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El islam europeo se integra pero no se asimila

La inmensa mayoría de los millones de musulmanes europeos son respetuosos con la ley y con los demás ciudadanos, por lo que señalar a todos es una injusticia impropia de Europa

Algunos de los participantes en el acto. EFE/Chema Moya

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

JERUSALÉN.– Los atentados yihadistas que golpean Europa periódicamente están suscitando en los últimos años un debate acerca de la integración del islam en las sociedades del viejo continente, un debate que adquiere a menudo tonalidades muy crudas y en el que cada vez hay más participación y desencuentros.

El suizo Tariq Ramadan, profesor en Oxford y el intelectual musulmán más conocido a nivel internacional, ha escrito con profusión sobre esta cuestión. Considera que desde la emigración masiva de los años sesenta, y teniendo en cuenta que el tiempo transcurrido ha dado paso a generaciones ya nacidas en esos países, puede decirse que Europa cuenta con un islam autóctono y característico, perfectamente distinguible del islam de otras latitudes.

Las primeras generaciones de inmigrantes vivían muy pendientes de sus países de origen, pero esto va dejando de suceder conforme pasa el tiempo. Sus hijos están plenamente integrados o en un proceso de integración muy avanzado: estudian y trabajan en un medio europeo y dominan las respectivas lenguas como cualquier otro nativo.

Ocurre, sin embargo, que muchos europeos de toda condición no están satisfechos con la creciente integración de los musulmanes. Con frecuencia, estos europeos utilizan la palabra “integración” cuando en realidad quieren decir “asimilación”, y es que “integración” suena mejor y parece más positiva que “asimilación”.

Los musulmanes han optado por integrarse, ciertamente, pero no han renunciado a su religión, y esto es lo que molesta a muchos europeos que desearían que fueran exactamente como ellos, o que tuvieran al menos una especie de religión cristiana más o menos desvirtuada como ocurre con muchos cristianos viejos.

Un grupo de musulmanes reza en la mezquita de la M-30 de Madrid. EFE

Un grupo de musulmanes reza en la mezquita de la M-30 de Madrid/EFE

Algunos intelectuales progresistas de Dinamarca, donde hay una significativa comunidad musulmana, se han referido a esos europeos (cristianos o seculares) como “fundamentalistas culturales”, una calificación que oponen a lo que habitualmente se denomina “fundamentalismo islámico”.

El “fundamentalismo cultural” sería una construcción propiamente europea a la que no son ajenos los ciudadanos autóctonos que se cuentan entre los más progresistas, incluso entre quienes militan en partidos políticos claramente posicionados en la izquierda, y consiste en exigir a los inmigrantes, y particularmente a los inmigrantes musulmanes, que abandonen su religión y que se asimilen totalmente al entorno donde viven.

En 2014 se publicó Islamic Movements of Europe, un volumen hercúleo que recoge casi setenta estudios sobre el islam europeo escritos por decenas de especialistas. Sus editores, Frank Peter, profesor de la Universidad de Berna, y Rafael Ortega, profesor en la Universidad de Granada, guían al lector a través de un mundo que está a su lado pero que muchas veces se ignora o simplemente no se ve, a pesar de la gran relevancia que tiene para el conjunto del continente.

Los inmigrantes pacíficos y respetuosos son la inmensa mayoría

Estos días se está viendo en Francia un gran número de ataques contra comercios, locales y personas musulmanes. Los agresores sencillamente no tienen en cuenta que esas personas son probablemente ciudadanos franceses que nunca han quebrado la ley, ya que los inmigrantes pacíficos y respetuosos son la inmensa mayoría.

Europa siempre ha estado en un proceso de transformación, nunca se ha detenido, aunque esos agresores quieren detenerla con el fin de que los musulmanes europeos vuelvan a sus países de origen o acepten asimilarse renunciando a su religión, y esto es algo que no parece que vaya a ocurrir.

El fundamentalismo yihadista apenas representa una ínfima fracción de los musulmanes que viven en el continente. En Francia hay casi siete millones de musulmanes, una décima parte de la población total, y su número sigue creciendo año a año. Quienes participan en atentados son muy pocos, y los musulmanes son quienes más sufren las consecuencias de esa minoría.

La última novela de Michel Houellebecq, Sumisión, plantea una situación que se ha calificado de distopia, es decir lo contrario de utopía: el islam conservador patrocinado por los países del Golfo Pérsico se hace con el control de Francia después de unas elecciones libres y los musulmanes empiezan a aplicar su política. No hay violencia pero sí priman valores que son ajenos a la sociedad francesa que conocemos.

Injusticia europea con las creencias religiosas

La novela de Houellebecq juega con el miedo de la gente y a su vez suscita pánico entre quienes temen realmente que Francia acabe siendo una especie de Estado Islámico donde impere la sharia. Esto es algo que no va a ocurrir pero de lo que cada vez se habla más en Francia y en Europa.

Lo que es seguro es que el proceso de transformación de Europa, que nunca se ha detenido, no se va a detener ahora, y que los musulmanes, que ya forman parte esencial de las sociedades europeas, no van a marcharse y poco a poco van a contribuir más y más a las sociedades del continente.

Discriminarlos por el mero hecho de ser musulmanes es algo que no cuadra con las creencias europeas. Señalar a todos por el fundamentalismo yihadista de unos cuantos, o exigirles una asimilación no deseada, es otra gran injusticia que tampoco está conforme con las creencias europeas. Y también es una injusticia obligarles a renunciar a su religión para quedarse en Europa, máxime cuando el islam europeo mayoritario condena la violencia con tanta energía como cualquiera puede hacerlo.

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