmente los dos han sucumbido a la estrategia que se ha asentado en Bruselas y está instalada en más armas y más rápidas para Ucrania y más sanciones y más firmes contra Rusia.
En su mencionado discurso en La Sorbona del pasado 26 de septiembre, quizá el más proeuropeo y recordado del líder liberal, Macron deslizó las ideas de crear para una "transformación profunda de la UE" que pasaba por impulsar una fuerza europea de intervención militar, una fiscalía europea antiterrorista o un superministro de la Eurozona. "La Europa que conocemos es demasiado débil, lenta e ineficaz", aseguró. Siete años después, la guerra en Ucrania ha generado un cambio catalizador sobre la UE. En prácticamente todas las áreas: energética, comercial o militar. Muchos analistas en que la peor guerra en Europa de las últimas décadas deja una UE más fuerte, rápida y eficaz. Pero las crisis enlazadas que la UE arrastra desde 2010, y especialmente la pandemia del coronavirus y la guerra en Ucrania, han cambiado el orden de prioridades en la UE y las del propio Macron.
A China con Von der Leyen
La obsesión de Macron ha sido durante sus dos mandatos legislativos promover la autonomía estratégica europea. Algunas veces, la ambición del bautizado como Jupiler por mediar e intervenir en conflictos internacionales a
motu proprio ha generado malestar en Bruselas. La política exterior es quizá el área en el que la unidad europea queda más expuesta. Los 27 países tienen diferentes sensibilidades, pasados, ambiciones e intereses que son difíciles –y muchas veces imposible– reconciliar de forma unánime.
Con todo este historial, Macron hará una visita oficial a China el próximo 4 de abril. Escasos días después de lo que haga el presidente español, Pedro Sánchez. La diferencia es que La Moncloa siempre ha querido desvincular este viaje del de una suerte de mediación resaltando que a pesar de que España asuma la Presidencia del Consejo de la UE el próximo 1 de julio, Sánchez no llega a Pekín con la intención de hablar en nombre europeo. Macron, por su parte, no irá solo. A su encuentro con Xi Jinping le acompañará la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. La líder del Ejecutivo comunitario no termina de fiarse y quiere asegurarse de que el galo no ejerce de verso suelto en cualquier diálogo que se produzca con China sobre la guerra en Ucrania. Pekín presentó recientemente un plan de paz que ha sido acogido con frialdad por Occidente. Y este será uno de los temas claves a tratar en un momento en el que Macron busca en el exterior el balón de oxígeno que le falta a nivel interno.
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