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Colombia firma la paz

Desconfiados

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El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, estrecha la mano al máximo líder de las FARC, Rodrigo Londoño Echeverri, alias "Timochenko", tras firmar los Acuerdos de Paz. - AFP

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CARTAGENA DE INDIAS (COLOMBIA).- A las 17.13 de la tarde comenzó la ceremonia. Un total de 2.500 invitados, vestidos de riguroso blanco, se sentaron en la Plaza de Banderas del Centro de Convenciones de Cartagena de Indias para asistir a la firma de los Acuerdos de Paz entre las Fuerzas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Gobierno.

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A primera hora del día, Cartagena de Indias parecía una ciudad fantasma. Diversas vallas cortaban las calles y controlaban el paso de las pocas personas que se acercaban al centro histórico. Policías en cada esquina y algunos cámaras de televisión que madrugaban para colocarse en el el lugar idóneo para captar la mejor imagen del evento en el que se pondría fin a 52 años de guerra.

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A las ocho de la mañana, ya con 30 grados a la sombra, el presidente Santos se reunía con las Fuerzas Armadas del país, a quienes rendía el primer homenaje del día. El mandatario estaba exultante. El presidente que entró como segundo de Álvaro Uribe, un personaje en la sombra, más famoso por su familia ─una de las más ricas de Bogotá─ que por sus labores políticas, se ha convertido en el único mandatario que ha conseguido poner fin al conflicto con la guerrilla comunista más antigua de América Latina, después de tres intentos en los gobiernos de Belsario Betancur (1984), César Gaviria (1992) y Andrés Pastrana (1998).

Han sido cuatro años de negociaciones entre Juan Manuel Santos y Rodolfo Londoño, y sus dos negociadores clave: Humberto de la Calle, por el Gobierno; e Iván Márquez, por la guerrilla. La Habana (Cuba), donde se desarrollaron las discusiones y la elaboración de los acuerdos, jugó un papel fundamental para que el documento que se firmó este lunes saliera adelante: “El papel de los organismos y de los gobiernos internacionales ha sido indispensable”, decía el sábado Santos. Desde el Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC iban más allá y aseguraban que “sin los garantes internacionales” y el mecanismo tripartido (FARC, Gobierno y ONU) con Naciones Unidas como observador, “la guerrilla nunca habría aceptado abandonar las armas” e incorporarse a la vida política legal.

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Cientos de personas siguen la firma de los Acuerdos de Paz desde la Plaza de Bolívar de Bogotá. - EFE

Desconfiados

Mientras en el centro histórico los invitados hablaban de “paz”, de “perdón”, de “nueva etapa para la historia”, en las calles de alrededor, el pueblo de Cartagena no estaba tan animado con el evento. Por un lado por las razones prácticas: calles cortadas, controles policiales (2.700 unidades de Policía y Ejército desplegadas por la ciudad), y más tráfico del habitual. Por otro, la desconfianza: “No me creo nada de lo que está pasando. Todo es un espectáculo que hace Santos para quedar bien con los países extranjeros. Para los más pobres las cosas no van a cambiar”, decía Nélida Bonilla, vendedora de una tienda de ultramarinos de la calle 30, del barrio de Getsemany, pegado a la muralla.

A la desconfianza se une la desinformación, en parte creada por un sector de los medios nacionales que dan eco al discurso del expresidente, Álvaro Uribe, principal opositor de los Acuerdos de Paz que desde hace semanas trabaja por la campaña del No en el plebiscito del próximo 2 de octubre donde el pueblo deberá ratificar o no el documento que se firmó este lunes.“Yo quiero la paz, pero a esos guerrilleros les están dando mucho dinero. Les han comprado para que dejen las armas”, contaba a este diario el taxista Jackson Rodriguez, que después de dar muchas explicaciones admitía que votaría por el No.

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Desafíos pendientes

Los Acuerdos de Paz firmados este lunes no sólo suponen el fin de una larga guerra, sino que plantean las bases de una nueva política para el país, en la que el Estado se haga cargo de las zonas campesinas, la reclamación más antigua de la guerrilla. Los cuatro puntos principales del documento tienen que ver primero con la puesta en marcha de una reforma agraria; después con la creación de las condiciones necesarias para que la guerrilla pueda convertirse en un partido político viable; por otro lado que las FARC colaboren con el Gobierno dando a conocer los procesos relacionados con el narcotráfico; y por último el punto de reparación de las víctimas, así como la elaboración de una Comisión de la Verdad en la que se incorporen los relatos de ambos bandos. “Este punto es más importante de lo que uno puede imaginar, porque en Colombia no todos los muertos valen igual”, decía la periodista colombiana María Márquez.

Pero los desafíos son muchos. El primero de ellos es la implementación de estos acuerdos, de la que en parte se encargará Naciones Unidas, como organismo de observación y también ejecución. Las FARC dejan las armas pero quedan las dudas sobre otra de las guerrillas más antiguas, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que en un primer momento se unió a los acuerdos y después se alejó. “Estamos abiertos a que se acerquen de nuevo”, decía el domingo el presidente Santos. También queda pendiente el futuro de guerrilleros “rebeldes” de las FARC como el Frente Primero que se desligó de la guerrilla y se negó a suscribir los acuerdos. El comandante Iván Márquez también invitó a que el Frente diera marcha atrás y “se uniera a los deseos de la guerrilla”. Por ahora ni el ELN, ni los rebeldes han respondido.

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