Este artículo se publicó hace 16 años.
Clinton no consigue despegarse de Oba
Hillary se lleva el premio gordo del ‘supermartes’ en California. La distancia en delegados es tan reducida que podrían llegar empatados a la convención
Si Barack Obama y Hillary Clinton compitieran en bandos opuestos, a estas alturas las cosas estarían más claras. Pero ante dos opciones históricas, una mujer y un afroamericano, una ex primera dama con un pasado complicado y un recién llegado con un poderoso mensaje de cambio, el simpatizante demócrata decidió no decidir.
Ahora que el supermartes ha quedado en empate, empieza una lucha en la que cada estado, cada delegado cuenta.
Hillary lleva de momento una pequeña ventaja . Tiene más delegados (811 según el último recuento) y ha ganado por amplio margen en California (52% frente a 42%), y sobre todo en Massachusetts, una victoria especialmente dulce, después de que uno de sus senadores y viejo amigo, Edward Kennedy, se decantara por su rival. Los patrocinios políticos no siempre ayudan.
La senadora muestra su popularidad en los centros urbanos, los hispanos que le han dado el 60% de sus votos y las mujeres. “Espero continuar la campaña y el debate sobre cómo mejorar nuestro país”, dijo la candidata en Nueva York.
“Habéis batido el récord de participación no sólo para hacer historia sino para rehacer América”, dijo Clinton que adoptó un tono presidencial al dirigir sus ataques contra el presidente George Bush. Los republicanos –dijo– “tienen hasta el 20 de enero de 2009, ni un día más”.
Diez millones de demócratas y unos seis millones de republicanos se pronunciaron en los 24 estados que celebraron las primarias más seguidas de la reciente historia política.
Menos delegados
Obama consigue más estados (14 contra 8) pero lleva menos delegados (720). Son necesarios 2.025 para asegurarse la candidatura. El senador por Illinois gana en las contiendas con una fuerte población negra, Georgia y Alabama, pero también mayoritariamente blanca, Idaho y Utah, sobre todo entre el electorado masculino que se hubiera decantado por John Edwards antes de que abandonara la carrera hace una semana.
También espera mejorar sus porcentaje entre los hispanos. “Cuando los votantes latinos me conocen, los resultados mejoran”, dijo ayer en rueda de prensa. Basa sus esperanzas en Arizona donde “sólo” el 40% de los latinos se pronunció a favor de su rival. Así que el supermartes, que se ideó para simplificar el proceso de selección, no ha designado un claro ganador y ha dejado expuestas las diferencias de planteamiento entre los dos candidatos, entre las dos corrientes del partido.
Una más ortodoxa, con Clinton que vende sus “35 años de experiencia” y asegura que no dejara que “nadie juegue con el futuro” de Estados Unidos; y otra más moderada, que quiere acabar con la crispación política de los años de Bush. “Hay que elegir entre luchar contra un frente común de republicanos e independientes o presentarse contra el candidato conservador con una campaña que ha unido a los estadounidenses de todas clases, razas y religiones”, dijo Obama el martes en Chicago.
La contienda se anuncia complicada. Los dos rivales deben medir sus palabras y no caer de nuevo en los ataques personales, como en Carolina del Sur. Su antagonismo no puede debilitar al partido demócrata, sobre todo si John McCain consigue rápidamente la nominación republicana y empieza la carrera de verdad, hacia las presidenciales. Las primarias demócratas se dispersan geográficamente este fin de semana antes de volver el martes hacia el Potomac, el río que cruza los estados de Maryland, Virginia y el distrito de Columbia.
Pero la batalla se concentra sobre todo, entre bastidores, en los llamados súperdelegados, unos 800 responsables del partido, una quinta parte del número total de delegados, que pueden pronunciarse por cualquier candidato, independientemente de los resultados de las primarias. Podrían alterar considerablemente los resultados. En principio forman parte del aparato por lo que tendrían más inclinación hacia Clinton. Obama les lanzó ayer en rueda de prensa una velada advertencia. “Si fuera un súperdelegado me pensaría muy mucho lo que voy a votar porque ha quedado claro que la gente está pidiendo cambio”.
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