Israel abre la tercera fase de la guerra y se prepara para nuevos frentes bélicos
El Ejército israelí reorganiza sus fuerzas en Gaza y desplaza parte de las tropas a la frontera con el Líbano para atajar la amenaza de Hizbulá sobre el norte de Israel.
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madrid,
Israel ha empezado el año reordenando su estrategia bélica en una tercera fase de su ofensiva contra los palestinos de Gaza, que durará al menos seis meses más y afronta la posibilidad de que el conflicto se desborde en un segundo frente bélico hacia el vecino Líbano, donde operan las fuerzas de Hizbulá, aliado de Hamás y armado por Irán, o incluso Siria, que ya está siendo bombardeada.
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"Los objetivos de la guerra requieren combates prolongados y nos estamos preparando en consecuencia", indicó el portavoz del Ejército israelí, Daniel Hagari. La idea es acentuar las operaciones especiales contra Hamás y atemperar la masacre de la población palestina, tras las incesantes acusaciones internacionales de genocidio por la matanza de civiles en Gaza.
Se trataría de una tercera fase de la guerra, sacando cinco brigadas de Gaza y dejando en la Franja menos material pesado, como carros de combate, que no ha logrado acabar con la resistencia de Hamás en túneles y reductos urbanos.
La primera fase de la guerra comenzó el 7 de octubre con el bombardeo de Gaza, hasta destruir buena parte de las infraestructuras y barrios enteros de las principales localidades gazatíes. La segunda fase se plasmó con la invasión de la Franja, que comenzó por el norte y avanzó hacia la frontera con Egipto.
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Netanyahu, contra las cuerdas
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, sabe que se mueve contrarreloj. La población israelí teme que la guerra se extienda por otros países de Oriente Medio, y que aísle cada vez más a su país con el rechazo internacional a las matanzas en Gaza. Temen que el odio que genera esta masacre condene a Israel a una situación de conflicto permanente no solo contra los palestinos, sino contra todo el mundo musulmán, desde el Golfo Pérsico hasta Turquía e Irán.
La situación de Netanyahu es, al empezar el año, si cabe más difícil, tras el varapalo que le ha dado el Tribunal Supremo al desautorizar la reforma judicial que, desde antes de la guerra, había mantenido en jaque la relación del primer ministro con buena parte de las instituciones y de la población israelí.
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Ineptitud y autoritarismo devenidos en extrema crueldad con los palestinos
Un amplio sector de los israelíes mira cada día que pasa con mayores sospechas a Netanyahu, por su creciente autoritarismo, su incapacidad para recuperar al centenar de rehenes que están aún en manos de Hamás o por la ineptitud de la seguridad del Estado a la hora de impedir la matanza de israelíes cometida por ese grupo radical palestino el pasado 7 de octubre.
Ese día murieron 1.200 israelíes y ciudadanos de otras nacionalidades asesinados por los guerrilleros de Hamás que incursionaron desde Gaza en el sur de Israel. Cerca de 240 fueron secuestrados por estas milicias.
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En respuesta, Israel lanzó una ofensiva militar contra la Franja que ha causado al menos 22.000 muertos, 7.000 desaparecidos y 58.000 heridos, con el desplazamiento interno de cerca del 80% de los 2,2 millones de palestinos que habitan ese territorio ribereño del Mediterráneo.
Imparable limpieza étnica
La invasión israelí de la Franja de Gaza se está desarrollando con una doble dificultad. Por una parte, por la enconada resistencia de Hamás y, por otra, por la propia obcecación israelí de imponer su estrategia de tierra quemada en un territorio muy densamente poblado, ignorando la seguridad de la población civil.
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Si uno de los planes de Netanyahu era empujar a la población palestina hacia la frontera con Egipto para obligar a este país a dejar su entrada masiva y su "reubicación" en la península de Sinaí, esta idea se ha topado con el repudio internacional.
El Gran Israel, al que aspiran los sionistas ultras, a costa de la desaparición de los territorios palestinos, de momento tendrá que esperar. Sobre todo porque en Estados Unidos, el principal aliado de Tel Aviv, hay mucha preocupación por la desestabilización que ésta y otras aberraciones geopolíticas de Netanyahu pueden provocar en Oriente Medio.
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Los miembros más radicales del Gobierno de Netanyahu insisten en la limpieza étnica de Gaza para su reocupación por colonos judíos. Así, este lunes el ministro israelí de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, apostó por el éxodo de la población palestina de Gaza a fin de que los colonos ilegales judíos que dejaron la Franja en 2005 puedan retornar.
"No creo que haya nadie en Israel que no quiera ver asentamientos judíos en todas partes" de Gaza, dijo también el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich.
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El frente del mar Rojo
EEUU, que cerró filas con Israel desde el principio de la crisis, tiene dudas sobre la estrategia final de Netanyahu respecto a los palestinos y defiende al menos de cara a la galería la idea de los dos estados, uno judío y otro palestino. Sin embargo, eso no le priva a Washington de ejecutar sus propios planes para Oriente Medio.
