Madrid
Corea del Norte ha saludado las elecciones legislativas celebradas este martes en Estados Unidos, su archienemigo, con un nuevo ensayo de un misil con capacidad para portar armas nucleares. Se trató de un misil balístico que impactó en el mar tras recorrer 250 kilómetros y con una máxima altitud de 50 kilómetros, según denunció el Ministerio de Defensa de Japón y después corroboraron las autoridades militares surcoreanas.
El misil, esta vez de corto alcance, fue lanzado desde Sukchon, al norte de Pyongyang, tal y como informó el Estado Mayor del Ejército surcoreano.
El régimen norcoreano ha indicado que la escalada de sus ensayos militares con misiles, algunos de ellos con cohetes que pueden ser armados con ojivas nucleares, es de carácter "defensivo" y una respuesta a las maniobras que Estados Unidos y sus aliados en la zona, Japón y Corea del Sur, han incrementado este año. La posibilidad de un cambio en la política exterior estadounidense, si los republicanos se hicieran con el poder legislativo como resultado de las elecciones de medio término del 8 de noviembre, también parece haber acelerado el programa militar norcoreano.
La guinda de esta estrategia de mayor presión militar por parte de Corea del Norte sería la detonación de una nueva bomba nuclear, la séptima desde 2006, como se teme en Washington. Los datos de inteligencia suministrados por Estados Unidos y Corea del Sur indican que han concluido los preparativos previos a una prueba atómica en los polígonos de pruebas nucleares de Corea del Norte, lo que apunta a que el régimen ermitaño podría en breve poner punto final a su autoimpuesta moratoria de cinco años para realizar nuevos ensayos atómicos.
Una cascada de ensayos norcoreanos sin precedentes
En lo que va de año, Corea del Norte ha realizado una treintena de ensayos de misiles, que incluyen lanzamientos múltiples de proyectiles de crucero y balísticos. En comparación, el año pasado hizo ocho pruebas y en 2020 solo cuatro. Entre el 2 y el 5 de noviembre lanzó casi 80 misiles, y solo el día 2, el régimen de Pyongyang llegó a disparar en una sola jornada 23 de estos proyectiles, que impactaron en las aguas orientales y occidentales de la península coreana. Era el mayor número de este tipo de cohetes lanzado por Corea del Norte en un día.
Uno de estos misiles, de tipo SA-5 soviético tierra-aire, rozó las aguas territoriales surcoreanas por primera vez desde la división de la península coreana. Los restos recuperados de este cohete mostraron un tipo de arma que actualmente está siendo utilizada por Rusia en la guerra de Ucrania.
El jueves pasado Corea del Norte llegó a disparar un misil intercontinental, pero la prueba, según indicó el Estado Mayor Conjunto surcoreano, no tuvo éxito en esta ocasión.
No valen las sanciones
El nivel de desafío del régimen de Kim Jong-un ha puesto de nuevo al rojo vivo una de las zonas más militarizadas del planeta desde que en 1953 se alcanzara el alto el fuego en la guerra entre los dos estados establecidos con la división de la península coreana en 1945.
Las sanciones impuestas al país comunista por Estados Unidos y sus aliados no parecen tener éxito a la hora de presionar a Pyongyang para que ponga fin a sus pruebas de misiles. Tampoco han doblegado a Kim Jong-un para que negocie la desnuclearización de Corea del Norte. Todo lo contrario, Corea del Norte ha mejorado su capacidad de ataque en los últimos años y estaría muy cerca de dotar a sus misiles de tecnología que le permitiría incorporar ojivas nucleares a sus misiles y atacar objetivos militares o civiles de Estados Unidos en el Pacífico e incluso de tierra firme en su costa occidental.
Las pruebas de unos misiles que cuestan millones de dólares también indican que Corea del Norte ha entrado en una carrera armamentística sin parangón en años anteriores y que está destinando una buena parte de su depauperado PIB a fortalecer su ejército.
Es evidente, en este sentido, el acicate que suponen para la escalada militar norcoreana las maniobras y ejercicios militares, navales y aéreos (también con lanzamiento de misiles propios), por parte de Estados Unidos y sus socios en Extremo Oriente. La nueva doctrina militar de la OTAN, aprobada en junio por Washington y sus aliados de la Alianza, pone el área del Asia-Pacífico en el centro de su interés geoestratégico y establece una novedosa coordinación con los gobiernos amigos de Washington en el área, como Corea del Sur, Japón o Australia.
