Este artículo se publicó hace 2 años.
La OTAN hace suya la alerta química de Biden sobre Rusia y enviará material de protección a Ucrania
Bruselas acoge el jueves una cumbre de la Alianza Atlántica, una cita del G7 y un Consejo Europeo que tienen un denominador común: medir los pasos contra Putin cuando se cumple el primer mes de guerra en Ucrania.
María G. Zornoza
Bruselas-Actualizado a
"Si es una amenaza existencial para nuestro país, entonces puede ser que utilicemos armas nucleares", ha señalado Dimitri Peskov, portavoz del Kremlin, en una entrevista con CNN. "Rusia debe frenar el ruido de sables nuclear. Es peligroso e irresponsable. La OTAN está preparada para proteger y defender a sus aliados y nuestro mensaje es claro: nadie puede ganar en una guerra nuclear y nadie debería librarla", ha señalado Jens Stolteberg, secretario general de la Alianza.
La guerra en Ucrania entra en su primer mes. Y la retórica sobre un escenario con armas prohibidas del tipo biológico, atómico, nuclear o químico aumenta. Con este escenario, el jueves arranca en Bruselas una jornada al más alto nivel de los últimos años: cumbre de la OTAN, encuentro del G7 y Consejo Europeo. Decenas de líderes mundiales se dan cita en una capital comunitaria blindada por tierra y aire con el denominador común de la agresión rusa.
Los 30 líderes de la Alianza aprobarán el refuerzo de la ayuda militar a Ucrania, pero esta vez van un paso más allá y darán luz verde al equipamiento para que Ucrania pueda protegerse en medio de la amenaza "química, biológica, radiológica y nuclear" de Vladimir Putin. El miedo en los cuarteles generales es que el conflicto bélico escale y dé lugar al uso de agentes tóxicos en Ucrania.
La guerra en Ucrania entra en su primer mes
La gran incógnita es ya cómo reaccionaría Occidente a este escenario. La OTAN reitera que su doble objetivo es apoyar al pueblo y al Ejército ucraniano a defenderse, pero también proteger a los casi mil millones de ciudadanos que residen en el territorio de la Alianza. Y ello implica no intervenir de forma directa en el conflicto. Algunos países como Estonia piden a sus aliados que dejen claro que un ataque con armas de destrucción masiva implicaría la intervención de la Alianza.
Moscú acusa a Kiev de desarrollar armas biológicas en laboratorios patrocinados por Estados Unidos. Mientras que los occidentales ven estas acusaciones una estrategia del Kremlin para crear una operación de falsa bandera, es decir, como justificante para impulsar el ataque con armas prohibidas. Alegan que Moscú ya ha utilizado armas químicas contra la oposición rusa, como el ataque en Salisbury, o apoyando su uso en Siria.
Aun con todo, la OTAN evita pillarse los dedos y delimitar cuál es su línea roja. En 2014, Barack Obama, por entonces presidente de Estados Unidos, aseguró que el uso de armas químicas en Siria era su "línea roja" para intervenir en el país. Bashar al Assad las empleó contra su población, pero la Casa Blanca echó marcha atrás y nunca hizo valer su promesa. Con este escenario aterriza Joe Biden en Bruselas y lo hace con el mensaje de que el despliegue de armas químicas en Ucrania es una "amenaza real" y de que hay "señales claras" que apuntan en esta dirección. Será la primera vez que el líder norteamericano visite los cuarteles generales de la OTAN desde el inicio de la guerra.
"El uso de armas químicas cambiaría plenamente la naturaleza del conflicto. Sería una violación flagrante del Derecho Internacional con consecuencias enormes. Es totalmente inaceptable", ha asegurado Jens Stoltenberg. Emplear este material podría tener consecuencias directas en países fronterizos, que sí forman parte de la Alianza, y ahí se vería en una tesitura muy complicada para evitar el conflicto abierto.
Tras la cumbre de la OTAN, los líderes del G7 se reúnen también en los cuarteles de la Alianza para explorar más sanciones conjuntas contra "oligarcas y políticos rusos". Pero no se espera que la UE dé el gran salto de imponer un boicot energético a Rusia. Alemania y Hungría lideran el frente de resistencia en esta dirección por sus altas dependencias del petróleo, gas y carbón rusos. La prioridad de los europeos es que los cuatro paquetes implementados hasta la fecha se cumplan con rigor y evitar lagunas. Pero se preparan ya más medidas restrictivas.
La triple batalla energética
La tercera cita clave de la jornada del jueves arranca en el barrio europeo. Los 27 líderes de Estado y de Gobierno acogerán a Joe Biden en el Jutsus Lipsus, cita en la que participará por videollamada el presidente ucraniano Volodimir Zelensky. El objetivo principal es mostrar un frente común, pero la verdadera batalla en el seno europeo llegará un día después, el viernes. Los líderes continuarán este día la cumbre europea de marzo con el energético como tema central.
Y aquí las fisuras son más que patentes. España quiere acciones rápidas, urgentes e inmediatas de la UE para intervenir el mercado energético fijando un precio de los precios y desacoplando el monto final del gas. Algo que supone para los frugales una lucha de "Don Quijotes".
En el seno europeo hay tres bandos marcados: los que como España quieren poner topes a los precios de la energía. Algo que para las delegaciones más escépticas supone un "intervencionismo radical". El 'bloque eco', abanderado por Alemania, busca canalizar la coyuntura actual en torno a un aceleramiento de las energías renovables. Y en el otro costado se encuentran otros como Polonia, que temen que la transición ecológica tenga un coste demasiado elevado en el bolsillo de sus contribuyentes.
La sensación generalizada entre los de Charles Michel es que la crisis energética es demasiado compleja: tiene arterias en todas las dimensiones geopolíticas, económicas o ecológicas y la realidad entre los Veintisiete es profundamente diferente. Los países de la UE cuentan con mix energéticos muy diferentes y, en consecuencia, el impacto de la volatilidad de los mercados y la crisis en Ucrania es muy dispar en las capitales. España quiere salir de la cita con una solución inmediata, en esta cita. Pero el equilibrio es muy complicado. El debate está muy abierto y es muy complejo. Y todos los escenarios están sobre la mesa. Por ello, los de Pedro Sánchez rebajan las expectativas y a falta de conseguir un consenso europeo plantean un escenario alternativo en el que la UE permita a España y a Portugal, por su condición de "isla energética", limitar la intervención de los precios del gas en la Península Ibérica.
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