Este artículo se publicó hace 15 años.
China mantiene la ejecución de un británico con problemas mentales
Pekín desoye las peticiones de clemencia de la familia, Reino Unido y Unión Europea
La familia londinense de Akmal Shaikh, el británico de 53 años cuya ejecución está prevista para mañana en China, no pierde la esperanza de que, en el último minuto, se le conmute la pena.
"Sólo nos queda rezar", declaraba ayer Leila, de 31 años de edad, hija mayor del condenado a muerte por transportar cuatro kilos de heroína. Su familia aduce que Akmal sufre un trastorno bipolar y fue engañado por narcotraficantes que se aprovecharon de su desorden mental. Como prueba de la enfermedad, exhiben toda la correspondencia, incoherente y sin sentido, que ha estado escribiendo desde que fue detenido en setiembre de 2007 en Urumqui, noroeste de China, con la droga.
Leilla estaba decepcionada ayer porque las autoridades de Pekín no han autorizado el viaje de miembros de Reprieve -organización que trabaja para lograr juicios justos para los británicos en el extranjero- de Londres a China. Sí que han permitido, en cambio, que dos primos de Akmal Shaikh, Soohail y Nasir, viajasen a pedir clemencia al Gobierno de aquel país para salvar la vida de su pariente. Su hija cree que "sin los representantes de Reprieve, la misión pierde fuerza".
Los parientes de Shaikh aducen que padece un trastorno bipolar
En casa de la familia Shaikh, en el barrio de Kentish Town, en el norte de Londres, el extenso clan hace piña. Saben que las relaciones diplomáticas anglo-chinas en este momento no les favorecen, después de que el primer ministro, Gordon Brown, acusara a Pekín del fracaso de la Cumbre del Clima de Copenhague.
"El Gobierno británico y la Unión Europea han pedido repetidamente el perdón para mi padre, pero sabemos que China tiene un largo historial de ejecuciones", reconoce Leila, quien se dio cuenta de la enfermedad que padecía su padre mientras cursaba estudios de psicología.
"Imprevisible y errático"Akmal Shaikh nació en Pakistán y emigró de joven a Londres. Años después, la familia se trasladó a Estados Unidos, donde Akmal trabajó en una agencia inmobiliaria a la que le iban muy bien los negocios. Allí nacieron los dos hermanos de Leila, que ahora tienen 27 y 29 años, respectivamente.
Con una cierta seguridad económica, volvieron a Londres y al círculo familiar más extenso de padres, hermanos y primos de Akmal. Estos días, a su madre, enferma, le esconden lo que le está ocurriendo a su hijo a miles de kilómetros de distancia.
El Gobierno chino alega que nadie debe entrometerse en sus asuntos
"Yo crecí sabiendo que mi padre estaba un poco chalado, se comportaba de forma imprevisible y errática. De mayor, me di cuenta de que estaba enfermo y fantaseaba queriendo ser cosas que no era", explica Leila.
Su padre perdió la semana pasada la última apelación en el Tribunal Supremo de China. No sabía aún que el martes será ejecutado porque a los condenados se les comunica 24 horas antes de la muerte.
En Londres, Akmal y sus dos hijos regentaban una compañía de tele-taxis, a la que pusieron el nombre de Teski, que les proporcionaba buenos ingresos, pues estaba ubicada a la salida de la estación de metro de Kentish Town y ofrecía precios competitivos para los desplazamientos a aeropuertos o por la ciudad de Londres.
Los desvaríos de Akmal se manifestaban ya entonces de forma pacífica. De vez en cuando, desaparecía en busca de aventuras y negocios que normalmente se quedaban en nada.
Akmal Shaikh nació en Pakistán y emigró de joven a Londres
En el 2004, conoció a una mujer polaca y se fue a Polonia con ella; allí tuvo dos hijos, y, según cuenta Leila, "alguien le metió en la cabeza que podía hacerse famoso como cantante en China, aunque él nunca había cantado. Se fue a China. Nosotros nos enteramos de que estaba allá cuando fue detenido".
El estado de salud mental de Akmal es la principal razón que argumentan la familia londinense, el Gobierno británico, la Unión Europea y las organizaciones que lo defienden para pedir clemencia. China se limita a contestar que nadie debe entrometerse en sus asuntos internos.
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