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Mafia italiana Mafia italiana versión 4.0

El asesinato de cuatro personas obliga al gobierno a afrontar la hasta ahora impune criminalidad de la región de Apulia.

Coche en la escena del crimen. EFE

Rosa martínez

“Tal vez toda Italia se está convirtiendo en Sicilia”, escribía hace más de medio siglo Leonardo Sciascia. Leer sus novelas negras es sin duda una buena forma de entender (un poco, al menos) como la cultura mafiosa, sus crímines y su poder económico condicionan los comportamientos de una gran parte de la sociedad, de los ciudadanos y de los políticos. En los libros de Sciascia los crímenes quedaban siempre sin resolver, como en el mundo real, a menudo ante la barrera de las connivencias con los grandes poderes del Estado a la vez que se repetía que la mafia no existía y los homicidios se liquidaban con la hipótesis pasional. Mientras tanto, la Cosa Nostra siciliana, la Camorra napolitana y la ‘Ndrangheta calabresa se convertían en las más potentes asociaciones criminales de Europa.

Hace una semana, algo más al norte de la isla de Sciascia, pero siempre en el sur de Italia, en un pueblo de Foggia, en la región de Apulia, el asesinato de cuatro personas, acribilladas a ráfagas de kalashnikov, puede ser un capítulo más de una historia ya repetida hace tiempo. Cambian solo los actores y el escenario, pero tal vez no el desenlace. Esta vez, cuatro encapuchados mataban al boss Mario Luciano Romito, a su cuñado Matteo de Palma y a los hermanos Luigy y Aurelio Luciani, agricultores, testigos de lo ocurrido o tal vez confundidos con otras miembros del clan rival.

En Foggia, una provincia algo más pequeña que Cadiz y con mucha menos población se han producido este año 18 homicidios de características mafiosas y 17, en 2016. Según datos de la Fiscalía Antimafia, en los últimos 30 años ha habido 300 asesinatos, el 80% aun sin resolver, como en las novelas de Sciascia. Y como en ellas también la omertá, el silencio, es la norma. Nadie ve, nadie oye. A pesar de estas cifras, el resto del país apenas conoce esta historia, apenas se habla de ella en los medios de comunicación.

Cambian solo los actores y el escenario, pero tal vez no el desenlace

Muchos de estos crímenes se debían, como el de la pasada semana, a las guerras y venganzas desatadas entre los diversos clanes y a la ambición de los más jóvenes por hacerse un hueco en la carrera criminal, desbancando a los viejos capos. Eran asesinatos feroces, pero,”se mataban entre ellos”, se pensaba. Sin embargo, la matanza de hace una semana, con dos muertes ajenas al mundo criminal, parece haber despertado a prensa y autoridades, que durante años han reaccionado con indiferencia a la situación y a las pocas denuncias, sobre todo de jueces y policías reclamando más medios para afrontarla.

Durante mucho tiempo la llamada mafia del Gargano fue considerada una mafia rural, de pastores, que se mataban por discusiones de tierras o de ganado, sin que nadie se diera cuenta que a la vez que el Gargano se convertía en una de las zonas turísticas más importantes del litoral italiano, los clanes iban aumentando su poder y se repartían o se disputaban los beneficios del tráfico de drogas y de la extorsión a los comerciantes y empresarios del floreciente sector turístico.

Hace tres años, ante una comisión parlamentaria, el entonces jefe superior de policía de Foggia, Piernicola Sirvis, alertaba de que el Gargano se había convertido en un “territorio devastado por la criminalidad de todo tipo, con una extensa ilegalidad que asusta, una microcriminalidad desatada, pero sobre todo con una asociación de corte mafioso que comete homicidios feroces y extorsiones violentas que afectan a toda la ciudad. Ha habido incluso ataques con coches bomba”.

Funeral de los hermanos Luigi y Aurelio Luciani, de 47 y 43 años, en San Marco in Lamis, en Italia. 11 de agosto del 2017. EFE

Funeral de los hermanos Luigi y Aurelio Luciani, de 47 y 43 años, en San Marco in Lamis, en Italia. 11 de agosto del 2017. EFE

El jefe de policía subrayaba también el miedo de la población a denunciar y a colaborar con la justicia, que hacían que la gente no se atreviera “ni a pronunciar el nombre de las familias mafiosas” y, menos aún, a no pagar las extorsiones ante las amenazas, incendios de comercios e incluso asesinatos de quien rehusaba pagar el dinero solicitado por la “protección” del clan. Ya en aquel momento Sirvis denunciaba que ni siquiera la prensa contaba lo que sucedía en Foggia y pedía encarecidamente que se hablase de la situación y que “no se espere, como siempre, a que maten a un fiscal, a uno de los nuestros, o hagan una matanza para recordarnos que en Foggia existe una asociación de corte mafioso”.

La petición del jefe de la policía no tuvo en aquel momento ni mucho eco, ni mucha respuesta, pero ahora sus palabras se demuestran premonitorias. Al día siguiente del crimen de Foggia, recordaba en los micrófonos de la Rai, la radiotelevisión pública, que “ desde el mes de abril,se han producido 12 casos de homicidio, una situación que los italianos siguen sin conocer. Pero ha llegado el momento de hacerles entender que estamos hablando de la cuarta mafia, muy peligrosa y sanguinaria, y que puede crecer, expanderse y convertirse en una nueva ‘Ndrangheta”.

"Ha llegado el momento de hacerles entender que estamos hablando de la cuarta mafia, muy peligrosa y sanguinaria, y que puede crecer"

Precisamente, el haber esperado a la muerte de dos ciudadanos es lo que estos días se reprochaba al ministro del Interior, que el día después de los asesinatos acudió por fin a Foggia para prometer refuerzos a las fuerzas de seguridad.

Pero no es solo más seguridad lo que las organizaciones antimafia reclaman al gobierno, también inversiones en empleo y cultura que permitan a la población no sentirse abandonada por el Estado y reaccionar ante una mafia que ha tenido hasta ahora pocos enemigos enfrente. Algo que le ha permitido no solo extorisionar y controlar el tráfico de drogas de la zona gracias a las buenas relaciones con la mafia albanesa, también infiltrarse en los ayuntamientos, hacerse con las concesiones de grandes obras públicas y lavar enormes cantidades de dinero negro con la construcción, el transporte e incluso la energía eólica. Hasta ahora, los ciudadanos apenas han colaborado con la justicia porque tienen miedo de pagar con la vida en esa colaboración. Y, como la experiencia ha demostrado en otras partes de Italia, sin un cambio de actitud de la población es dificil contrarrestar la criminalidad.

El escritor Roberto Saviano, gran conocedor de la Camorra napolitana, a la que retrató en su novela Gomorra (2008), ha sido una de las pocas voces que han alertado estos años sobre la mafia de Foggia, a la que ya calificó hace tiempo como “la más ignorada por los medios de comunicación, potentísima y brutal”. A las pocas horas de los asesinatos, recordaba en Facebook a los hermanos Luciani, “víctimas inocentes, culpables de ser del Sur”. Denunciaba así la desatención y el permanente abandono del gobierno italiano hacia las regiones del sur de Italia, situadas ahora en los últimos puestos en muchas estadísticas europeas. En la misma publicación, haciendo alusión a las últimas actuaciones del Gobierno con las organizaciones que socorren a los inmigrantes en el Mediterráneo, reprochaba y recordaba al ministro Minniti que “el verdadero drama de Italia es el Sur que está muriendo, el verdadero peligro que amenaza al Estado es la mafia y no el trabajo meritorio de las ONGs”.

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