Los gazatíes emprendieron hoy las labores de reconstrucción de la Franja con una mezcla de alivio, temor y sobre todo incredulidad y resignación tras 50 días de intensos e incesantes bombardeos israelíes que han ahondado aún más su ya crónica crisis humanitaria.
Apenas quedaba espacio para la alegría en el primer día de alto el fuego permanente, que ha sido respetado de forma escrupulosa por ambos contendientes, ante la negra perspectiva que presentaban las calles, llenas por fin de actividad y gente.
Delante queda una tarea ingente que según explicaron a Efe cooperantes internacionales necesitará varios años, miles de millones de dólares y un marco político más estable que el frágil acuerdo logrado. 'El último informe global sobre la Franja aseguraba que ésta sería inhabitable en 2020. Con la destrucción de estos dos meses, probablemente se haya adelantado algunos años', afirmaba con pesimismo un cooperante europeo.
'No solo se han destruido edificios públicos, sino también fábricas privadas. Este sector estaba empezando a resucitar antes de la guerra y ahora está arrasado. Apenas hay opciones de trabajo en una economía que está muerta', alertó.
No hay cifras oficiales aún, pero las autoridades palestinas calculan las pérdidas en más de 5.000 millones de dólares, mientras que los cooperantes dicen que la factura de la reconstrucción será incluso mayor, porque a los daños estructurales actuales hay que añadir las carencias crónicas.
Organizaciones no gubernamentales coincidieron hoy en apuntar que el trabajo será, además, muy largo ya que muchos de los más de 450.000 desplazados internos generados por los combates no pueden retornar a sus destruidos hogares. 'Muchas de las casas no se podrán reconstruir y miles más tardarán más de un año en ser habitables. La canalización está en muy mal estado y el fluido eléctrico también', explicó a Efe un funcionario de la ONU.
Ahmad Abaded, es uno de esos desplazados. Abandonó con lo mínimo su casa del arruinado barrio de Shahaiye al inicio de la operación terrestre, hace cinco semanas, y desde entonces vive en un aula de una escuela de la ONU donde hoy la entrada y salida de vehículos y personas era incesante. 'La guerra ha terminado, la hemos ganado, pero debemos seguir aquí porque nuestra casa está completamente destruida', explicaba a Efe con expresión de duda en los ojos. 'No sé cuánto tiempo vamos a poder estar aquí y dónde vamos a ir si nos dicen que nos vayamos, pues se dice que las clases empezarán en septiembre', agregó.
Como él, decenas de miles de personas viven una situación similar en las 83 escuelas que la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA) se vio obligada a convertir en refugios. El acuerdo de alto el fuego fue sellado el martes y un día después han comenzado a sentirse sus efectos, más allá de que el hosco ruido de la explosiones, tan común desde el 8 de julio, fuera reemplazado por un extraño silencio.
Por primera vez desde que hace siete años Israel impusiera un bloqueo económico y un asedio militar a la Franja, representantes del Programa Mundial de Alimentos han podido cruzar el paso fronterizo de Rafah, con Egipto, y repartir comida. Un segundo convoy atravesará la frontera en los próximos días, agregó. La apertura del paso de Rafah, que Egipto mantenía sellado desde que hace un año destruyera los túneles de contrabando, fue hoy otra de las consecuencias del pacto, aunque todavía no se ha aplicado en su totaliad.
De acuerdo con fuentes locales, representantes de la Autoridad Palestina y de Hamás, que controla la Franja, se reunirán en los próximos días con El Cairo para fijar las condiciones, después de que el movimiento islamista aceptara el despliegue de funcionarios del presidente palestino, Mahmud Abás, como pedían Egipto e Israel.
Para septiembre ha quedado pospuesta la discusión sobre la apertura del puerto y el aeropuerto, medida que fortalecería la economía global palestina al hacerla menos dependiente de las importaciones israelíes, y una de las principales reivindicaciones de todos los grupos. Una decisión, la de aplazar este asunto, a la que se oponía Hamás y que según los expertos hace que el actual acuerdo sea aún muy endeble. 'Construiremos el puerto y el aeropuerto, y no le vamos a pedir permiso a nadie. Nadie lo atacará, porque, si no, nosotros atacaremos sus puertos y aeropuertos', advirtió hoy Mahmud al-Zahar, uno de los hombres fuertes de Hamás en Gaza.
El acuerdo, celebrado como una victoria por Hamás, ha ampliado la brecha en el Gobierno de colación israelí, donde ministros de la ultraderecha nacionalista ya han mostrado su oposición. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que ha perdido populardad, deberá iniciar ahora una segunda campaña, esta vez política, para salvar su puesto frente a antiguos aliados como los ministros de Exteriores, Avigdor Lieberman, y Economía, Naftalí Bennett, y atajar los efectos de la guerra, que ha llevado a la economía israelí al borde de la recesión
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