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¿Por qué los británicos llevan una flor roja en la solapa?

Aunque estos días se ve por todas partes, no está exenta de polémica.

Boris Johnson, con la amapola roja en Londres hace unos días. REUTERS/Toby Melville

Metidos de lleno en campaña electoral, hay pocas cosas que vayan a compartir Boris Johnson y Jeremy Corbyn en las próximas semanas, pero una de ellas está ya a la vista de todos: una amapola roja. El líder del Partido Conservador y el de los laboristas se la prendieron en la chaqueta hace días y ahí seguirá hasta el 11 de noviembre. Durante ese tiempo cambiarán de camisa, americana, abrigo y gabardina pero la flor los acompañará siempre.

Es la amapola del recuerdo (remembrance poppy), un símbolo de reconocimiento y homenaje a todos aquellos que han combatido en algún conflicto bélico en nombre de las fuerzas armadas británicas. Igual que ellos, también la llevan los presentadores y reporteros de televisión, muchas celebrities o los jugadores de los equipos de fútbol de la liga inglesa, que cada año diseñan una camiseta para la ocasión aunque sólo la vayan a lucir en dos partidos.

Pero especialmente emotivo es vérsela a ciudadanos anónimos con los que uno se cruza estos días por las calles de todo el país. Como Rob Samson, que la lleva prendida de su chaqueta mientras hace recados por el centro de Londres: “Mis dos abuelos combatieron en la Segunda Guerra Mundial, uno en la India y otro frente a las costas británicas; la llevo para recordarlos y como agradecimiento al sacrifico que hicieron”, cuenta.

La suya es de las más populares, las de papel, pero también se pueden ver en forma de pin, como broche o incluso de plástico y en grandes dimensiones colocadas en la parte frontal de algunos taxis y camiones.

Por qué una amapola

La respuesta está en Bélgica, hace 104 años. En el lugar donde estuvo situado el frente occidental durante la Gran Guerra: Flandes. Durante la contienda sus campos quedaron completamente arrasados. Eran tierra muerta. Kilómetros y kilómetros de terreno árido donde difícilmente nada podría volver a crecer. Hasta que comenzaron a brotar las amapolas y cubrieron lo que había sido un escenario de destrucción con un sorprendente manto rojo.

La imagen se le quedó grabada al médico y teniente coronel John McCrae cuando asistió al entierro de un compañero en 1915 y de ahí surgió su poema En los campos de Flandes. En los primeros momentos del fin de la guerra hubo quien, conmovido por el texto y de forma espontánea, decidió repartir amapolas en distintos actos y quienes le siguieron copiando su gesto. Hasta que en 1921 la organización benéfica The Royal British Legion, que brinda apoyo a los veteranos de las fuerzas armadas británicas y sus familias, la adoptó como símbolo.

La historia al completo la cuenta con detalle David Dade, uno de los organizadores del stand instalado estos días en el hall de la estación londinense de Kings Cross donde se pueden recoger las amapolas a cambio de un donativo. Detrás de él hay instalada estos días una inmensa amapola de cinco metros de alto y, prendidas en su chaqueta, junto a otra más pequeña, cinco medallas de honor: “Son de Vietnam, estuve destinado allí durante la guerra; subíamos el delta del Mekong en barcos”, cuenta este veterano de 72 años mientras calcula que en lo que llevan de día habrán entregado ya más de cien. Este año el objetivo es alcanzar los 58 millones de euros de recaudación.

Tienen hasta el 11 de noviembre, el día del recuerdo, para conseguirlo. Es el último día de la amapola, como lo fue de la Gran Guerra. En aquella fecha de 1918, Alemania y las potencias aliadas firmaron el armisticio con el que se ponía definitivamente fin a la contienda. Y, aunque su origen esté ahí, hoy en día el símbolo de la amapola se ha extendido a cualquier conflicto bélico.

Por eso hay millones por todo el país. Algunas componen las coronas que se colocan frente a decenas de monumentos en recuerdo de las víctimas. Otras están en miles de pequeñas cruces formando los campos del recuerdo, que en los próximos días comenzarán a instalarse en rincones de todo el país, como los jardines de la Abadía de Westminster, en Londres.

"El fascismo de la amapola"

“Todo el mundo entiende que la llevas porque tiene un significado especial para ti y lo respeta”, asegura Rob mientras se coloca la suya. Aunque no por extendida la amapola deja de estar exenta de polémica. Hay quien considera que se ha convertido en un símbolo político y una justificación de los conflictos. El presentador de televisión Jon Snow llegó a hablar de "fascismo de la amapola" en respuesta a las presiones a las que ha sido sometido por no querer lucirla en antena.

El jugador de futbol de origen norirlandés James McClean, ha llegado a recibir amenazas de muerte por negarse a llevarla año tras año como sí hacen el resto de sus compañeros. Justifica su decisión diciendo que representa “todos los conflictos en los que Gran Bretaña ha estado involucrada” y consideraría hacerlo “una falta de respeto hacia las personas inocentes que perdieron la vida durante el conflicto de Irlanda del Norte”.

Fruto de esa polémica, en los últimos años ha cobrado fuerza una alternativa pacífica a la clásica poppy: la amapola blanca. Su origen está en los años 30 en una cooperativa de mujeres que la instauró bajo el reclamo de no más guerras. “Simbolizan el recuerdo de todas las víctimas de la guerra” y busca poner fin a "la exclusión de los civiles de los principales eventos de recuerdo”, según la Peace Pledge Union, que las distribuye.

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