EEUU y China escenifican sus fricciones y sus pocos consensos en San Francisco
La primera visita de Xi Jinping a EEUU en seis años con motivo de la cumbre de los países de ambos lados del Pacífico se ha saldado con una larga lista de buenas intenciones en el diálogo geopolítico y militar y con amplios disensos en el orden tecnológic
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Los gestos de amistad dominaron el lenguaje visual del encuentro bilateral entre el presidente de EEUU, Joe Biden, y el de China, Xi Jinping, en San Francisco, pero no impidieron que salieran a la palestra una serie de altercados entre las dos mayores superpotencias que hace augurar nuevos años de alto voltaje geopolítico.
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Ese encuentro fue el prólogo de la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), la reunión multilateral entre los 21 socios asiáticos y americanos de una y otra orilla del océano más grande del planeta, con un mercado de 2.900 millones de potenciales consumidores y con una riqueza similar al 60% del PIB mundial.
Jinping dejó la capital tecnológica y cultural de California convencido -dijo- de poder mejorar las tensiones con la Casa Blanca en parámetros más amistosos y alejados de la retórica belicista que ha predominado en tiempos recientes. El presidente chino se refería con su mensaje conciliador a la implantación de una serie de diques de contención para evitar tensiones militares generados junto a su homólogo demócrata. “Ambas partes queremos la paz, no la guerra”, fue la reiterada consigna esbozada por la amplia delegación del gigante asiático desplazada a la costa del Pacífico americano.
Sin embargo, la entente cordiale está lejos de ser duradera y, más bien, se asemeja a una especie de entelequia utópica. La afrenta lanzada por Pekín contra la hegemonía estadounidense en el orden militar, geopolítico y en los terrenos económico, comercial, inversor y monetario continúa teniendo en alerta a Washington, que ve en Taiwán el punto más sensible de las discrepancias bilaterales.
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Bajo este prisma, la diplomacia y la capacidad de influencia empresarial, digital o el dinamismo económico de EEUU y China serán determinantes a la hora de inclinar la balanza por el liderazgo internacional en el futuro a corto, medio y largo plazo. Al igual que en la batalla contra el cambio climático.
Entonces, ¿en qué puntos han convergido y se han separado las dos superpotencias? Este decálogo pretende contribuir a aclarar los dimes y diretes que atenazan la relación bilateral más trascendental de la historia reciente y a desglosar los guardarraíles de seguridad y la brecha geopolítica y económica que infecta la herida abierta entre EEUU y China.
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Jinping aprovechó su estancia en San Francisco para trasladar un “deseo de corazón” a Silicon Valley: “Incorporaremos medidas atractivas para el capital de EEUU en nuestros mercados”, en una clara referencia al sector tecnológico. Una admisión de que sus frentes domésticos más intensos se libran en el plano económico, asegura Dongshu Liu, analista del gigante asiático en la Universidad de Hong-Kong. En declaraciones a Bloomberg, apunta a la necesidad del líder chino de “mandar una señal a sus conciudadanos de que el país apuesta aún por el capital extranjero y que está implicado en la estabilización de la economía”.
Con sus palabras, Jinping no solo da por superada la acusación de dictador que le profirió hace un año Biden -y que volvió a insinuar como dirigente de un país comunista-, sino que admite que EEUU no relajará sus controles a las exportaciones tecnológicas. “Los acuerdos que emerjan en el seno de la APEC van en la dirección que esperan los mercados”, explica David Chao, estratega jefe de Invesco, porque este vasto espacio de libre comercio “ayuda a relajar las tensiones y reduce los riesgos geopolíticos sobre los activos y los beneficios empresariales”.
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El dirigente chino se encargó de trasladar directamente a los máximos ejecutivos de BlackRock, Apple, Boeing o Pfizer que su país “no desea ninguna guerra con nadie ni deteriorar los vínculos con EEUU”, que han obedecido más, en los últimos años, a “asuntos geopolíticos complejos” y a anomalías como las disrupciones en las cadenas de valor que han distorsionado la eficiencia de costes de la globalización.
El Congreso americano envolvió de realpolitik el encuentro Biden-Jinping en el Jardín Filoli, cerca de Silicon Valley y donde se rodó la serie Dinastía en la década de los ochenta. Un informe de su Comisión para la Revisión de la Relación Económica y de Seguridad entre EEUU y China adscrita a ambas cámaras legislativas, calificó de “falsamente sosegada” la diplomacia panda de Pekín, lo que debió molestar sobremanera a la delegación asiática, que se encargó de arremeter contra el desplante que, a su juicio, emplea Washington con su resistencia a darle el tratamiento de superpotencia global.
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El Gobierno de Jinping -alerta su diagnóstico- “parece dedicar su diplomacia como herramienta para observar y retrasar sine die iniciativas de la Casa Blanca mientras despliega esfuerzos a desarrollar sus capacidades económicas, militares y tecnológicas” en el orden mundial.