Por eso, se ha puesto al frente de una coalición internacional en el mar Rojo con la idea primera de combatir los ataques de los rebeldes yemeníes contra Israel y sus intereses, pero también para afianzar la propia estrategia de la Casa Blanca en Oriente Medio, con Irán como objetivo principal.
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En los últimos días se ha disparado la tensión con las facciones hutíes, aliados de Hamás y autores de numerosos ataques contra Israel con misiles que no alcanzaron sus objetivos. También con el intento de abordaje de navíos mercantes en una zona tan estratégica para la navegación mercantil.
EEUU, con el respaldo de esa coalición de una decena de países, está eliminando con sus baterías de misiles cualquier tipo de proyectil lanzado desde las costas yemeníes con dirección a Israel o sus barcos.
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El domingo pasado destruyó tres embarcaciones de los hutíes y mató a una decena de rebeldes que iban a bordo cuando intentaban atacar un barco portacontenedores.
El mar Rojo podría ser otro escenario de una escalada de la guerra de Gaza. Irán respalda a los rebeldes hutíes, de la misma forma que simpatiza con Hamás y está detrás de la financiación y suministro de armas a Hizbulá.
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Un destructor iraní rumbo al mar Rojo
A raíz del ataque estadounidense del domingo contra los barcos hutíes, con helicópteros artillados procedentes del portaviones Eisenhower, Teherán anunció el envío de un buque de guerra al mar Rojo. Se trata del destructor Alborz, que, según las autoridades iraníes ya ha cruzado el estrecho de Bab el Mandeb, la puerta del mar Rojo desde el océano Índico.
El Alborz es una de las naves insignias de la Armada iraní y ha participado en el pasado en acciones contra la piratería en aguas del mar Rojo y también como elemento de disuasión en la rivalidad entre Irán ya Arabia Saudí por la influencia en Oriente Medio.
Cualquier enfrentamiento armado a gran escala en el mar Rojo podría golpear con una fuerza inusitada a la economía mundial. Cerca de un 12 por ciento del comercio global pasa por esa ruta, así como el 30 por ciento del transporte en contenedores.
Los británicos también en liza
Para añadir tensión a la actual situación en el mar Rojo, este lunes el secretario de Defensa británico, Grant Shapss, manifestó el deseo de su país por tomar "acciones directas" contra los hutíes, con el objetivo de "parar las amenazas a la libertad de navegación" en esa cuenca marítima.
Un día antes, el ministro de Exteriores británico, David Cameron, advirtió a su homólogo iraní, Hosein Amir Abdollahian, contra cualquier intento de Teherán de desestabilizar la situación en el mar Rojo y exigió a Irán que contenga a los hutíes.
Estados Unidos ha acusado directamente al régimen de los ayatolás de estar detrás de los ataques hutíes, de la misma forma que sospechó de la intervención iraní en la preparación de los ataques masivos del 7 de octubre a manos de los milicianos de Hamás en el sur de Israel.
Irán no permanece callado sobre esta extensión de los tentáculos bélicos occidentales a Oriente Medio. Además de criticar a Occidente por el "doble rasero" que está desplegando en torno a la crisis de Gaza, Abdollahian subrayó la necesidad de "impedir que el régimen israelí incendie toda la región".
El temor a una invasión del Líbano, como en 1982 y 2006
Pero el lugar con más bazas para producirse una ampliación del conflicto de Gaza es el Líbano, desde donde actúan las milicias de Hizbulá.
Esta organización de credo chií cuenta con el apoyo de Irán, especialmente de los llamados Guardianes de la Revolución, encargados de propagar por todo Oriente Medio los valores islámicos y geopolíticos de Teherán.
Por eso, uno de los objetivos de la reorganización del esfuerzo bélico israelí en Gaza apunta al norte de Israel, a la frontera con Líbano, y de rebote a la cercana Siria.
El ministro sin cartera Benny Gantz, uno de los miembros clave del Gobierno de Netanyahu, ya avisó de que si Hizbulá sigue con sus ataques contra estacionamientos y guarniciones israelíes cerca de la frontera con el Líbano, Israel erradicará a los guerrilleros de esa milicia de esas zonas limítrofes. Siria, por su parte, ya ha denunciado varios ataques israelíes contra Hizbulá en las cercanías de Damasco.
"La situación en la frontera norte de Israel exige un cambio", afirmó Gantz en una conferencia de prensa la semana pasada. Según el político, "se está acabando el tiempo para una solución diplomática" y si el mundo y el Gobierno libanés no actúan para que Hizbulá se aleje de la frontera, "lo hará el ejército israelí".
A principios de diciembre, Netanyahu, en una visita a esa problemática frontera ya amenazó con llevar al sur del Líbano y Beirut la destrucción de Gaza si Hizbulá osaba cruzar la línea roja de la confrontación directa.