El Justiciero
Un candidato armado hasta los dientes en las elecciones de la Asamblea Constituyente. La venganza gana votos en Ecuador.
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"El Justiciero somos todos. Todos y cada uno de los ecuatorianos que reclaman justicia. El Justiciero está en el corazón de todos. Los ecuatorianos aman a El Justiciero porque es el único que resuelve los problemas de la sociedad". La voz surge de debajo de un pañuelo azul. Unos desconcertantes ojos verdes con lentillas rojas incendian de intriga los silencios. El enigmático Mauricio Montesdeoca me mira a los ojos. Como esperando las preguntas inevitables: ¿eres El Justiciero?, ¿has asesinado a más de 100 personas?
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Se adelanta respondiendo: "Mira, El Justiciero es una leyenda urbana, un mito. Es un superhéroe. El pueblo le necesita". Silencio. El cristal del salón de reuniones del lujoso hotel Oro Verde, en la ciudad de Manta, refleja a los acompañantes de Mauricio, un guardaespaldas y dos asesores. Hacen gestos con las manos. Al otro lado, el océano Pacífico.
El encapuchado mira nervioso a Redway Velasquez, jefe del Movimiento de Justicia Libertaria Alfarista de Manabí, el partido político que Mauricio encabeza como candidato provincial para las elecciones de mañana. Ahora me mira a los ojos. De nuevo a Redway. Y pierde los nervios, gritando: "¡Dejadme en paz! Ya soy mayorcito, no me hagas señas, sé lo qué contestar". Silencio denso. Una carcajada rompe la tensión. La entrevista, de nuevo, avanza con sosiego.
Una pistola en la cintura
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Mauricio Montesdeoca usa ropa policial: un chaleco con la palabra SWAT, botas negras, guantes, pantalones militares. Del cuello le cuelga un collar con una cabeza pequeña de Eloy Alfaro, un revolucionario político local del siglo XIX que llegó a ser presidente.
No se esfuerza demasiado por esconder una pistola en su cintura. "Tengo que defenderme. Han intentado asesinarme varias veces en esta campaña. La Policía, además, me ha negado protección", asegura con tranquilidad. Redway sonríe. Marquitos, el guardaespaldas personal de Mauricio, corrobora las palabras con las cejas.
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Mauricio Montesdeoca -37 años, aspecto robusto, alto- continúa hablándome del plan político del Movimiento de Justicia Libertaria Alfarista, inspirado en la figura de Alfaro. "Quiero combatir la impunidad y la corrupción. Mi propuesta de seguridad integral está basada en tres ejes: seguridad jurídica, económica y ciudadana. Quiero incluir estos puntos en la nueva Constitución. Estoy a favor de la pena de muerte para asesinos y políticos corruptos, siempre que se despoliticen las Cortes", afirma en tono afable. Silencio.
Acribillados
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¿Quién es Mauricio Montesdeoca Martinetti? ¿Por qué todo el mundo lo asocia irremediablemente a El Justiciero y por qué goza de tanto apoyo popular en la provincia de Manabí?
La historia de El Justiciero comienza el 28 de diciembre de 1997. Tres encapuchados entran en la casa de la familia Montesdeoca, en la ciudad de Portoviejo. Y masacran a los hermanos de Mauricio. Nicola (35 años) y José (30) mueren acribillados. Milagrosamente, Mauricio consigue escapar.
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La familia Montesdeoca, que siempre tuvo una buena condición económica, huye a Estados Unidos por razones de seguridad. La tragedia, en palabras del propio Mauricio, deja su corazón "lleno de un dolor incomprensible". Y de una indómita sed de venganza.
Mauricio decide prepararse. Entrenarse con los mejores. Algunos rumores aseguran que se formó en Israel. Otros, con paramilitares en Colombia. Nadie lo sabe a ciencia cierta. Para aumentar el halo de misterio, el nombre de Mauricio Montesdeoca figura entre los desaparecidos en las Torres Gemelas de Nueva York en el 11-S.
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Tras los atentados, aparece en Ecuador. Poco tiempo después, comienzan a aparecer personas muertas. Cadáveres de traficantes, de mafiosos, de secuestradores. Cuerpos acribillados. Y un pequeño cartel con el nombre de cada difunto. Chani. El chico del millón. Xavier Bravo Pico. Víctor Hugo. Los principales criminales de Manabí van cayendo. Y muchas veces, con una firma misteriosa al lado: el Justiciero. A finales de julio de 2006, aparecen cuatro cadáveres con un cartel inequívoco: "Ha llegado el tsunami para los secuestradores. El Justiciero".
"Él tiene un modus operandi propio. Siempre mata con varios disparos, en distintas partes del cuerpo. Y deja los cadáveres en los mismos lugares". Habla Pedro Cózar, el jefe de la Policía de Manta. La entrevista discurre tensa. ¿Cómo es posible que no haya ninguna pista después de más de cien asesinatos? Pedro Cózar asegura que no tienen pruebas. Y que Montesdeoca no tiene nada que ver. Al contrario de lo que el propio Mauricio asegura, Cózar afirma que "El Justiciero nunca trabajó para la Policía". "Yo soy nuevo acá. Oí que tal vez colaboró de algún modo", asegura Cózar.
