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El fiasco de su contraofensiva pone contra las cuerdas a Ucrania

Ucrania pide urgentes garantías de seguridad a Occidente ante el fiasco de su contraofensiva contra una Rusia que aguanta el embate de Kiev y se prepara para alargar la guerra cuanto sea necesario.

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Un ataque ruso con drones destruye una institución educativa en Járkov el primero de agosto. — Marcel Gastón / EFE

Rusia ha frustrado hasta el momento todos los intentos ucranianos de romper su línea defensiva. Además, el Kremlin ha lanzado su propia ofensiva en el nordeste de Ucrania y su elusión de las sanciones internacionales le garantiza los fondos y la tecnología necesarios para una contienda que dure años.

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Este martes, el portavoz del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas de Ucrania, Andrii Kovalev, afirmó que los efectivos ucranianos estaban frenando una ofensiva rusa en el nordeste del país, hacia las ciudades de Kupiansk y Liman.

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De facto, Kovalev estaba reconociendo que, al margen de los esfuerzos rusos para detener la contraofensiva ucraniana en Zaporiyia y algunos puntos de Donetsk, el ejército del Kremlin ha tomado la iniciativa no solo en esta región del Donbás sino en dirección de Járkov, de donde fueron desalojadas sus tropas hace casi un año.

Si el ejército ruso reabre el frente de Járkov, las tropas ucranianas tendrán problemas importantes para su contraofensiva en marcha en Zaporiyia y en torno a Bakhmut, en Donetsk, donde los combates con las fuerzas del Kremlin vuelven a ser tan encarnizados como durante su asedio y toma por los rusos hace unos meses.

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En Zaporiyia no van demasiado bien las cosas para los ucranianos. Los intentos de rebasar las líneas rusas se han estancado de nuevo, tras el esfuerzo de la semana pasada en Staromaiorske y Robotyne. De momento, las ganancias territoriales ucranianas son escasas y no se acaba de romper una línea de defensa blindada con las minas anticarro y antipersona plantadas por los rusos.

La decepción de Staromaiorske

La aldea de Staromaiorske, un punto clave reforzado por los rusos durante la invasión, fue recuperado por los ucranianos la semana pasada en el mayor avance registrado por la contraofensiva desde que se lanzó a principios de junio.

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Sin embargo, apenas unos días después, los rusos volvieron a tomar esa localidad en una batalla encarnizada que apunta, por los testimonios de los combatientes ucranianos, a una de las tácticas favoritas militares rusas: dejar avanzar al enemigo para después revolverse y tomar desprevenidas a las fuerzas contrarias.

Se esperaba que la batalla de Staromaiorske abriera una brecha en los territorios ocupados por Rusia desde febrero de 2022, en dirección al mar de Azov, pero tal esfuerzo se vio frustrado por el refuerzo de la parte rusa del frente y la capacidad del ejército del Kremlin para el contraataque.

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Es en esa línea del frente donde se puede definir el rumbo de la guerra y no en los ataques puntuales con drones –en su mayoría derribados- contra Moscú o alguna de las grandes ciudades ucranianas.

La justificación de Kiev ante la lentitud de la contraofensiva es que se intenta ante todo evitar un alto número de bajas ucranianas. No parece haber sido el caso de estas últimas batallas, donde los muertos pueden contarse por miles.

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No es de extrañar, pues, que los esfuerzos ucranianos se estén centrando también en recabar el apoyo occidental para plasmar con dinero, armas más potentes y amenazas contra Rusia el compromiso que en julio le dieron a Kiev la OTAN y el G7 reunidos en Vilna.

Promesas endebles para garantizar la seguridad ucraniana

En la cumbre de Lituania, los miembros del Grupo de los Siete países más industrializados del planeta (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido, todos parte de la OTAN, menos el país asiático) acordaron que cada estado negociaría acuerdos concretos con Ucrania para ofrecerle garantías de seguridad, además de proveerle con armas y consolidar sus fuerzas armadas.

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No hubo en Vilna, en cambio, ninguna fecha concreta para concretar la eventual adhesión de Ucrania a la OTAN, lo que frustró el primer objetivo del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski.

Tal y como declaró esta semana el jefe de la Administración Presidencial ucraniana, Andreii Yermak, las garantías de seguridad para Ucrania "serán obligaciones concretas y a largo plazo que aseguren la capacidad de Ucrania para derrotar y frenar la agresión rusa en el futuro. Serán formatos y mecanismos de apoyo claramente redactados".

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Según Yermak, tales garantías "estarán vigentes hasta que Ucrania asegure su ingreso en la OTAN". En este contexto, explicó el funcionario ucraniano, se incluyen las conversaciones que tienen lugar esta semana en Estados Unidos, principal soporte de Ucrania en la guerra contra Rusia y cuyo ejemplo a la hora de definir un formato de esas garantías de seguridad podría ser adoptado por el resto de los países comprometidos, una decena, tal y como aseguró Yermak.

