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Fascistas con chaqueta nueva que contaminan Europa

Guardar las apariencias

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Marine Le Pen, junto a su padre Jean-Marie Le Pen. La vieja y la nueva cara de un mismo partido, el Frente Nacional.

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MADRID.- Mucho han prometido y jaleado durante los últimos meses. Han crecido al calor de una crisis que ha deslegitimado a los grandes partidos. Ahora se encuentran ante una oportunidad única para poner sobre la mesa lo que vaticinan las encuestas. La extrema derecha, refugiada en su mayoría bajo la etiqueta de euroescepticismo populista, se prepara para asaltar y elevar a niveles récord su presencia en el Parlamento Europeo hasta rozar un cuarto de los escaños.

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Las fronteras y la inmigración, el desempleo, la defensa de las identidades nacionales y, sobre todo, el descontento por la gestión de la crisis han sido las principales bazas de este grupúsculo heterogéneo de partidos. Son los grandes protagonistas de estas elecciones europeas. Su ascenso se explica, además de por su retórica eurófoba, por la elevada y esperada tasa de abstención, el sistema proporcional de los comicios, que beneficia la llegada de partidos pequeños, y por haberse convertido en el gran aglutinador de la desafección política provocada por los recortes.

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Los mensajes xenófobos se entremezclan con
las puñaladas a
las instituciones europeas

Del jueves al domingo de esta semana hasta 390 millones de europeos están llamados a las urnas para elegir a los miembros del Europarlamento, la institución supranacional con menos credibilidad entre los ciudadanos; según el Eurobarómetro, sólo tres de cada diez europeos creen en la UE. "Se ha producido una explotación demagógica del malestar social ante la crisis. Los grupos de extrema derecha intentan presentarse como contrarios a los ajustes para, de ese modo, capitalizar la crítica a la falta de democracia de la Unión Europea", explica Josep María Antentas, profesor de Sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB).

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Con sus diferencias y peculiaridades, incluso ideológicas, que explican el éxito en sus respectivos países, comparten un lema estrella: el odio al inmigrante. En medio de esta "pléyade de proyectos partidistas e ideológicos", como la define Joan Pere Plaza i Font, responsable de la asignatura de Integración Europea en la Escola Superior de Comerç Internacional de la Universitat Pompeu Fabra, los mensajes xenófobos se entremezclan con las puñaladas a las instituciones europeas, a la política comunitaria económica o al euro para que se devuelvan competencias a los Estados miembro.  Presión de los grupos xenófobos

La inmigración es una de las grandes tareas pendientes de Bruselas. Con la economía absorbiendo todos los focos de atención, la tragedia de Lampedusa en la que murieron más de 300 personas volvió a ponerla encima de la mesa. Sin embargo, la presión de los ultras obligó a retrasar cualquier debate hasta después de las elecciones.  Además, los eurófobos también han sacudido uno de los principios fundamentales de la UE, la libre circulación de personas. La CE y el Parlamento Europeo han corrido a rechazar las proclamas "populistas" de los que buscan cerrar las fronteras a los ciudadanos rumanos y búlgaros con el argumento de que abusan de los sistemas de seguridad social de los países de acogida. Y a pesar de que la UE eliminara en enero las trabas que aún existían contra los trabajadores de estos países, algunos Estados miembro se mantienen en sus trece.

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Reino Unido ha endurecido su política migratoria y los Gobiernos de Francia no han tenido ningún reparo en atacar a la población gitana. Curiosamente se trata de dos países donde los postulados eurófobos han calado más entre la opinión pública. "Esa involución autoritaria que hay en el terreno de la inmigración y el racismo institucional tenderá a aumentar por la presión de los grupos xenófobos", advierte Antentas. "El resto de espectros o de grupos políticos tienden a adaptarse a su agenda y a intentar competir con el mismo discurso", continúa.

"El problema es que los ultras están trabajando en tierra abonada
por los partidos principales"

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El profesor coincide con David Karvala, portavoz de la plataforma catalana Unitat contra el Feixisme y el Racisme (UCFR), en resaltar el mismo peligro: la capacidad de la extrema derecha de contaminar el debate político a nivel europeo. "El problema es que los ultras están trabajando en tierra abonada por los partidos principales, que a nivel nacional y también europeo, con las leyes represivas, ya van en la misma línea. Para la extrema derecha no es una cuestión de cambiar de rumbo, sino de apretar más el acelerador", comenta el activista.   

Antentas, a la espera de la composición definitiva del Parlamento Europeo, lo tiene muy claro: "La xenofobia puede ser uno de los valores centrales que abracen una parte importante de los eurodiputados electos". Karvala añade: "No van a formar mayoría, pero al igual que a nivel nacional, hacen girar la política hacia la derecha".

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Ante ello, Xavier Casals, profesor de Historia Contemporánea de Europa en la Universitat Pompeu Fabra, indica que, más allá de la influencia en el Europarlamento, "su mensaje está ganando centralidad, con lo que si logran articular un grupo de trabajo de comunicación sistemático, su discurso puede cobrar todavía más fuerza". Esto se explica, resalta el profesor Plaza i Font, porque "la UE se ha configurado como un sistema político multinivel y lo que ocurre en un determinado nivel de Gobierno afecta al resto".

