Este artículo se publicó hace 4 años.
El pasado y el futuro de Europa contado por varias generaciones
Varias generaciones reflexionan sobre el significado del club comunitario y su impacto en su día a día. Probablemente haya que hacer un análisis global, para concluir a qué se debe el desconocimiento general de la sociedad entorno a la UE.
Irene Sánchez Artero
Los millennials no conocieron la España en blanco negro. La España de la cartilla de urbanidad, las chicas del cable y el Seat 600. Pocos recuerdan las pesetas y no se imaginan la vida sin móvil e Internet.
Compran ropa en tiendas francesas, que reciben al día siguiente en sus casas, y viajan por Europa con su carnet de identidad como único equipaje imprescindible. Antes los jóvenes preferían no ver la televisión antes que levantarse a cambiar uno de los dos canales que existían.
Ahora, las generaciones apodadas como Y y Z, pueden disfrutar desde la comodidad de cualquier soporte, un amplio abanico de opciones en la televisión convencional y en plataformas digitales como Netflix o HBO.
En raras ocasiones los estudiantes consiguen pasar de la dictadura franquista y por ello pocos saben que el 12 de junio de 1985 se firmó el tratado de adhesión de España a la Unión Europea, cuya integración se hizo efectiva el 1 de enero de 1986.
Sin embargo, sus progenitores y abuelos y abuelas recuerdan aquella España aislada, con un alto índice de paro, que vivía en un mundo analógico. Con motivo del Día de Europa y el 70 aniversario de la Declaración Schuman, Público ha querido reunir a personas de edades y nacionalidades diferentes para que cuenten qué implica para ellos y ellas formar parte de la Unión Europea.
Marta Gómez es una niña pizpireta de siete años, que reconoce saber que "Europa es un continente" y que España está dentro de él. Dice no conocer todos los nombres de los países vecinos, aunque cita a Francia y a Bélgica. No sabía que antes en cada país de la eurozona había una moneda diferente y ella cree que el euro hace todo más sencillo. "Cuando fui a Bruselas, compré patatas con euros, y fue muy fácil", añade divertida.
Eva Fuster tiene 15 años y estudia tercero de la ESO. Reconoce con facilidad la bandera europea, pero no identifica el himno del bloque comunitario. Una de sus aficiones es viajar y valora la facilidad con la que puede moverse dentro de la Unión Europea. "Nada que ver con el viaje que hice a Boston (Estados Unidos), donde tuvimos que hacer un control de fronteras muy largo y nos tomaron las huellas dactilares", añade. Esta adolescente también valora la moneda única en la eurozona, "porque con monedas diferentes es más difícil calcular el coste de las cosas".
La entrada en EUropa
Un matrimonio octogenario lo recuerda con "alegría y esperanza"
Sesenta y seis años separan a Eva y a su abuelo Miguel. Para este turolense de 81 años, Europa es "poder circular sin fronteras", a lo que su mujer Aurora añade que también es "una asociación política y económica con valores comunes".
Recuerdan perfectamente el día en el que España entró a formar parte de la Unión Europea. Lo vivieron con "alegría y esperanza" y valoran especialmente la oportunidad que tuvo su hijo, actualmente profesor en la Universidad de Valencia, "de hacer un Erasmus e investigar en diferentes países". Con más incertidumbre lo vivió Irene Escuder, de 87 años, "porque no sabía si iba a ser positivo o no, ya que cada político decía una cosa". Aunque, viéndolo con perspectiva, reconoce que ha sido "muy positivo".
Aurora es una maestra jubilada. Durante años dio clases a niños y niñas del primer ciclo de primaria. Recuerda que la adhesión de España a Europa, la firma del Tratado de Maastricht y la entrada del euro fueron tres momentos clave para ella, ya que en la escuela donde trabajaba hicieron muchas actividades y talleres para explicarles a los estudiantes y sus padres las futuras repercusiones. "Hasta le dedicamos al Tratado de Maastricht una falla", reconoce entre risas.
La tecnología ha sido una de las grandes revoluciones, ya que en 1985 España vivía en un mundo totalmente analógico. Miguel Fuster habla de éste como uno de los grandes avances para el país tras su integración en la UE, aunque también destaca "la apuesta por las infraestructuras, porque fue a partir de ese momento cuando empezaron a florecer las autovías y autopistas".
En los años 80 España también contaba con una tasa de paro por encima de la media europea y al estar aislada no era un lugar atractivo para inmigrar. La población extranjera no llegaba al 1% de la población total. Para Felicidad Navarro, de 90 años, "formar parte de Europa fue dejar de estar aislados" y uno de los beneficios inmediatos fueron "las ayudas para el campo". Para Irene, por su parte, lo fue "la apertura de España al mundo, dándole la posibilidad de exportar".