Expectativas ante la reunión de Yeda el fin de semana

El jefe de Gabinete de Zelenski indicó también que esas garantías de seguridad serán tratadas este fin de semana próximo en la amplia reunión que los aliados de Kiev y otros países celebrarán en Yeda, Arabia Saudí, para estudiar el plan de paz del presidente ucraniano. Zelenski apuesta por negociar una vez que los rusos hayan dejado Ucrania, algo que parece bastante complicado en estos momentos.

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El lunes, Moscú mostró interés por los participantes y los temas a tratar en Yeda, pero Kiev advirtió inmediatamente que en ningún caso Rusia sería bienvenida a esta reunión. Tampoco la habían invitado los anfitriones del evento, que prefieren primero tantear a los aliados de Ucrania y otros países que pudieran hacer alguna aportación.

La idea de esta reunión, desvelada por el diario estadounidense The Wall Street Journal, es sentar las bases para una cumbre sobre la paz en Ucrania a fines de año.

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A la reunión de Yeda, que se celebrará los días 5 y 6 de agosto, asistirán unos treinta países. Han confirmado su asistencia Estados Unidos, Reino Unido, la Unión Europea y Polonia, entre los aliados de Ucrania. También se ha invitado a países que han manifestado su neutralidad en esta crisis, como Brasil e India.

No parece que vaya a haber mucho más apoyo hacia el apoyo occidental a Ucrania por parte de los llamados países del "Sur". Pesan mucho las reticencias mostradas por muchos países latinoamericanos en la cumbre que el mes pasado celebraron con la Unión Europea.

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Las sanciones, en solfa. Chips occidentales en los misiles rusos

Los países emergentes tienen muchas dudas sobre la legitimidad y sentido de las sanciones internacionales impuestas por Occidente a Rusia. Precisamente, el tema de la eficacia de las sanciones ha vuelto a plantearse estos días, esta vez con una investigación presentada por el portal de internet independiente ruso Viorstka.

Según ese artículo, Rusia está eludiendo las sanciones occidentales y logrando importar componentes electrónicos de uso militar. En los últimos seis meses, Rusia habría importado de compañías occidentales un monto de 502 millones de dólares en chips sujetos a sanciones. Este tipo de tecnología es empleada en la fabricación de misiles y otras armas.

Así lo indican las entrevistas a funcionarios y empresarios, y las estadísticas aduaneras examinadas por Viortska, cuyos datos confidenciales apuntan a que Rusia "puede importar prácticamente de todo y desde cualquier parte del mundo, desde un chip de uso civil y militar, hasta un turbopropulsor para un Airbus".

El reportaje subraya que en estas transacciones a través de terceros países, con China y el emporio financiero de Hong Kong como puentes clave en este negocio, participan empresas occidentales cuya colaboración permite a las autoridades rusas eludir las sanciones de Estados Unidos y países de la Unión Europea.

Según explica Viortska, esta elusión de sanciones afecta por ejemplo a los misiles de crucero rusos X-101, que fabrica la empresa KTRV y están siendo lanzados en Ucrania, y que tienen procesadores Intel (NASDAQ:INTC) y chips Xilinx y Texas Instrument, además de un transceptor Analog Devices Inc (NASDAQ:ADI). También importó Rusia semiconductores de la empresa alemana Infineo.

Y no son solo los componentes para armas. Rusia sigue vendiendo sus combustibles sin mayores problemas, como lo muestran las últimas cifras sobre el incremento de la venta de diesel al exterior comunicadas este martes y en las que Turquía, miembro de la OTAN, aparece como destino principal. En julio, se enviaron a Turquía 1,3 millones de toneladas de diesel, esto es, un tercio de las exportaciones totales de este combustible.

El problema de creerse la propia propaganda

Bajo estos parámetros, son más inquietantes las cifras que ofrece Rusia sobre su creciente producción militar o su apuesta por alargar la guerra todo lo que sea necesario.

Mientras la propaganda occidental insiste de forma machacona sobre las dificultades de Rusia para disponer de misiles, sus empresas no paran de hacer negocios con el exterior, incluso, directa o indirectamente, con los países aliados de Ucrania, vendiéndoles sus combustibles o adquiriendo la base tecnológica de su industria militar.

Con la guerra alargándose, el tiempo juega a favor de Rusia, de ahí la insistencia ucraniana en la obtención de esas garantías de seguridad. Desgraciadamente para Kiev, tales garantías pasarían por el cruce de líneas rojas en la participación occidental en el conflicto. No será el caso, como se vio en Vilna.

Los países de la OTAN y la UE preferirán seguir apostando por el envío de más armas, alimentando la propia industria militar occidental, y eludiendo una negociación que, cada día que pasa, parece más necesaria.

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