Guardar las apariencias

La proliferación de ultras a lo largo y ancho del Viejo Continente alcanzará su clímax en la victoria que, según apuntan las encuestas, conseguirán en Reino Unido, Francia, Holanda o Dinamarca. Pocos países se libran. También se espera que se alcen con buenos resultados en Hungría, Grecia, Italia, Polonia y Finlandia. Las excepciones se pueden contar con los dedos y entre ellas destacan España ─a pesar de la irrupción de Vox─, Portugal o Alemania. El Frente Nacional de la francesa Marine le Pen, el UKIP del británico Nigel Farage o el Partido por la Libertad del holandés Geert Wilders ya marcan el panorama político en sus países. Su influencia local se refleja en el Consejo Europeo, el lugar de reunión de los jefes de Estado y Gobierno de la UE y donde se fijan las directrices de Europa.

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Le Pen, Wilders o Farage ya marcan el panorama político en sus respectivos países

Proyectan una imagen moderna, que ha conectado con el voto desencantado, pero, como alerta Karvala, se mantienen como formaciones de núcleo fascista. "El Frente Nacional se presenta con una nueva imagen populista con Marine Le Pen, la poli buena, la cara presentable, pero en realidad sigue siendo el mismo partido que el de su padre", añade. El miembro del colectivo UCFR diferencia el caso francés con el de Wilders o de Farage: "Son otro tipo de partidos, populistas de derechas. A diferencia del Frente Nacional, no están construyendo un movimiento fascista, aunque entre ellos sí hay gente que lo defienda. Sin embargo, con sus discursos potencian la xenofobia. De hecho, los laboristas holandeses han empezado a tomar medidas contra los inmigrantes. Como la Liga Norte en Italia, son ejemplos de cómo la extrema derecha puede empezar como populismo pero puede convertirse en racismo puro y duro".

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La mayor aspiración de los ultras para hacer tambalear la propia estructura de la UE es consolidarse como un grupo verdaderamente potente en el Europarlamento. A ello apunta la Alianza Europea por la Libertad liderada por Le Pen y Wilders. Por su parte, Farage seguirá liderando la Europa de la Libertad y la Democracia, grupo antieuropeo de tintes ultraderechistas, y, además, los griegos de Amanecer Dorado, el British National Party y el Jobbik húngaro amenazan con formar otra unión con, aún si cabe, mayores reminiscencias neofascistas. "Los hay que quieren ser abiertamente nazis, y los hay que quieren guardar un poco las apariencias" , resume Karvala.

Apoyo real minoritario

Los cerca de 100 eurodiputados, entre unos partidos y otros, que los sondeos dan a la extrema derecha serán los encargados de perturbar el debate europeo. Para contrarrestarles se unirán el resto de partidos. La tendencia de la representación política en Estrasburgo, destaca Plaza i Font, está marcada por la bipolaridad entre centroderecha y centroizquierda y un cierto multipartidismo moderado. Y, a pesar de que los ultras tengan mayor o menor fuerza para impregnar la discusión parlamentaria con sus postulados, conservadores y socialistas seguirán siendo mayoría.

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El verdadero riesgo que corren los grupos de extrema derecha de quedar eclipsados está en ellos mismos

Antentas recuerda que el programa comunitario, "la continuación de las políticas de austeridad y el actual modelo de la UE", ya está prefijado por el consenso histórico entre las grandes familias políticas ─conservadores, socialdemócratas y liberales─. "No sé si la extrema derecha tendrá una influencia muy directa, pero ya hay una deslegitimación muy importante de las propias instituciones europeas. Mientras Europa siga siendo sinónimo de austeridad y tecnocracia, es evidente que el proyecto europeo seguirá perdiendo apoyos sociales a marchas forzadas", recalca el profesor de la UAB.  

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Sin embargo, el verdadero riesgo que corren los grupos de extrema derecha de quedar finalmente eclipsados está en ellos mismos. "Un buen resultado no significa la unificación de los grupos y la unificación de los grupos no implica la homogeneidad ni una dinámica parlamentaria ágil", pone de relieve Casals. El profesor recuerda que no sería la primera vez que la ultraderecha se une en un grupo. En los casos anteriores ─1979, 1984 y 2007─ la alianza se terminó rompiendo por las diferencias entre sus miembros. "Para tener un discurso unificado, hace falta tener intereses compartidos. Vertebrar un grupo de extrema derecha no es fácil porque implica unir a colectivos que, por definición, son ultranacionalistas y a menudo numerosos litigios dificultan su interlocución", añade Casals.  

"Hay pocos miles de fascistas, pero sacan decenas de miles de votos a base de mentiras"

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Esas diferencias están en la propia alianza de Le Pen y Wilders, donde también se incluirán la Liga Norte italiana o los Demócratas de Suecia, abiertamente nacionalsocialistas. Así las cosas, los expertos dudan de que los ultras, como grupo parlamentario europeo, sean capaces de condicionar la agenda política europea a grandes rasgos. Otra cosa son los pequeños logros que puedan ir acumulando poco a poco y la presión que puedan ejercer si se imponen en las diferentes elecciones nacionales.

"Su fuerza dependerá de cómo se articulen. Si tienen proyección como grupo organizado, también lo tienen como grupo fragmentado y de discursos antagónicos", comenta Casals. Plaza i Font añade que "el juego interparlamentario, las reacciones del resto de grupos y un movimiento contra ellos de gran coalición entre los principales partidos" pueden minar las intenciones xenófobas de la extrema derecha. Por último, Karvala incluye una última variante: "La presión popular. Muchas veces se les vota por confusión. Su apoyo real en Europa es muy minoritario. Hay pocos miles de fascistas, pero sacan decenas de miles de votos a base de mentiras. Rompiendo su imagen, sacando sus diferencias y diciendo la verdad sobre ellos, es cuando se les quita intención de voto". Debate y participa con tu voto y tus argumentos:
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