Escuder reconoce que se siente europea y cree que el momento histórico más importante al que se ha enfrentado la Unión Europea es el actual. "Es el momento de ver si Europa apoya a los gobiernos nacionales y estamos juntos contra esta pandemia", sentencia. Dice tener miedo al auge de nacionalismos y populismos e insiste en que "estos movimientos nunca han sido positivos y han generado guerras, y Europa es lo contrario". Esta es la misma línea que sostiene Miguel, que define a Europa como el "gran freno de los populismos".
Para Abel Soriano, de 62 años y trabajador en una gestoría, la Unión Europea es "el lugar donde quería estar, institucionalmente hablando". Recuerda que lloró de alegría el día que España se adhirió al bloque comunitario y reconoce que uno de los mayores logros fue "la entrada en vigor del espacio Schengen". Uno de sus hermanos vive en Francia y esto supuso un cambio importante para él y su familia.
Perspectiva europea
El artista y productor en Manifesta, Thomas Engelbert, ronda sus cincuenta. Para él, la Unión Europea es una "unidad territorial", aunque espera que pronto "también sea una comunidad de personas y afiliaciones culturales". Se siente "cosmopolita europeo" y cree que el mayor logro histórico del bloque ha sido "el fin de la Guerra Fría, que inició la posibilidad de una unión política real".
Se muestra muy crítico con el "proteccionismo y sectarismo regional de algunos países como España". Explica que su Alemania natal, que "destruyó dos veces el mundo y las relaciones con sus vecinos", ahora "recluta talento, sin que el idioma sea una traba". Insiste en la importancia de aprender idiomas y conocer la historia de los países vecinos. En los últimos años este artista ha vivido en Francia, Suiza, Bélgica, Italia o España y valora la posibilidad de ejercer profesionalmente en cualquier país de la Unión.
Sin embargo, este alemán también teme el auge de populismos. Cree que la Unión Europea tiene mucho que avanzar y que "la educación, el intercambio y las colaboraciones sociales y culturales" son "el arma más efectiva" contra ellos. Insiste en que "no hay nada que hacer mientras cada país siga pensando en explotar a su vecino" y hace hincapié en que "hay que destruir los estados nacionales y apostar por Europa". "Aunque puede que personas con una mente menos abierta crean lo contrario", apostilla.
Samia Bouzoubba, originaria de Fez, ha pasado la mayor parte de su vida en Bruselas. Esta ingeniera de estructuras, de 26 años, cree que la ciudadanía no siempre sabe qué responder a la pregunta de si se sienten o no europeos. Sin embargo, "sí sabemos las ventajas de viajar con las fronteras abiertas, usando la misma moneda y con políticas similares".
Bouzoubaa reconoce divertida que a menudo ella no es consciente de estar en el extranjero hasta que recibe un mensaje de texto de su compañía telefónica. Añade que se siente europea y que es consciente de que tiene "más oportunidades laborales, dentro y fuera de la Unión, gracias a ello". Esta ingeniera concluye que "el fin de la Unión Europea no iría en beneficio de ningún país del bloque, porque la unión hace la fuerza", aunque teme no poder descartar esta posibilidad después del ejemplo del brexit.
Madalina Sarb lleva diez años viviendo en Bruselas. Esta rumana de 34 años reconoce que para ella Europa es sinónimo de "libertad, el viajar sin fronteras y la oportunidad de elegir dónde trabajar o construir tu vida". Reconoce que ha perdido el contacto diario con su país natal, pero que tampoco se siente belga, por lo que se siente más cómoda definiéndose "simplemente como europea".
No olvida que su país entró a formar parte de la Unión Europea hace apenas 13 años. Esta periodista, que trabaja en el servicio audiovisual del Parlamento Europeo, recuerda emocionada la gran fiesta que se organizó la noche previa en la plaza principal de Bucarest.
Reconoce que antes de que Rumanía entrara a formar parte de la Unión Europea, ella jamás había viajado a otros países, por la "complejidad administrativa que suponía". El año que Rumanía entró a formar parte del bloque, ella recibió una beca Erasmus y se marchó a estudiar a Francia. Considera que a menudo se da por hecho la paz en el bloque, "aunque vivamos rodeados de conflictos". Como madre valora esta tranquilidad, a pesar de la complejidad económica actual, e intenta explicarle a su pequeño Luca el valor de formar parte del club comunitario. A menudo le explica a su hijo, fan de los Lego, que "es más fácil romper que construir".
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