Nancy Judy estaba en Massachusetts cuando Haití, su país de origen, sufrió el terremoto y miles de personas quedaron sepultadas bajo sus casas. Judy, de 43 años y que lleva 19 viviendo en EEUU, tardó dos días en contactar por teléfono con su familia en Puerto Príncipe y, tras descubrir que habían muerto hermanas, tías, tíos, primos, y que tenía otros parientes que habían sobrevivido, decidió comprarse un billete de avión, volar hasta la República Dominicana y cruzar la frontera.
Anoche, Nancy estaba tirada en el suelo frente a la embajada de EEUU en Puerto Príncipe junto al resto de su familia huérfana. 'He venido a llevármelos a EEUU y hasta que no nos monten a todos en un avión, de aquí no me muevo', explicaba esta mujer, mostrando en su mano el pasaporte estadounidense.
'He venido a llevarme a mi familia a EEUU', dice Nancy Judy
Esta mujer lo vive como una pesadilla: 'No me lo puedo creer, hace dos semanas yo estaba en mi casa de EEUU, ahora estoy aquí con media familia muerta'.
A 500 metros de Judy, hay otro drama, el de Pierre, un estadounidense que ha viajado hasta Puerto Príncipe desde Estados Unidos porque quiere sacar de Haití a su mujer, que salió ilesa tras el terremoto.
Pierre está a punto de echarse a llorar. Es informático, trabaja en el Estado de Virginia y, de la noche a la mañana, se ha visto tirado a las puertas de la embajada de EEUU en un país devastado.
Rosemon Geltin ha ido con un amigo a la legación a 'probar suerte'
La cola está cerrada
'Soy ciudadano norteamericano y quiero sacar a mi mujer de aquí. He llegado esta mañana y lo único que dicen los soldados [y señala con el dedo al otro lado de la calle, donde dos jóvenes estadounidenses custodian la entrada] es que la cola de hoy ya está cerrada y que mañana tenemos que estar aquí a las cinco de la mañana si queremos que alguien nos atienda', protesta.
La orden para todos es la misma. Los soldados estadounidenses de la embajada dicen que no hablan, pero luego uno se suelta y sostiene que toda esa gente está ahí 'para lo mismo'. El soldado deniega el acceso al patio de la embajada, donde se ve una cola larguísima de gente con maletas.
'Los de allí dentro tienen la misma historia que contar que los de fuera', aconseja el soldado, mientras su dedo pulgar indica a la acera de enfrente.
Alain es ciudadano estadounidense y tiene cuatro años. Su tía, una chica jovencísima, enseña el pasaporte americano del pequeño. Les acompaña una amiga de la familia.
¿Y los padres, donde están? 'No lo sabemos', contestan las cuidadoras de Alain. ¿Están muertos? 'No lo sabemos', reiteran.
La embajada de EEUU atrae a muchos haitianos que, con tener una mínima relación con el país que dirige Obama, ya sueñan con empezar una nueva vida allí. 'Yo tengo un tío en Miami. Tengo que irme a EEUU', insiste un joven, que lleva días apostado a las puertas del edificio. Rosemon Geltin también ha ido 'a probar suerte' con un amigo. El terremoto les arrancó todo: casa, amigos, familia, el lugar donde estudiaban. 'No tenemos nada que perder por estar aquí todo el día', relatan.
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