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Bielorrusia lleva meses sumida en una dura campaña de represión contra toda idea que el mandatario Lukashenko considere disidente. Asesinatos, palizas y torturas se dan en este país del Este de Europa. Especialmente dura es la represión contra la prensa independiente. Una esfera en la que en el país siempre han trabajado muchas mujeres. Ellas se han convertido en uno de los objetivos del régimen de Lukashenko.
La protesta contra Alexander Lukashenko ha tenido cara femenina desde el comienzo. El mandatario, en poder desde 1994, encarceló o expulsó del país a todos los candidatos opositores antes de las elecciones presidenciales celebradas el 9 de agosto del 2020. Svetlana Tijanovskaya, como candidata a presidenta; Mariya Kolesnikova y Verónika Tsepkalo, como firmes apoyos, encabezaron la candidatura opositora que dio batalla a Lukashenko en unos comicios adulterados según la mayoría de organizaciones y observadores internacionales.
Tijanovksaya, ahora exiliada en Lituania, es mujer de Serguei Tijanovski, un bloguero que se encuentra preso y que antes de ser arrestado tenía intención de presentarse a las elecciones. Tsepkalo es la esposa de Valeri Tsepkalo, otro candidato que tuvo que exiliarse antes de ser arrestado. Kolesnikova era miembro de la candidatura de Viktor Babariko, un banquero que también fue arrestado y sigue en prisión. Lukashenko no le dio importancia a esta triunvirato, pero la reacción popular ante el claro fraude puso en apuros todo el régimen.
Varias personas han muerto en circunstancias extrañas, incluso bajo custodia de las autoridades
Las protestas se prolongaron durante meses y hicieron que las fuerzas del orden bielorrusas aplicaran todo su potencial opresivo. Miles de personas fueron arrestadas, centenares tuvieron que exiliarse. Varias personas han muerto en circunstancias extrañas, incluso bajo custodia de las autoridades. Las denuncias de torturas han sido una constante. Lukashenko culpó de la situación a los servicios secretos extranjeros, obviando por completo el hartazgo que provoca su figura en una parte importante de la sociedad bielorrusa.
Actualmente, en Bielorrusia hay reconocidos 426 prisioneros políticos. De los cuales cuatro –tres mujeres y un hombre– se encuentran bajo arresto domiciliario, estando el resto en diferentes prisiones y colonias repartidas por todo el país. De estas 426 personas, 60 son mujeres. La periodista bielorrusa Nastassia Jaumen, ahora exiliada en Lituania, opina que el marcado patriarcado presente en la sociedad bielorrusa explica por qué hay tanta diferencia entre hombres y mujeres encarceladas. En un principio, el régimen se dedicó a arrestar a los hombres, pero, según pasaban las fechas y las protestas no disminuían, empezaron a arrestar cada vez más mujeres.
Aunque si miramos las cifras de periodistas encarcelados, 34 en total, vemos que la situación cambia, ya que, de estos, 17 son mujeres. El periodismo en Bielorrusia es una profesión altamente popular entre las mujeres. Por ello cuando el régimen decidió callar a los medios discordantes, ellas fueron el objetivo principal. Una de las periodistas detenidas fue Ekaterina Andreyeva. El motivo de su detención y posterior condena a dos años en una colonia penal fue hacer un vídeo en directo desde la ventana de un edificio durante las protestas en Minsk.
Andreyeva trabajaba en ese momento para Belsat TV, la televisión independiente más popular en el país; ahora el canal está prohibido en Bielorrusia. Ekaterina, Katya como la llama su marido Igor, es una enamorada de España, especialmente de la ciudad de Málaga. Habla perfectamente castellano y vivió dos años en nuestro país cuando participaba en una programa de voluntariado ecologista organizado por la Comisión Europea. Como explica Igor, "incluso en nuestro viaje de novios fuimos a Málaga, ya que era importante para Katya, es una ciudad de la que guarda muchos recuerdos".
Trabajando como periodista cubrió muchos eventos, entre ellos los sucesos durante el frustrado referéndum en Catalunya en 2017 haciendo directos desde las calles de Barcelona. Lo mismo por lo que luego fue arrestada en Minsk el 15 de noviembre del año pasado. Mientras hacia un directo sobre las protestas contra Lukashenko desde la ventana del piso 15 de un bloque de apartamentos de Minsk, fuerzas especiales irrumpieron en el lugar y arrestaron a Andreyeva y a su compañera Daria Chultsova, de 24 años. A ambas las han condenado por "dirigir las protestas".
Otros como la periodista Alena, que prefiere no indicar su nombre y apellido real por motivos de seguridad, no pueden ejercer libremente su profesión. Trabaja en el canal Belsat. Ella ha sido arrestada varias veces. La primera al día siguiente de las elecciones. Pasó tres días arrestada, recibió duras palizas y luego estuvo una semana en el hospital tratándose de las heridas recibidas. Volvió a trabajar y fue arrestada a principios de septiembre de nuevo. En febrero o marzo de este año ha vuelto a ser arrestada. De momento ha pagado ya algo más de 3.000 euros en multas. Le han quitado la acreditación; ahora solo los medios oficiales del Estado bielorruso las tienen.
Alena: "Esperas todo el tiempo a ver que te va a pasar, si vas a recibir una bala en el culo, te darán unos porrazos..."
