Irak Barzani, listo para la guerra en defensa de la independencia kurda
Cerca de la mitad de los kurdos creen que este no es el momento para el referéndum.
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Suleimania,
Se ha sentado -nervioso- junto a un par de escandinavos, en el hall de uno de esos hoteles de Suleimania frecuentados por occidentales con historias apenas confesables de las que acostumbran a zafarse con las tres palabras de rigor que nadie cree, pero todo el mundo da por buenas: “Estoy de vacaciones”. Ninguno de los europeos pasa por Turquía en su camino hacia su destino inconfesable, que es Rojava, los cantones controlados por los, digamos, “confederalistas libertarios” kurdos del Norte de Siria.
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El extraño -así es por todos percibido- interrumpe la conversación de los escandinavos para presentarse con un inglés contaminado por un fuerte acento árabe que le delata como un chií sureño de algún pequeño pueblo cercano a Basora (Irak). “¿Tenéis algo de güisqui?”, interpela a los daneses como quien se dirige a un traficante de opio, y como si ese fuera el santo y seña de una locuacidad que nadie ha reclamado, no tarda en confesar que es un “soldado”.
Cuando dice “soldado”, subraya la palabra elevando la voz, para aclarar que Al-Hashd Al-Sha'abi no es una coalición paraguas de milicias paramilitares esencialmente chiítas, como la prensa occidental pretende, sino “una parte legítima del Ejército de Irak”. Le han dado sólo unas horas de permiso y debe incorporarse nuevamente a su unidad a primera hora de la mañana, de manera que donde quiera que esas fuerzas iraquíes hayan sido desplegadas, no pueden estar muy lejos de la segunda capital del Kurdistán. “Kirkuk”, dice. “Kirkuk es el problema. Que me muera ahora mismo si el referéndum kurdo para la independencia no acaba enfrentando de nuevo a los iraquíes”.
El petróleo de Kirkuk
En realidad, todo el mundo sabe en Suleimania que ese es el auténtico problema, junto a algunas otras zonas en disputa con Bagdad también ricas en petróleo como los Llanos de Nínive. Los kurdos iraquíes han incrementado su territorio alrededor de un 40 por ciento desde la irrupción del Estado Islámico en la escena geopolítica del área, a menudo a costa de sus vecinos árabes, turcomanos y algunas minorías hostiles a su proyecto de independencia, como los caldeo-asirios, los chabaquíes o los yazidíes.
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“Creo que hay cosas más urgentes que resolver aquí, antes de levantar cortinas de humo para morirse siendo un héroe”
En opinión de muchos, la guerra contra el ISIS le ha brindado al líder kurdo Masud Barzani una excusa magnífica para emprender una guerra de conquista. Los llamados territorios en disputa fueron, para muchos, “usurpados”, tras la huida en espantada del Ejército de Irak, que siguió a la llegada del Daesh. Tras la llegada a Mosul de los yihadis del Estado Islámico, los peshmergas de Barzani abandonaron a su suerte a las dos minorías que tenían bajo su custodia -los asirios de Karakosh y los yazidíes del Sinyar-, mientras se apresuraban a proteger los recursos petrolíferos de su zona de influencia y más allá. A la postre, sólo la intervención humanitaria de los milicianos kurdos de Turquía -el llamado PKK, una organización considerada terrorista por la Otan- tuvo por fin proteger la retirada y salvar las vidas de los yazidíes de Sinyar.
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Como era previsible, no ha quedado incontestada por Bagdad la decisión, aparentemente irrevocable, de Barzani de refrendar su dominio sobre esos territorios mediante un referéndum de independencia vinculante cuya cita se mantiene hasta hoy para el próximo 25 de septiembre, pese a la oposición de los Estados Unidos, Alemania, el Reino Unido, Turquía, Rusia, Irán y en fin, el mundo entero, a excepción de las fuerzas políticas nacionalistas de pueblos como el catalán, uno de cuyos líderes, Artur Más, calificaba esta semana los pasos al frente de Barzani como un triunfo de la democracia.
Tambores de guerra en Irak
Suenan, en todo caso, nuevamente, los tambores iraquíes de guerra. A principios de este mes, el líder de una milicia de las fuerzas paramilitares chiítas de Irak, Qais al-Khazali, amenazaba durante su prédica del viernes con intervenir militarmente en Kirkuk si Barzani no retrocedía. Por su parte, el Gobierno de Irak destituyó hace sólo unos días al gobernador kurdo de esa ciudad -abiertamente partidario del referendo- mientras desplazaba tropas hacia una de las últimas ciudades en manos del Estado Islámico -Hawija- en lo que ha sido interpretado por algunos como un intento de Bagdad por persuadir a los kurdos de que cejen en su empeño y por restaurar su autoridad sobre Kirkuk. Al igual que el Gobierno español en su guerra contra los nacionalistas catalanes, los líderes políticos iraquíes han asegurado que tomarán todas las medidas oportunas para impedir que los kurdos se segreguen, lo que en ningún caso ha amilanado a Masud Barzani.
