Israel empuja al 'campo de concentración' que es Gaza hasta el borde del precipicio
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"Todo indica que nos dirigimos hacia una invasión terrestre, aunque las decisiones se adoptarán día a día en función de lo que ocurra sobre el terreno y en función de lo que haga Hamas", dijo ayer un funcionario de la oficina del primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu.
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La crisis que se inició en junio con el secuestro y el asesinato de tres jóvenes colonos judíos cerca de Hebrón (por parte de Hamas, según Israel, aunque Hamas lo niega) ha ido a peor. Ninguna de las dos partes parece dispuesta a ceder y se vislumbra un deterioro que puede conducir a una situación similar a la de 2012, en la operación Columna de Nube, o de 2009, en la operación Plomo Fundido.
Los civiles son quienes pagan el precio más alto en estos enfrentamientos endémicos, y particularmente los civiles palestinos, que son los más débiles, de donde salen la inmensa mayoría de las bajas mientras en Occidente se lavan las manos y permiten que la expansión israelí se extienda más y más año a año.
Castigar como se castiga a la población civil de Gaza a vivir en condiciones draconianas para satisfacer a la potencia ocupante es inhumano. Gaza se ha convertido en un enorme campo de concentración, según algunos observadores, o en un "campo de prisioneros", en las palabras más suaves de David Cameron en 2010, pero ni él ni sus colegas europeos mueven un dedo para buscar una solución.
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La movilización de 40.000 reservistas que ha ordenado Netanyahu apunta a que se está preparando una operación de gran envergadura. Todavía no se sabe si habrá o no invasión terrestre, pero el Ejército ha reconocido que una buena parte de los soldados movilizados pertenecen al cuerpo de artillería.
Esto puede significar que el Ejército y el Gobierno contemplan doblegar a Hamas mediante un bombardeo masivo que debe ser muy intenso para conseguir su objetivo. O puede significar que Netanyahu pretende allanar el camino para la temida invasión terrestre que probablemente se adoptará sobre la marcha.
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Netanyahu se ha enfrentado a algunos de sus ministros que le reprochan la forma en que está conduciendo este asunto. El titular de Exteriores, Avigdor Lieberman, líder de Israel es Nuestra Casa, canceló el lunes la fusión con el Likud y no se cansa de repetir que uno de los motivos que le han inducido a tomar esta decisión es la "tibieza" de Netanyahu con respecto a Hamas.
Pero esa tibieza no es un capricho personal de Netanyahu ni carece de justificación. El primer ministro quiere mantener la calma en el sur del país a toda costa porque le resulta muy rentable, ya que le permite llevar a cabo una amplia expansión colonial en Cisjordania mientras todo el mundo permanece con los brazos cruzados, empezando por el presidente Mahmud Abás y terminando por Hamas.
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Esa calma era una situación tan cómoda que durante los últimos días Netanyahu había insistido en que "la calma se responderá con calma". Sin embargo, esa ecuación ha saltado por los aires cuando Hamas ha exigido ciertas "demandas" que el primer ministro no parece dispuesto a aceptar porque está en juego su menguante prestigio en Israel.
La última lista de demandas la formuló Hamas anoche por boca del portavoz de las Brigadas al Qassam, Abu Obeida, ante las cámaras de televisión y con el rostro cubierto por una kefiya. Mientras caía una lluvia de misiles letales en Gaza y una lluvia de cohetes, por ahora inofensivos, en Israel, Abu Obeida condensó los siguientes cuatro apartados.
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a) Israel debe poner fin a la agresión contra la franja de Gaza; b) reconocer y aplicar el acuerdo de alto el fuego de 2012 con Hamas; c) liberar a los prisioneros palestinos que fueron liberados con el acuerdo del soldado Guilad Shalit pero que han sido encarcelados de nuevo desde junio; y d) dejar de socavar el acuerdo de reconciliación entre Hamas y Fatah.
Lógicamente Netanyahu no puede aceptar estas condiciones pues su imagen se erosionaría considerablemente dentro de Israel, de ahí que haya optado por echarse al monte y enviar a decenas de millares de soldados a la frontera de Gaza. En el fondo asistimos a una partida de ajedrez que, por más trágica que sea, se sabe desde el principio quién la va a ganar.
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La respuesta a las demandas de Hamas la ha dado alas al ministro de Defensa, Moshe Yaalon, quien ha declarado que no va a detener la ofensiva hasta que Hamas acepte las condiciones de Israel, condiciones que no detalló pero que seguramente son las de una calma absoluta en Gaza, es decir el cese total de lanzamiento de cohetes.
Las milicias palestinas han extendido el alcance de sus cohetes hasta llegar a Tel Aviv, Jerusalén y otras ciudades del centro del país donde ya han sonado las sirenas. Es el juego de siempre: se inicia con una acción más o menos inesperada y a continuación una réplica y después una contrarréplica, y sigue así hasta que Israel acaba imponiendo la ley de la fuerza, que no la ley del derecho internacional.
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En resumen, Netanyahu ha anunciado el inicio de la operación Margen Defensivo (en hebreo la llama Tsuq Eitan, que significa Precipicio Sólido), cuyo final todavía no se ha escrito aunque no sea arriesgado adelantar quién va ganar y quién va a perder.