El legado de Kirchner para Cristina
Muchos argentinos agradecen a Kirchner su postura frente a la dictadura pero otros creen que el país no ha mejorado
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"A este país no lo arregla nadie." Aldo pronuncia estas palabras haciendo una mueca con la cabeza y señalando la Casa Rosada, donde Néstor Kirchner pasa sus últimos días como presidente de los argentinos. Tiene 77 años y vende helados en verano y garrapiñada en invierno desde hace más de veinte en la céntrica Plaza de Mayo, frente a la Casa de Gobierno.
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"Acá siempre hay manifestaciones y protestas, tres o cuatro al día a veces. Pero las que siempre están son ellas", dice. Se refiere a las Madres de Plaza de Mayo, quienes realizaron la 27ª manifestación en reclamo de castigo a los culpables del terrorismo de Estado de la última dictadura entre el miércoles y el jueves. Las fotos de los desaparecidos, las banderas que reclaman justicia y las carpas de diferentes organizaciones sociales se adueñaron de la plaza. Bajo un sol abrasador, Nora Cortiñas, una de las madres de la Línea Fundadora, da la misma vuelta simbólica que realiza desde hace décadas.
"Porota", como le llaman todos, cree que Kirchner marcó un punto de inflexión respecto a sus predecesores. "Alfonsín juzgó a los militares pero después sacó las leyes del perdón. Menem indultó a la cúpula. De la Rúa nos ignoró. ¿Cómo no vamos a apoyar al primer Gobierno que nos pidió perdón y que encara un proceso de verdad y justicia?", pregunta. No oculta que queda mucho trabajo por hacer, incluso en el área de los derechos humanos, pero opina que en cuatro años y medio no se puede hacer lo que no se hizo en treinta". Kirchner y Cristina tienen su voto de confianza.
En el acomodado barrio de la Recoleta la sola mención del matrimonio Kirchner causa urticaria. Les molesta el estilo crispado del presidente y critican el revisionismo de la dictadura. "Gobierna para el pasado en vez de hacerlo a futuro", opina Carmen, de 45 años. No niega que existe una mejora económica, pero lo achaca a la inercia propia de un país que toca el fondo del mar y rebota hacia arriba. En cambio, la batería de críticas es interminable. "Es un Gobierno más corrupto que el de Menem, Kirchner es un autoritario que está suprimiendo la libertad de prensa, se pelea con todo el mundo, es amigo de Chávez, vivimos inseguros, las calles son un asco... Querés saber qué es lo mejor que hizo Kirchner. Irse. Lástima que puso a su mujer", se despide, enojada.
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Lidia, de 34 años, da una de cal y una de arena: "Yo siempre digo que este presidente tuvo que ocuparse de todo un poco y que hizo un poco bien en muchas áreas, pero en otras no". Trabaja como empleada doméstica y manicura y, aunque reconoce que hay más empleo, piensa que sigue siendo precario y la vida muy cara. Vive en los suburbios bonaerenses, en el barrio de Malvinas Argentinas, y para ella volver a la casa que construyó durante el menemismo "es siempre una lotería" pese a que se mejoró mucho la infraestructura y la iluminación. No así la inseguridad y el avance de la droga, los dos temas que más le preocupan.
A dos calles de la Plaza de Mayo se encuentra el edificio del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos. Como cada principio de mes desde que los datos del Índice de Precios al Consumidor comenzaron a ser manipulados, los profesionales del organismo se reúnen a la espera del nuevo dato "trucho" (falso) oficial. Hoy cuentan con el apoyo de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), con quienes realizan un abrazo simbólico al edificio del Indec.
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La céntrica Avenida de Mayo, que comunica la Casa Rosada con el Congreso, es el recorrido ideal para las manifestaciones y protestas. Hoy los que se movilizan son los ex combatientes de la guerra de las Malvinas. A golpe de bombo y alzando pancartas reclaman una jubilación justa. Los turistas son los únicos que les prestan atención. Como si se tratara de una parte del paquete turístico, meten la mano en la mochila y disparan sus cámaras digitales. Incluso posan sonrientes con las columnas avanzando en el fondo de la imagen y sueltan una risa chillona cuando ven que el recuerdo quedó sellado para la inmortalidad.
En cambio, los comerciantes y trabajadores de la zona viven crispados. "No se puede vivir manifestándose. Todos los días pasa alguien. Cuando no te rompen los oídos con los bombos te rompen el vidrio. La gente no llega a trabajar a horario. Todo es un caos", dice Marta, dueña de un local que vende artesanías. "Yo pago mis impuestos, trabajo, y parece que los que nos jodemos siempre somos los que tratamos de hacer las cosas bien. No soy insensible a los reclamos sociales, pero ya es hora de que se den cuenta que el Estado no ofrece soluciones en este país", dice.
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Para Rubén Saboulard, uno de los coordinadores de la Asamblea de San Telmo, que nació en plena crisis económica, la protesta "es la única forma de que alguien te preste atención". "En este país, si no es demostrando fuerza no conseguís nada. Acá, como dijo Discépolo, el que no llora no mama", dice, golpeando la mesa. Recuerda que en junio de 2002 la emergencia económica era tal que debieron montar un operativo casi de espionaje para que nadie supiera donde estaban las 100 cajas de comida entregadas por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. "Acá venía gente desesperada. Personas que no comían hace dos días", dice.
La Asamblea tiene dos comedores populares donde se alimenta a 300 personas de forma gratuita y otro en el que se obtiene una comida nutritiva por un valor accesible. Además, tienen cuatro hoteles tomados en los que viven 100 familias. "Si no peleamos y los matamos, nos matan ellos", dice. Lejos de reconocerle méritos a Kirchner, Saboulard se muestra crítico. Toma la frase de un cómico argentino que dijo que "el kirchnerismo es el menemismo con derechos humanos". "Le reconozco que mis hijos aprenden en la escuela la historia de la militancia y que sepan lo que fue la dictadura. Pero a nivel económico es lo mismo que Alfonsín, que Menem y que todos. El país creció gracias a que la soja cuesta más que el oro," opina.
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El local de la Asamblea está sitiado por hostales y negocios que nacieron al ritmo del turismo. San Telmo concentra las contradicciones económicas y sociales de la capital y el país. El hotel Axel, para público gay, es una muestra de ello. La cadena barcelonesa invirtió 5 millones de dólares y se instaló al lado de uno de los casi 20 edificios ocupados del barrio, cuyos habitantes temen perder su vivienda a manos de una nueva inversión turística.
Para Laura, una politóloga de 29 años que emigró a España después de la crisis, la realidad es diferente a lo que le vendían a más de diez mil kilómetros. "Desde allá todo parecía la panacea. Los medios daban a entender que Néstor había venido a salvarnos, que estaba poniendo en marcha la primavera del 73 cuando volvió Perón.", recuerda. Pero al volver, desapareció esa sensación y sacó conclusiones propias: "No estaba todo bien. Lo que pasa es que la clase media de este país es demasiado cómoda e infla los indicios de mejoría porque tiene muy poca memoria. Todavía no se discute la distribución de la riqueza."