Francia apeará del bus a las mujeres con burka
Un informe parlamentario propone negar servicios esenciales a quien los solicite con el rostro oculto. Se prohibiría el uso del velo en edificios y transporte públicos, hospitales y escuelas
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Francia dio este martes un paso más para erradicar el uso del burka y el niqab de los lugares públicos. En concreto, la comisión parlamentaria creada hace seis meses para estudiar qué hacer con el velo integral islámico propuso al Gobierno que prohíba a todas las personas "disimular el rostro" cuando entren en locales de servicios públicos, administraciones, hospitales y escuelas, además de cuando viajen en transportes colectivos.
El informe de la comisión precisa que las personas deberían "no sólo mostrar su rostro a la entrada, sino también conservar la cara descubierta" una vez dentro de estos lugares. En caso contrario, propone el texto, la sanción consistiría en privar al enmascarado/a de la prestación o servicio deseado.
En lugar de aclarar la posición de los diputados sobre si la vestimenta supone una amenaza, el documento avivó la polémica sobre una posible ley de prohibición. El Gobierno mantuvo un cuidadoso silencio al respecto.
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El informe, de casi 200 páginas, contiene 18 "recomendaciones" al Ejecutivo. De ellas, sólo tres medidas fueron avaladas por el conjunto de la comisión, y no exclusivamente por sus copresidentes, Eric Rault (conservador y persona de confianza de Nicolas Sarkozy) y André Gérin (un ultra laico, ex notable del PCF y al borde de la jubilación).
La "resolución parlamentaria" -que no ley- aprobada proclama que "toda Francia dice no al velo integral" por considerar que esa indumentaria es "fruto de un confinamiento comunitarista y estandarte de un movimiento integrista, el salafismo".
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La misión propone, asimismo, instaurar un nuevo delito de "violencia psicológica en el seno de la pareja" que permita meter entre rejas a los maridos que obliguen a sus mujeres a llevar ciertas indumentarias. Un 18% de los franceses, según un sondeo, dice que "ve con frecuencia" burkas en su vida cotidiana.
Comprender cómo y por qué los centímetros cuadrados de tela que llevan el 0,006% de las mujeres en Francia (una de cada 17.000, aproximadamente) se ha convertido en la principal ocupación de la clase política francesa en los últimos meses parece misión imposible.
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No obstante, la alusión del informe parlamentario a la eventual supresión de prestaciones quizá dé una pista. Especialmente en un país donde la protección social y la escuela para todos siempre fue el pilar de la identidad de la República y de sus ciudadanos.
Cuando el desempleo sigue creciendo, especialmente en los barrios populares -los sindicatos han subrayado que casi un millón de desempleados finalizarán este año su derecho al subsidio, y 600.000 de ellos no disponen de ninguna cobertura social alternativa- fuerte podría ser la tentación de un sector de la derecha de proceder a un corte por lo sano, rentable electoralmente, y empezar a excluir de prestaciones a las mujeres con burka o niqab, es un experimento seductor fácilmente vendible.
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En lugar de dedicarse a estudiar el fenómeno, y constatar que sólo unas 2.000 mujeres llevan las polémicas telas sobre el rostro, los diputados se han dejado llevar por una auténtica puja al extremismo. Puja facilitada por el lanzamiento, por parte del ministerio de Identidad Nacional, de un "gran debate" sobre la "identidad nacional francesa". "Nuestro vino" y "nuestras iglesias" son constitutivas de la identidad, se dijo, por ejemplo, en el curso de ese debate, mientras que los inmigrantes son algo que obliga a reflexionar sobre "cómo integrarlos".
Los diputados se adentraron así en considerar una amenaza el uso del velo. Lo prueba su propio informe, en el que confunden "salafismo" -una peligrosa doctrina de yihad, a menudo belicosa, pero que de ninguna forma obliga a llevar ni el niqab ni el burka- con el wahabismo o el tradicionalismo pashtún -que sí obliga a usar la vestimenta-.
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El debate político no parece haber quedado en absoluto resuelto con el informe. Antes al contrario. El jefe del grupo parlamentario de la derecha, Jean-François Copé,
sin esperar siquiera a conocer el resultado final de la misión, ya anunció su intención de impulsar una ley de prohibición total, no sólo en espacios de servicios públicos, sino también en las calles y plazas.
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Copé dice estar apoyado por 200 parlamentarios del partido de Nicolas Sarkozy, cosa que le permite poner al presidente a tiro, objetivo personal suyo. Y saltó de nuevo cinco minutos después de la presentación del informe para denunciar los proyectos de "medias leyes", y anunciar una guerrilla parlamentaria en favor de la prohibición total.
La mayoría de diputados de la izquierda abandonó la misión antes del voto. Y el jefe del grupo de diputados socialistas, Jean-Marc Ayrault, exigió que antes de cualquier proyecto de ley sobre el velo se suprima el debate paralelo, lanzado por el Gobierno, sobre la "identidad nacional francesa".
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Djamel Debbouze, un cómico muy célebre en Francia desde su paso por Canal Plus, resumió: "El burka no es ni siquiera un mini-fenómeno ¡Qué coño vienen a tocarnos los huevos con esa mierda! Es un asunto de pura xenofobia, y la gente que se deja llevar son racistas, y nada más".
Y añadió la que probablemente es la clave del asunto: el cambio demográfico en este país, tras tres generaciones de abuelos, padres y adolescentes magrebíes y negros. "Francia tiene una nueva cara. Se parece mucho a la mía. Y eso tiene que empezar a entrar en todas las cabezas", clamó Debbouze.
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El eurodiputado socialista Vincent Peillon, por su parte, se destacó hace unos días al boicotear una emisión televisiva a la que se le invitaba para hablar de identidad nacional. Subrayó que, gracias a la algarabía montada por la derecha contra el burka, desde hace meses "nueve de cada diez emisiones políticas se centran en ese tema, y no en el paro, los déficits o el recorte de derechos sociales".