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“Nací para la independencia; estamos listos para pelear”, decia el presidente kurdo esta semana, al tiempo que insistía en que era ya demasiado tarde para los planes alternativos que Washingon le ofrece a su proyecto. “Se ha obstinado en pasar a la historia como el líder que condujo al pueblo kurdo hacia la independencia”, nos comenta un barbero, a sólo algunos metros del hotel de Suleimania donde hallamos al militar chiíta. Buena parte de la población kurda de esa ciudad se opone abiertamente a la consulta popular, no porque sean contrarios a la independencia del Kurdistán -este territorio ya es independiente de facto, aunque no de iure-, como por considerarlo escasamente oportuno, dadas las terribles circunstancias que vive este país, inmerso en una guerra contra el ISIS y desangrado por una terrible crisis económica.
“Más de la mitad de la población carece de empleo, y quien lo tiene, debe trabajar en al menos tres sitios para mantener a su familia. No tenemos derechos, ni siquiera esperanza. Este señor [Barzani] falsea a discreción los resultados electorales y abre y cierra el Parlamento de Erbil a su antojo, según le convenga a sus amigos y su familia. ¿En qué ha de beneficiarnos ahora a nosotros ese referendo? Creo que hay cosas más urgentes que resolver aquí, antes de levantar cortinas de humo para morirse siendo un héroe”, nos cuenta sin reparos otro joven kurdo, Imad Arkan, de 32 años.
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'Non grato' en Suleimania
A diferencia de lo que sucede en Erbil o en Dahok, Barzani no es querido en Suleimania -lleva años sin pisarla-, y buena parte de su población apoya la campaña del Goran -segunda fuerza política del país- del “Ahora, no” [es el momento]. La hostilidad hacia Barzani, sus amigos y familia, se extiende de una forma muy notoria hacia todas las instituciones del Gobierno kurdo, uno de los más corruptos del planeta, junto al de Bagdad. La 'democracia' mencionada por el catalán Artur Más es, en opinión de las formaciones de izquierda iraquíes (residuales, pero muy críticas) y de las milicias kurdas de Turquía y Siria, una dictadura tribal sostenida sobre las relaciones clientelares, el favor recíproco y la corrupción.
El portavoz del Partido Comunista del Kurdistán fue el único representante del Parlamento que aprovechó la sesión del pasado viernes, 15 de septiembre, para denunciar los recortes de salarios de los funcionarios y el enorme sufrimiento que padece el pueblo kurdo. La cámara de Erbil fue reabierta hace dos días -tras permanecer dos años suspendida- por Barzani a modo de graciosa concesión con el único fin de refrendar la voluntad de Barzani de celebrar el referéndum. Sólo 68 de sus 111 miembros acudieron a la sesión, y tres de ellos, votaron en contra.
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El líder kurdo, cuyo mandato se extendió ilegalmente para apartar del poder al también lider tribal Yalal Talabani -en la actualidad, gravemente enfermo y reemplazado por su hija- ha sido el responsable, entre otras cosas, del despliegue en suelo kurdo, y en las proximidades de la frontera norte, de una docena y media de bases militares turcas, en las zonas de paso de las milicias del PKK; cuyas instalaciones en Kandil y otros pequeños feudos iraquíes bombardean casi semanalmente. Barzani mantiene unas más que cordiales relaciones con los Gobiernos de Israel y de Turquía, cuyo presidente, Recep Tayyip Erdoğan, le recriminaba esta semana tibiamente sus veleidades independentistas. Tanto Turquía como Irán tienen las llaves de las exportaciones kurdas de petróleo, y ambos se oponen al referéndum vinculante.
Corruptela en palacio
Durante los dos últimos años, buena parte de los funcionarios kurdos han visto recortados sus salarios a un tercio, mientras la población agonizaba de pobreza como consecuencia de la guerra contra el ISIS.