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Vinculado a la Policía
En Manta y Portoviejo, las dos principales ciudades de la provincia, la vinculación de Montesdeoca con la Policía es un secreto a voces. Él mismo asegura con frecuencia que no tiene nada que ver con las muertes atribuidas a El Justiciero y que se limita a "ser informante de la Policía".
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Pero hay más: un informe oficial del Grupo de Intervención Rápido, del 24 de marzo del 2004, publicado por el diario El Comercio, detalla que los operativos policiales se realizan con datos proporcionados por Montesdeoca. Y con excelentes resultados: cuatro bandas fueron desarticuladas, seis vehículos recuperados y 11 armas decomisadas. Por si fuera poco, otro informe policial hecho público recoge que Montesdeoca participaba en los operativos "con uniforme policial, chaleco, casco y un fusil HK calibre 5.52". Tiene, al parecer, plena capacidad de actuación. Licencia para matar.
El 4 de agosto de 2006, el Justiciero sale parcialmente del anonimato. Concede una entrevista telefónica a TC Televisión. Y reconoce que está limpiando de delincuentes la región porque "su familia fue asesinada". Sus palabras conducen directamente a Mauricio Montesdeoca: "El vacío que siento en mi corazón, producto de la matanza de mi familia, es indescriptible, por eso me he dedicado a luchar contra la delincuencia, para evitar que más gente sienta lo que yo vivo diariamente". Mauricio, más que nunca, es El Justiciero.
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Pocos días antes de la entrevista, el 26 de julio, siete diputados y Jorge Zambrano, el alcalde de Manta, firman un acuerdo con SWAT, la empresa de seguridad que Mauricio Montesdeoca formalizó legalmente el 16 de enero de 2005 en la ciudad de Guayaquil. Los diputados recomiendan los servicios de Montesdeoca para luchar contra la ola de secuestros que azota la región. Cuando la prensa pregunta a Jorge Zambrano sobre su acuerdo con El Justiciero, responde confusamente: "Yo hice un acuerdo con un tal Mauricio Montesdeoca, no con El Justiciero".
La campaña de El Justiciero, hecha puerta a puerta y sin grandes despliegues económicos, ha calado hondo en la provincia de Mabaní, una de las más pobres y abandonadas de Ecuador. En la bullanguera playa El Murciélago de Manta, preguntar por él provoca respuestas entusiastas. "Los políticos son unos mentirosos. Necesitamos quince justicieros por lo menos para volar el Congreso", afirma Juan López, que sobrevive alquilando sillas de madera en la playa. Lourdes Vélez, su mujer, asegura que va a votar a Montesdeoca porque "la inseguridad es tan grande que da miedo caminar por las calles".
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Antonio Zambrano -25 años, estudiante de ingeniería, look de clase media alta- afirma no compartir los métodos de El Justiciero, aunque reconoce "que ha limpiado la región".
Mano dura
Alberto López, un vendedor de golosinas, cuenta que va a votar a Trajano, del partido del "presidente Correa", pero que respeta a El Justiciero. En las calles polvorientas de Portoviejo, la candidatura de Montesdeoca también genera entusiasmo. "Creo que sería necesario alguien como él. Mano dura a los asaltantes", asegura Javier León, un taxista de 42 años.
¿Solucionará El Justiciero los problemas acuciantes de Manabí, incluida una tambaleante economía dolarizada con una galopante inflación?¿Subirá la renta media de los manabitas, de apenas 320 dólares por persona al mes?¿Hará regresar al 15% de la población que emigró a Estados Unidos y España huyendo de las penurias económicas?
Para José García, editor jefe de El Diario en Manta, el mito de El Justiciero cuaja bien en Manabí porque históricamente "es una provincia abandonada". "Tenemos fama de violentos, de tomarnos la justicia por nuestra mano. Y de tener altos índices de corrupción y violencia", explica García. Esta desconfianza histórica del Gobierno central y de las fuerzas policiales hacen, en palabras de la historiadora Tatiana Hidrovo, que los manabitas busquen "la confianza en otro lugar".
Políticos corruptos
En un país como Ecuador, que Transparencia Internacional colocó en su último informe en el puesto 158 de los países corruptos, un encapuchado Montesdeoca que pide la pena de muerte para políticos deshonestos tiene la popularidad garantizada. "Hay gente que coloca pegatinas de El Justiciero en los coches. Con eso ya se sienten protegidos", asegura José García.
Viernes 21. Hotel Oro Verde. El Justiciero suspira. Y justifica su rostro tapado con mucha ironía. "Amigo, me tapo la cara porque tengo una enfermedad, una alergia contra la corruptitis de corbata y contra la delincuencia en general, en especial aquella que mata a las familias".
¿Llegará El Justiciero a representar a Manabí en la Asamblea Constituyente?Parece difícil. Mauricio habla de boicot. De enemigos que arrancan sus carteles en la calle. Llegue o no a la Asamblea, El Justiciero habrá ganado moralmente. René Moreira, del Movimiento Justicia Libertaria Alfarista, cuenta una anécdota que resume y refuerza la leyenda de Mauricio/El Justiciero: "Íbamos camino de Perdernales, haciendo campaña. Y nos encontramos con una mujer dando a luz en un camino. Mauricio corrió a socorrerla, cortó el cordón umbilical. Después del parto, la señora dijo que su hijo se iba a llamar Mauricio El Justicierito".