santiago de chile
Los cambios que en años no experimentaba la política chilena, a menudo previsible y con los mismos protagonistas, se han precipitado vertiginosa e inesperadamente en los últimos meses. La carrera hacia las elecciones presidenciales de este domingo ha transformado el escenario político que, por primera vez, rompe con muchos de los esquemas tradicionales de la transición.
Sin duda, el hecho más trascendente es el quiebre de la alianza histórica de centro-izquierda que, desde 1990, lideró el período de la postdictadura de Pinochet. En esta ocasión, pero, los demócrata-cristianos concurrirán con candidata propia.
Otro nuevo actor llega desde la izquierda con el Frente Amplio, una coalición de 12 partidos procedentes de los movimientos sociales que, inspirada en Podemos y otras fuerzas emergentes, quiere convertirse en la tercera fuerza al Congreso.
En el otro extremo y con apoyos mucho más limitados, el pinochetismo ultraderechista también ha salido a dar la pelea para arrebatar algunos puntos por la derecha.
Sin embargo, a pesar de las novedades, las encuestas pronostican una clara victoria del candidato de la derecha neoliberal, Sebastián Piñera, que repetiría al frente de La Moneda, tras su primer mandato entre 2010 y 2014.
“Piñera parece tener una especie de chaleco antibalas contra las acusaciones de corrupción”
Según la última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), Piñera obtendría poco más del 44% de los votos y lideraría, así, la primera vuelta. Por detrás quedarían el candidato socialdemócrata Alejandro Guillier, con casi el 20%, y la periodista Beatriz Sánchez, del Frente Amplio, con un 8,5%.
Bajos índices económicos, un considerable aumento del desempleo y la baja aprobación que la presidenta, Michelle Bachelet, ha mantenido durante prácticamente todo su mandato, son las razones principales de aquellos que pronostican el regreso de la derecha. Eso, junto con la fragmentación de la izquierda y una derecha unida, “aumentan sostenidamente” las posibilidades de la derecha, asegura a Público Mauricio Morales, director del Centro de Análisis Político de la Universidad de Talca.
Otros análisis, pero, aseguran que el triunfo de los conservadores “no es tan evidente” y atribuyen el resultado a factores por ahora imprevisibles como un eventual alto índice de abstención -en las últimas presidenciales llegó a poco más del 50%- y los apoyos que consiga la extrema derecha: “Si tiene una votación cercana al 10%, Piñera tendrá que negociar con ella y por tanto su discurso debería de derechizarse, dejando libre el centro que podría aprovechar el heredero de Bachelet”, asegura Fernando García, presidente en Chile de la Asociación Latinoamericana de Consultores Políticos (Alacop).
Salvado de corrupción y conflictos de interés
Sebastián Piñera ha dedicado los últimos cuatro años a preparar su vuelta al poder. Un regreso que nunca le fue difícil, sobre todo desde que el apoyo al oficialismo se derrumbó al destaparse el caso de presunta corrupción que implica al hijo de la presidenta. Además, el ex presidente finalizó su gobierno con un 50 por ciento de aprobación ciudadana. Una cifra nada mala considerando el poco manejo de la crisis social y política provocada por las demandas del movimiento estudiantil en 2011.
Quizás, lo único que hubiera podido apartar al ex mandatario de la política fueron las acusaciones de elusión de impuestos y uso de paraísos fiscales que han manchado su nombre en varias ocasiones. Las últimas este mismo año por dos casos distintos en los que se lo llegó a investigar por posibles delitos de negociación incompatible y uso de información privilegiada. Un fideicomiso amarrado en 2009 logró salvarlo de ambas acusaciones, cerrar la investigación y declarar su sobreseimiento.
No tuvieron la misma suerte algunos de los ministros de su gobierno que, en los últimos años, se han visto implicados en varios escándalos de corrupción en los llamados casos Penta, Longueira y SQM. Varios de ellos se encuentran hoy enjuiciados. “Piñera parece tener una especie de chaleco antibalas contra las acusaciones de corrupción”, ironiza Mauricio Morales.
Según él, no tienen ningún efecto sobre la intención de voto porque el candidato “ha sido bien hábil en convencer a la gente de que durante su gobierno el país creció y aumentó el empleo, y que precisamente esto es lo que él viene a restaurar”.
Piñera es un muy buen comunicador: sabe vender sus logros y defender sus obras. Su ambición y narcisismo lo han convertido en un personaje que traspasa la esfera política. En su honor se entabló en concepto “piñericosas”, para referirse a los errores, lapsus o anécdotas que protagoniza, a menudo con alto contenido machista y sexista. Es de los que piensan que, aunque sea para mal, lo importante es que hablen de ti.
El desarrollo en la mira
El regreso de Piñera conllevará la que él mismo ha bautizado como la “segunda transición”, una especie de programa largoplacista con el que pretende convencer a los chilenos de que bajo su mandato llegará una nueva etapa: “Presenta a la ciudadanía una tierra prometida que se llama desarrollo”, ironiza Morales.
Fernando García, por su parte, opina que Piñera rescata la imagen “exitosa” que se ha construido en Chile de la transición, “basada en los consensos, el aumento de los índices de desarrollo humano y los niveles de crecimiento”. Para él, Piñera aprovechará este espacio para virar hacia un neoliberalismo más moderado: “Hoy no existe tanto espacio material para profundizar en la neoliberalización como el que había al inicio de la transición. Ya no hay más empresas que privatizar, somos de los países con más acuerdos de libre comercio del mundo, y un mercado de capitales muy abierto”, detalla el académico.
El crecimiento a través de la inversión privada, la creación de empleo y la seguridad son los tres pilares básicos del programa electoral de Piñera. El plan que ha ideado para su eventual gobierno permite leer entre líneas que se imagina como inquilino de La Moneda por más de cuatro años.
El Frente Amplio, coalición de partidos procedentes de los movimientos sociales, conquistará a los electores "no desde la élite sino desde la calle"
“A diferencia de la propuesta de 2009, en la que se presentó como un recambio de la Concertación, el bloque que lideró el país desde el fin de la dictadura, hoy Piñera piensa en un gobierno de centroderecha que se extienda por ocho años”, señala Morales. En su opinión, “tratará de colocar a sus potenciales sucesores en carrera para la elección de 2021 desde el primer minuto”.
El escenario que se dibuje a partir del domingo será determinante para la política chilena. Si Sebastián Piñera gana en primera vuelta, se confirmará la descomposición de la centro-izquierda chilena, heredera de la transición. Ante un panorama profundamente marcado por la fragmentación, serán determinantes las posiciones que adopten el resto de fuerzas políticas: “Un resultado abrumador de Piñera colocaría a la oposición en el dilema de actuar todos en su contra desde el legislativo o que cada bloque tome su postura distinta”, dice Morales.
En esta disyuntiva, ya hay quien tiene claras sus cartas: “Mientras los demócrata-cristianos se mostrarán colaboradores con el gobierno de Piñera, el Frente Amplio volverá a la calle rememorando las protestas de 2011, para tratar de conquistar a los electores chilenos no desde la elite sino desde la calle, donde se arraiga el movimiento”. El gran interrogante será la estrategia de oposición que planteará una socialdemocracia debilitada y huérfana de liderazgos.
Las respuestas empezarán a obtenerse a partir de este domingo, aunque el escenario definitivo se dibujará tras la segunda vuelta del 18 de diciembre, cuando se conocerá definitivamente quién será el próximo presidente de Chile.
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