Corea del Norte ha calificado el creciente número de maniobras lideradas por Estados Unidos en torno a la península coreana como una “imprudente histeria militar” y un paso hacia una “confrontación inestable”.
El riesgo de enfurecer a Corea del Sur
Este desafío armado norcoreano de los últimos tiempos tiene, no obstante, características especiales, pues habitualmente sus ensayos y provocaciones militares esperan una respuesta por parte de Estados Unidos para renegociar sanciones u obtener alguna ventaja en el suministro de alimentos por parte de Corea del Sur.
En unos momentos en que la atención internacional está centrada en la guerra de Ucrania y en las elecciones legislativas estadounidenses, Pyongyang ha tenido que redoblar sus amenazas, aunque aparentemente sin calcular la reacción que Corea del Sur podría tener.
Uno de los misiles lanzados el miércoles de la semana pasada por Corea del Norte sobrevoló la Línea Límite Norte (LLN) que sirve de frontera marítima entre las dos Coreas y cayó al sur de la misma. Esta acción fue calificada por Corea del Sur como “una provocación sin precedentes” desde 1953, cuando la firma del alto el fuego que puso fin a la guerra de Corea consumó la división de la península iniciada en 1945.
El propio presidente de Corea del Sur, el conservador y proestadounidense Yoon Suk-yeol, calificó esta acción del régimen de Pyongyang como "una violación del territorio" surcoreano, similar al ataque ocurrido en noviembre de 2010, cuando la artillería de Corea del Norte bombardeó la isla surcoreana de Yeonpyeong y mató a dos militares y dos civiles.
Ya entonces, Estados Unidos hubo de refrenar a Corea del Sur de responder con una ataque masivo contra el Norte, de ahí el temor en la Casa Blanca a que una mayor presión por parte de Pyongyang pueda desatar una respuesta contundente, no por parte de Washington sino de sus aliados surcoreanos.
En Corea del Sur se alzan muchas voces a favor de la creación de un programa nuclear militar propio que pueda disuadir al armamento atómico norcoreano. Sin embargo, las posiciones en contra señalan que tal eventualidad daría a Corea del Sur una superioridad absoluta sobre el Norte. Al mejor ejército del que dispone el Sur en estos momentos, reforzado además por las decenas de miles de soldados estadounidenses estacionados en territorio surcoreano, se sumaría una capacidad de destrucción que podría borrar del mapa y en cuestión de minutos los centros de operaciones militares norcoreanos.
En estas circunstancias, el actual e inestable equilibrio de fuerzas simplemente se volatilizaría.
Inquietantes avances
Ante una amenaza así, Corea del Norte posiblemente recurriría a un ataque preventivo con todos sus medios, incluidos los nucleares. Por eso preocupan tanto los pasos que está dando Pyongyang para reforzar su programa nuclear con tecnología de seguimiento por satélite. En este sentido, imágenes de satélites comerciales mostraron a fines de octubre pasado grandes avances en la construcción de una base de lanzamiento de satélites en Sohae. Esta estación podrá proporcionar también un apoyo inestimable al programa norcoreano de misiles balísticos intercontinentales.
En marzo pasado, Kim Jong-un visitó este área de Sohae, en una muestra de la importancia que el régimen norcoreano concede a esta estación.
Corea del Norte ha indicado en diversas ocasiones que no está dispuesta a poner su programa nuclear sobre una hipotética mesa de negociaciones. En estas circunstancias y con la actual avalancha de ensayos misilísticos como aviso, es solo cuestión de tiempo que Pyongyang eleve la apuesta con una nueva prueba nuclear militar subterránea. El momento más oportuno lo podría determinar una vuelta de tuerca en la guerra de Ucrania o quizá un compás de espera en la política exterior estadounidense derivado de las elecciones legislativas de este 8 de noviembre.
Tanto la inteligencia estadounidense como la surcoreana coinciden en que los preparativos para un ensayo nuclear de Corea del Norte en el complejo de Punggye-ri concluyeron en mayo pasado. Ahora, todo está a merced de una decisión política por parte de Kim Jong-un, que será tomada en el momento más oportuno y en el que el régimen norcoreano pueda maximizar sus ganancias.
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