Este artículo se publicó hace 2 años.
Irán y Turquía buscan reforzar su influencia en Siria ante un eventual paso a un lado ruso por Ucrania
La guerra de Ucrania ha suscitado especulaciones sobre el futuro de Siria. De momento los rusos mantienen su presencia como hasta ahora, pero esto podría cambiar si Moscú sale muy debilitada del conflicto ucraniano.
Eugenio García Gascón
Actualizado a
La intervención de Rusia en Ucrania ha originado una serie de decisiones de varios mandatarios de la región y especulaciones acerca de si Moscú va a desentenderse de su presencia en Siria por estar demasiado ocupado con la guerra actual y las graves sanciones derivadas del conflicto, y si su lugar debería ser ocupado por otras potencias, incluidos EEUU, Turquía e Irán, que ambicionan llenar el hueco de los rusos.
Aunque este tipo de comentarios son prematuros mientras Rusia siga presente en Siria, es cierto que se han registrado movimientos significativos en esa dirección desde que el ejército ruso inició la campaña ucraniana a finales de febrero, especialmente viendo que la campaña se está agravando y alargando sine die.
Una hipotética retirada de Rusia, como la que algunos barajan, tendría consecuencias imprevisibles
Durante los últimos años, Moscú ha jugado un papel de suma importancia al evitar que el gobierno de Damasco cayera ante el empuje de los yihadistas que contaron con el apoyo directo e indirecto de las potencias occidentales y de países aliados como los Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudí, además de Israel. Una hipotética retirada de Rusia, como la que algunos barajan, tendría consecuencias imprevisibles.
Siria es un teatro principal de los enfrentamientos entre Irán e Israel. Las actividades desestabilizadoras del estado judío en Irán son permanentes, igual que sus choques en distintos frentes de Oriente Próximo. Aunque su objetivo declarado públicamente es impedir que Teherán se haga con armas nucleares, su intención es mantener la tensión en los niveles más altos posibles para aprovechar su clara supremacía militar, política y económica.
Oliendo que la crisis de Ucrania puede traer cambios, Teherán está intensificado sus esfuerzos políticos, militares y económicos en Siria, y recientemente abrió una nueva línea de crédito a Damasco para mitigar el bloqueo general que sufre Siria con el impulso de EEUU e Israel, aunque quizá no sea en este orden.
En el aspecto militar, circulan informaciones de que Irán está desplegando sus milicias y organizaciones afines en lugares que los rusos han evacuado o podrían evacuar, con el fin de que sus enemigos no llenen el vacío y amenacen la continuidad del régimen. De momento, Teherán vigila las áreas controladas directamente por Rusia, enviando armas a los grupos afines.
Moscú ha jugado un papel equilibrador entre la presencia iraní y las actividades militares israelíes en Siria. Recientemente enseñó el sistema de misiles S-300 a los aparatos israelíes que bombardean Siria regularmente, lo que se interpretó como una señal de que los rusos no tienen intención de abandonar el país a su suerte, y también como una advertencia a las continuas incursiones de la aviación hebrea en el país vecino.
Teherán vigila las áreas controladas por Rusia, enviando armas a grupos afines
El segundo frente abierto es la lucha entre Turquía y los kurdos. Es evidente que el presidente Recep Tayyip Erdogan ha cometido múltiples errores de bulto desde que estalló la guerra civil en 2011, y que ha intentado enderezar algunos de ellos, pero en concreto su política siria sigue siendo errónea y no hay indicaciones de que vaya a cambiar, a pesar de que está introduciendo modificaciones de gran calado en sus políticas globales en la región, a menudo con giros de 180 grados.
En Siria el esfuerzo central de Erdogan pretende desmembrar cualquier entidad kurda cerca de la frontera con Turquía. Ya en 2016 las tropas turcas abandonaron el este de la ciudad de Alepo para crear una "zona segura" a lo largo de la frontera y para cortar los contactos kurdos entre el este y oeste del río Éufrates.
A principios de 2018, contando con el beneplácito de Rusia, Erdogan evitó que los kurdos ganaran acceso al Mediterráneo y al año siguiente, con la bendición de Donald Trump, estableció una zona segura en el área del Éufrates. Todos estos pasos fueron consecuencia de su apoyo a los rebeldes sirios a partir de 2011.
En varias ocasiones Erdogan ha expresado su intención de establecer una "zona segura" de 30 kilómetros de amplitud en el norte de Siria, una iniciativa que hasta ahora no ha contado con el respaldo de EEUU y Rusia, dos potencias que por distintas razones ven con prevención la presencia turca en Siria.
Erdogan ha vuelto a poner sobre la mesa la creación de la deseada "zona segura"
Pero la guerra de Ucrania ha cambiado algunos parámetros, especialmente porque ha reforzado el papel de Turquía en el seno de la OTAN. Ante la posibilidad de ampliar el Tratado Atlántico a Suecia y Finlandia, Erdogan ha vuelto a poner sobre la mesa la creación de la deseada "zona segura", una medida que los turcos quieren implementar cuanto antes.
Para complicar la situación, los jordanos, que recientemente han hecho algunos incipientes gestos de normalización con Siria, han denunciado el tráfico de drogas que cruza su frontera norte procedente de Siria, y que ellos atribuyen en parte a una presencia iraní en la zona. Lo cierto es que en esta frontera hay enfrentamientos frecuentes entre las tropas jordanas contrabandistas y traficantes de drogas, y que estas actividades enrarecen las relaciones entre Ammán y Damasco.
Estos movimientos vuelven a situar en el centro del escenario a Siria, y todavía no es posible determinar cómo va a evolucionar la situación en los distintos apartados. El desarrollo de la guerra de Ucrania, a la que no se ve un final, sin duda puede influir de manera decisiva en una u otra dirección en cada uno de los frentes abiertos.
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