A pesar de ello, sigue trabajando, a pesar de todas la presión que ejercen sobre ella y sus compañeros. "Tengo periódicamente policías bajo mi casa. Esperas todo el tiempo a ver qué te va a pasar, si vas a recibir una bala en el culo, te darán unos porrazos o si te detendrán y durante varios días tus seres queridos no sabrán nada de ti ni tu abogado podrá verte". Añade que "no he cubierto ninguna guerra, pero imagino que nosotros estamos en lo más parecido a ello". Otra de las maneras de acoso es con los familiares. Los hijos de Alena reciben charlas "educativas" sobre su madre periodista en la escuela. A pesar de todo ello, Alena dice que "hay que seguir trabajando", "al menos hasta que me metan en la cárcel, lo que parece una cuestión de tiempo".
La represión también afecta a mujeres que salieron a manifestarse sin ser periodistas. Alena Maushuk, de 44 años y madre de tres hijos de la ciudad de Pinsk, ha sido condenada a seis años de cárcel por, según las autoridades bielorrusas, intentar agredir a un policía antidisturbios con un palo. Natalia Jershe, de 50 años y madre de una niña de 12 años, ha sido condenada a dos años y medio de prisión por intentar quitarle el pasamontañas a un policía cuando este agredió a otros manifestantes. Aunque para que el Estado bielorruso abra casos en contra de una persona no es necesario haber siquiera salido a la calle. Lyudmila Jlusevich, de 65 años, ha tenido ya un registro y la han llamado diez veces a declarar por un caso criminal que han abierto en su contra por un comentario despectivo contra la Policía en redes sociales.
Además, en prisión las condiciones son duras. Las palizas de las detenciones dan paso al aislamiento una vez en las colonias penales. Los detenidos pueden estar más de seis meses sin recibir visitas, paquetes o incluso cartas de sus allegados. Además, si llegan a quejarse hay otros medios que pueden considerarse claramente como tortura. Uno de los más extendidos es el uso de la lejía. Los funcionarios de prisiones son reacios a dar palizas a las mujeres. Por ello usan, por ejemplo, la lejía en cantidades demasiado grandes más allá de la higiene. Ello provoca que dentro de las celdas las irritaciones de ojos y piel sean comunes. Además a las prisioneras consideradas "extremistas", como la mayoría de periodistas, se les aplica un régimen especial de mayor atención. Las registran más a menudo, incluso en medio de la noche las despiertan de manera constante. La privación de sueño es considerada tortura. En las cárceles bielorrusas tampoco hay protocolos anticovid. Así, Katya Andreyeva pasó todos los síntomas de la covid, pero no le hicieron ni una prueba PCR.
De momento, las perspectivas no son nada halagüeñas. Desde el 24 de mayo es ilegal hacer transmisiones online de cualquier acto no permitido por el Gobierno. Las autoridades han retirado la acreditación a todos los medios no oficiales. Y si antes se podía pagar la multa y seguir trabajando, ahora son cada vez más los casos criminales abiertos por informar abiertamente. Muchos periodistas han tenido que dejar de trabajar o irse al extranjero, pero, como demuestra el caso de Román Protasevich y Sofia Sapega, incluso allí no pueden llegar a sentirse a salvo.
Román Protasevich y Sofia Sapega
El 23 de mayo, Bielorrusia, mediante una aviso de bomba cuanto menos dudoso, hizo aterrizar en Minsk una avión de la compañía Ryanair a bordo del cual iba el ciudadano bielorruso Román Protasevich y una ciudadana rusa, Sofia Sapega. Ambos redactores de un canal informativo de Telegram, de temática opositora a Lukashenko.
Protasevich fue el redactor jefe del canal Nexta (léase Nejta, "alguien" en bielorruso). Nexta es el canal en ruso más popular y fue clave durante las protestas de 2020 contra Lukashenko. Difundía en tiempo real toda la información referente a las protestas. También hacia convocatorias y llamamientos a los protestantes. Ello quedaba claramente fuera del trabajo periodístico, formando parte del activismo contra el régimen.
Los críticos del canal lo acusan de animar a los bielorrusos a realizar acciones punibles, mientras que toda su redacción se encontraba en Varsovia. Sus oficinas se encuentran en la Casa Bielorrusa de la capital polaca, una instalación pagada por el Estado polaco. Incluso su localización está a unos pocos centenares de metros del Parlamento polaco. Además, el propio Protasevich participó en 2014 en los disturbios del Maidán que llevaron a un golpe de Estado en Ucrania. Más tarde formó parte del batallón neonazi Azov (reconocido como tal incluso en los EEUU) en 2014-2015 en Ucrania. Llegó a participar en los combates contra los separatistas del Donbass, donde incluso fue herido. Algo que él ha negado, pero que ha confirmado tras su detención el comandante de la unidad Andrei Biletski y el numeroso material gráfico hecho público.
Sofia Sapega, por su parte, era redactora de otro canal de Telegram que se especializó en la publicación de los datos privados de los policías bielorrusos que han participado en la represión de las protestas. Tanto Sapega como Protasevich pueden ser condenados a hasta 15 años de prisión. Aunque parece que lo que más interesa a los investigadores bielorrusos es la información sobre la financiación extranjera que hubieran recibido los medios que han apoyado las protestas. Algo que le pueda servir a Lukashenko para acusar de injerencia extranjera a las protestas en su contra, obviando el hartazgo que despierta su figura y la represión ejercida por el régimen que encabeza.
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