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Las relaciones del triángulo Bruselas-Londres-Washington vuelven a sufrir un giro de guion. Cuando el romance entre Londres y Washington parecía estar en su momento mas álgido, la administración americana ha anunciado un “reinicio” en las hasta ahora tensas relaciones con Bruselas. El hombre de confianza de Trump, Mike Pompeo, se reunió esta semana con la nueva cúpula europea, liderada por la próxima presidenta del Ejecutivo, Ursula von der Leyen, y el nominado a jefe de la diplomacia, Josep Borrell, en un encuentro con “buena química”.
Bruselas y Washington se acercan justo cuando Boris Johnson buscaba en Estados Unidos el socio comercial que le hiciera olvidarse de los “grilletes” de Bruselas. Desde que Johnson llegó al poder, Trump, que apoya la salida del Reino Unido de la UE, se ha deshecho en elogios con su nuevo socio británico: en sus últimas apariciones ha calificado a Johnson de “ganador” y ha reiterado que es "hombre apropiado" para dirigir el brexit.
Trump y Johnson anunciaron un gran acuerdo comercial, que el americano pretendía tener listo en un año
En medio de este clima favorable, ambos líderes han manifestado su voluntad de firmar un acuerdo de libre comercio con el que Londres entornaría su mirada hacia el oeste del Atlántico tras el brexit. En palabras de Trump, será “un acuerdo de comercio muy grande, mayor que cualquiera que EEUU haya tenido antes con el Reino Unido”.
Pero Johnson está en una situación cada vez más delicada, tras sufrir una serie de derrotas en el Parlamento británico que han desterrado sus planes de mantener la posibilidad de un brexit sin acuerdo, con el objetivo improbable de forzar concesiones de Bruselas.
Trump y Johnson: El “gran acuerdo” comercial que nadie se cree
Trump y Johnson anunciaron un gran acuerdo comercial, que el americano pretendía tener listo en un año, plazo que el propio líder británico ha calificado de “justo”. De momento, ha habido poco más que palabras. El primero que se ha atrevido a dar números al “gran acuerdo”, aunque muy generales, ha sido el vicepresidente americano, Mike Pence, quien dijo ayer que estima que el volumen de comercio entre ambos países podría multiplicarse por tres o cuatro.
La idea es que los americanos sustituyan a los europeos como socio preferente de los británicos después de que estos salgan de la UE. En la práctica, parece difícil que un acuerdo con un país situado a más de 5.000 kilómetros pueda compensar la barrera invisible que se alzará en el canal de La Mancha tras el 31 de octubre, si es que la fecha del brexit no vuelve a retrasarse.
Otros expertos también se muestran escépticos: “Estados Unidos es bastante proteccionista”
“No compensaría”, explica Guillaume von der Loo, investigador del Centre for European Policy Studies (CEPS) de Bruselas, en declaraciones a Público. Es difícil que “las empresas desvíen de repente todos sus negocios de la UE a Estados Unidos”.
Según von der Loo, un acuerdo con Washington “difícilmente” sería mejor para Londres que estar dentro de la UE. “Como Estado miembro, el Reino Unido no tiene ningún tipo de barreras de comercio. Nunca conseguirán lo mismo con Estados Unidos”.
Otros expertos también se muestran escépticos: “Estados Unidos es bastante proteccionista”, explicaba a la BBC David Henig, director para el Reino Unido del Centro Europeo para la Economía Política Internacional. “EEUU nunca ha hecho ningún tratado de comercio similar al que describe Johnson”.
Además, está la cuestión del tamaño. Con una población casi cinco veces menor el Reino Unido sería “un socio menor de los Estados Unidos”, le advertía el presidente francés Emmanuel Macron a Johnson cuando visitó París hace dos semanas.
Es más, “si llega a materializarse cualquier tipo de acuerdo de comercio entre EEUU y el Reino Unido, estos tendrán que ceder a la mayor parte de las demandas de los americanos”, explicaba el investigador Sam Lowe, del Centre for European Reform a Financial Times.
Bruselas y Washington “reinician” su matrimonio
Mientras Johnson se encomienda a Washington, parece que podría abrirse una nueva era de concordia entre Bruselas y Estados Unidos tras un año de relaciones tensas y cruces de acusaciones.
El hombre de confianza de Trump, Mike Pompeo, voló esta semana a Bruselas para verse con las nuevas caras que dirigirán las instituciones europeas a partir de noviembre, con Ursula von der Leyen como presidenta del Ejecutivo y Josep Borrell como jefe de la diplomacia, además de Charles Michel, primer ministro en funciones de Bélgica y sucesor de Donald Tusk a la cabeza de las cumbres europeas a partir de noviembre, y David Sassoli, que es el presidente de la Eurocámara desde hace dos meses.
“Queremos parar con los vituperios que ha habido en ambas direcciones”, explicaba el embajador de EEUU para la UE
“Queremos parar con los vituperios que ha habido en ambas direcciones”, explicaba el embajador de EEUU para la Unión Europea, Gordon Sondland, que también participó en los encuentros, en una conversación telefónica con periodistas este miércoles.
Uno de las múltiples ocasiones en las que se ha hecho notar la relación cortante entre ambas administraciones ocurrió el pasado julio, cuando Trump tachó de “locura” el impuesto de sobre los servicios digitales de Macron, cuyas consecuencias podrían sufrir gigantes americanas como Apple, Google o Facebook.
Sondland se mostraba optimista sobre el cambio que puede traer von der Leyen a las relaciones entre ambos países. “Ha sido un año muy difícil con la UE. El cambio de equipo puede ayudar a romper el bloqueo.
“Somos como una pareja de casados que está pasando sobre una época de hacerse muchas preguntas sobre el otro, pero que después de todo quiere continuar casada y vamos a hacer que el matrimonio funcione y que salga reforzado”, concluía Sondland.
Mientras tanto, el Reino Unido continúa negociando en casa los términos de su divorcio con la UE. Un divorcio que ya se ha aplazado tres veces y que tiene cada vez más papeletas de volverlo a hacer.
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