Entre sus 30 recomendaciones, destaca la “cada vez más agresiva” política exterior del gigante asiático; sobre todo, en asuntos tecnológicos y de información. “Es interesante destacar -según enfatizó Carolyn Bartholomew, presidenta de esta comisión- que Jinping lleva años preparando a sus conciudadanos sobre la necesidad de aplicar acciones contra EEUU y creando para ello un clima de alta hostilidad”.
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El mensaje de Pekín, más conciliador, habla de dos países que “deberían ser socios, no rivales” e implantar estrategias conjuntas de ganancias mutuas (win to win) en vez de juegos falsamente equilibrados de suma cero para estabilizar sus lazos y evitar confrontaciones.
El combate por la supremacía tecnológica ha abonado el último año el terreno de cultivo que ha embarrado las relaciones entre ambas superpotencias. En concreto, desde el otoño de 2022 en el que la Casa Blanca instauró una serie de mecanismos de control de exportaciones a semiconductores y chips, esenciales para la industria de la innovación y la digitalización que se completó con la prohibición de que las empresas estadounidenses transfieran know-how a sus homólogas chinas, lo que ha alterado de manera sustancial los flujos de bienes manufactureros y servicios tecnológicos en el comercio internacional.
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También en el terreno inversor donde -avisa la comisión del Congreso estadounidense- las multinacionales americanas están repensándose sus posiciones de capital en el gigante asiático.
También la Inteligencia Artificial (IA) ha entrado en la escena de fricción bilateral porque, a juicio de Washington, los tentáculos chinos se han desplegado al ámbito de la Seguridad: su programa de fusión civil-militar “ha hecho progresos intensos en IA tanto en su aplicación defensiva como en la comercial”, lo que “sugiere que el Ejército de Liberación Popular usa sistemas de armas de alta tecnología artificial para contrarrestar, de forma específica, la hegemonía estadounidense y aumentar sus vulnerabilidades”. Aun así, ambas superpotencias establecen un grupo de trabajo sobre IA en el ámbito nuclear y de la Defensa.
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En el caso de China, más incluso que los efectos geopolíticos de las contiendas bélicas en Ucrania y en Gaza. EEUU cree que la reivindicación territorial de lo que Pekín llama la provincia rebelde de Taiwán, desvela “intentos” por parte de Pekín de aislar políticamente a la isla e “imponer” costes económicos con acciones de influencia masiva en el exterior, de desinformación y de desmoralización social” con amenazas de bloqueo comercial y exhibiciones militares y señales de ciberataques.
En un momento en el que la segunda economía global emite signos de profundos desequilibrios que se trasladan también al ámbito académico e innovador. Aun así, Jinping incidió en que “no contempla una invasión masiva de Taiwán. Palabras de cautela ante las elecciones de enero en la isla, cuyas preferencias de voto encabeza, pese a los temores de Pekín, el Partido Demócrata Progresista (PDP) que defiende el actual estatus soberano de la isla.
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China se compromete a tomar medidas contra las firmas que fabrican sustancias con las que se elabora la droga más peligrosa que opera en suelo americano. Este opioide sintético es 50 veces más potente que la heroína y ha creado una crisis sanitaria sin precedentes en el país por su elevada mortalidad. La provincia china de Hubei acoge laboratorios que producen químicos en polvo como la 4-piperidona que acaban, según las autoridades de la Casa Blanca, en cárteles mexicanos como los de Jalisco o Sinaloa.
El acuerdo insta a acelerar las energías renovables y, con ello, la transición energética que implica el reemplazo urgente de los combustibles fósiles, así como a restablecer la cooperación bilateral para actuar contra cualquier gas que propicie efecto invernadero. El consenso surge a tres semanas del comienzo de la cumbre climática anual y pone la firma del gran responsable histórico de las emisiones de CO2 -EEUU- y del actual mercado más contaminante. A diez años vista y con el impulso a la supresión del gas metano en Dubái.
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La tecnología 5G y 6G seguirán tomando el pulso a la rivalidad de ambos países en los mercados de capitales, en el músculo empresarial de cada uno en el sector y en el terreno exportador de chips y materiales de alta innovación.
Nunca como ahora, en el último siglo y medio, el patrón dólar ha sido tan cuestionado. Los mercados emergentes sopesan crear una divisa común en un contexto que les resulta favorable. Con la economía americana al borde de la recesión, su deuda disparada y un déficit galopante que se ha duplicado en 2023 y un mercado alternativo del petróleo que no contempla pago en billetes verdes americanos.
Washington y Pekín difieren en sus posiciones y aliados en las contiendas bélicas de Ucrania y Gaza. Pero una negociación abierta sobre Oriente Próximo y Rusia, con Taiwán como moneda de cambio geopolítico, podría hacer varias posiciones que, hasta ahora, parecen enfangadas, según recoge Wall Street Journal.