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La familia de Barzani y sus redes clientelares han visto, mientras tanto, incrementadas de forma sustancial sus fortunas colosales, gracias a los contratos millonarios suscritos con varias compañías de petróleo, fuera del control del Parlamento, cuya llave custodia el propio Barzani. El más escandaloso de los casos de corrupción está asociado a la reciente concesión a la compañía rusa Rosneft de un contrato para la prospección y explotación de la parte del león de los recursos petroliferos kurdos. De acuerdo a la legislación iraquí, entre las compañías que operan ilegalmente en el Kurdistán se halla Repsol, cuyos responsables de Prensa se han negado a facilitar información específica sobre el desarrollo -todavía en la fase de prospección- de los trabajos que realizan en varios bloques a través de la compañía canadiense que absorbió.
“Lo que nos preocupa más es el modo en que se está haciendo y el poco tiempo que Barzani ha invertido en negociar este divorcio con Bagdad y en atemperar las reacciones del país”
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Bien diferente a Suleimania es el ambiente que hay en Erbil o en Dahok, donde la formación de la monolítica élite gobernante (el Partido Democrático del Kurdistán o PDK) ha organizado numerosos actos de exaltación patriótica más positivamente respondidos por la población, a pesar de que la crisis es allí incluso más grave.
En medio de este ambiente de gran intensidad emocional que Barzani está alentando, no son pocos los árabes que están abandonando Erbil. “Mi familia ha vivido allí durante años y decidió volverse hacia Bagdad hace tres días”, nos dice un joven estudiante chiíta de la Universidad Americana de Suleimania, Yijla Saad Hamsa, de 22 años. “Yo no he puesto jamás en cuestión el derecho de los kurdos a emanciparse y crear un estado independiente, lo que de hecho ya existe. Lo que nos preocupa más es el modo en que se está haciendo y el poco tiempo que Barzani ha invertido en negociar este divorcio con Bagdad y en atemperar las reacciones del país. Tengo miedo. Definitivamente, tengo miedo de una guerra, aunque me siento más seguro en Suleimania. Los árabes de Erbil se sienten aterrorizados. Barzani ha dicho abiertamente que el pueblo kurdo está dispuesto a sacrificar su vida por el proyecto. Lo que no sabemos bien es si entre su familia habrá también algún muerto”.
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Usando a sus mártires
A finales del año pasado, la agencia de noticias kurda Rudaw cifraba en 1.600 el número de peshmergas kurdos asesinados por los yihadistas de ISIS y en muchos miles más, los heridos por los asesinos islamistas. A día de hoy, se estima que esa cifra supera los 2.000 muertos. Esta enorme contribución en vidas de los kurdos a la lucha contra el Daesh ha contribuido en parte a perfilar una imagen internacional muy positiva de los soldados y a reforzar el carisma de Barzani en Occidente, un líder apenas contestado por la Prensa europea. Sin embargo, ello no ha impedido que se repitan las acusaciones contra los peshmegas de crímenes de guerra de lesa majestad.
Por otra parte, la conquista de Mosul por parte de las fuerzas de la coalición no ha acabado con la violencia ni con la precariedad de sus habitantes, cuyo sufrimiento es ahora mayor debido a la ausencia total de servicios y a las campañas de intimidación sectaria.
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Las propias fuentes kurdas estiman en 40.000 el número de vidas que se podría haber cobrado esta ofensiva militar. Se sabe a ciencia cierta que aún están por emerger de entre los escombros miles más de cadáveres de civiles bombardeados y asesinados indiscriminadamente por la coalición durante la guerra contra el ISIS. La Fiscalia del Estado de Irak pretender ahora utilizar este hecho como un arma política contra los peshmergas respaldados por Estados Unidos, a los que acusa de violar el derecho humanitario, con el fin de menoscabar su imagen. Están también acreditadas mediante pruebas irrefutables las atrocidades cometidas por las fuerzas gubernamentales en el asalto a la ciudad.
Las minorías, entre tanto, han acusado al Gobierno de Barzani de emprender una campaña de intimidación violenta contra quienes se oponen al proyecto. El caso más notorio fue la sustitución del alcalde asirio de Alqosh por un miembro del PDK, lo que ha provocado las protestas de esta minoría, mayoritariamente contraria a segregarse de Bagdad. Entre tanto, ha surgido una pléyade de pequeños partidos turcomanos, cristianos y yazidíes, sorprendemente favorables al proyecto secesionista. En opinión de la oposición, “todas estas formaciones títere han sido creadas por Barzani para sembrar la división entre las minorías”. El líder kurdo aseguraba hace unos días en una entrevista a la BBC que está listo para redibujar las fronteras del Kurdistán y para enfrentarse por cualquier medio a quienes se opongan a ello. Para los árabes, es una clara predeclaración de guerra.