La ONU lo tiene todo bien atado en Libia. Al menos eso revela un documento de diez páginas en el que se planea la celebración de elecciones en unos nueve meses. 'Es demasiado pronto. Nunca hemos conocido la política, ni los políticos. No sabemos lo que es, yo daría un año o un año y medio de plazo', protestaba Mohamed Diodp en la medina de Trípoli, en medio de una actividad frenética con todas las tiendas a rebosar y un ambiente de euforia en las calles, llenas de banderas revolucionarias y familias haciendo el signo de la victoria.
En el texto, escrito por un equipo liderado por el británico Ian Martin, el antiguo director de Amnistía Internacional, también recomienda el despliegue de 200 militares observadores y 190 policías para asesorar a los libios.
Los tripolitanos ven con escepticismo implantar tan rápido la democracia
'No sé lo que son unas elecciones', confesaba Mohamed, un policía vestido de uniforme que comenzaba ayer a trabajar de nuevo en las inmediaciones de la Plaza Verde. A la pregunta de si pertenecía a algún nuevo cuerpo de Policía, respondía: 'No, ya lo era antes y sigo siéndolo ahora'. Es una prueba de cómo los funcionarios comienzan a retomar sus puestos de trabajo poco a poco en esta transición inconclusa, aunque no esté todavía muy claro quiénes son las personas que lo componen ni dónde está su sede.
El Consejo Nacional de Transición (CNT) ha aclarado que la capital del país seguirá siendo Trípoli, aunque ya se han visto los primeros conatos de desacuerdo en Misurata, donde hubo ayer una manifestación para protestar por los nuevos nombramientos, que no gustaron en la ciudad, sitiada durante meses por las tropas gadafistas.
Aunque, antes de pensar en política, el país tiene que resolver el plano militar. Los rebeldes necesitan tomar Sirte, el bastión del dictador, para hacerse con el control total del país, donde todavía quedan algunas pequeñas localidades con presencia de leales al régimen.
Ambiente festivo en Trípoli ante la llegada del fin del mes de ramadán
'Iremos en un par de días, todavía no', explicaba Mustafá, un combatiente de Misurata que hacía guardia con otros compañeros en la Plaza Verde de Trípoli. Las tropas rebeldes avanzaron ayer hasta Nafaliya, a unos cien kilómetros al sur de Sirte, y por el oeste se encuentran a unos 30 de la ciudad, tras haberse hecho con Ben Yawad.
En Trípoli la vida retoma poco a poco su curso. La medina ofrecía un aspecto habitual y los tripolitanos hacían acopio de comida para el día de fiesta de hoy, que marca el final del ramadán.
En la Plaza Verde, un grupo de tripolitanos se arremolinaba entorno a un camión donde repartían zumos, agua y comida, suministros llegados a la capital a través de los barcos con ayuda humanitaria que pudieron llegar a puerto.
Disputa en el bando rebelde por los cargos en el Gobierno transitorio
A pesar de que todavía quedan francotiradores aislados en algunas zonas, la población se echó a la calle para celebrar que los rebeldes están a un paso de la victoria tras seis meses de dura contienda.
El jolgorio es especialmente sonoro en el palacio de Bab al Azizia, donde se agolpan decenas de ciudadanos que quieren ver la casa del clan que les gobernó durante 42 años, muchos de ellos portando armas y disparando constantemente tiros al aire. ' Nos decía que vivía en una jaima y mira, tenía esta mansión', decía Momamed, consternado, visitando la casa de los Gadafi, aún humeante tras el incendio. Familias enteras se hacían fotos en la habitación, revolvían entre los efectos personales de Gadafi y los suyos, llevándose fotografías, libros, ropa e incluso muebles.
Amnistía Internacional ha expresado su preocupación por la pérdida de documentos importantes, ya que las casas del régimen están sufriendo el expolio en estos días.
Prueba de ello son los miles de informes de presos que se encuentran tirados en la calle junto a la prisión de Abu Salim, liberada el miércoles. La prisión, tristemente conocida por las torturas que practicó el régimen entre sus paredes durante años, ahora está abierta y muchos familiares se acercan a comprobar entre los papeles si está el nombre de alguno de los suyos, desaparecido en los años ochenta o noventa, o bien durante los últimos seis meses de guerra civil.
Perdido por los pasillos está Tarik, un preso acusado de pertenecer a un grupo terrorista islámico y que pasó 14 años en una pequeña celda de esta prisión. 'Mi padre murió aquí, en la matanza de 1996', asegura. Ha querido visitar por última vez su celda, de dos metros por dos, en la que se entretenía escribiendo poesía en la pared, incomunicado y sin derecho a recreo.
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