Este artículo se publicó hace 3 años.
Biden persigue una solución al conflicto de Yemen
El conflicto de Yemen podría empezar a enderezarse con la nueva administración en Washington. Cuando saudíes y emiratíes lanzaron sus aviones contra los hutíes, pensaban que en poco tiempo obtendrían una victoria militar. Seis años después la realidad con
Eugenio García Gascón
Segovia-
El presidente Joe Biden ha dado los primeros pasos para acabar con la guerra que ha causado en Yemen un sinnúmero de muertos y heridos, así como calamidades de proporciones bíblicas que afectan a la mayor parte de la población. El conflicto lo han sustentado las potencias occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, pero también con el apoyo del Reino Unido y Francia entre otros países que han vendido, y siguen vendiendo, armas a los países implicadas, sabiendo muy bien lo que está ocurriendo.
El pasado viernes el departamento de Estado anunció que revoca la decisión de Donald Trump de designar a los hutíes de Yemen "organización terrorista". Los hutíes no son unos santos pero la decisión de Trump llegó solo unos días antes de abandonar la Casa Blanca, en un claro intento de obstaculizar la mediación de la nueva administración.
De esa manera Trump dificultó el trabajo de las organizaciones internacionales que ayudan a paliar los desastres de la guerra, y dio un último espaldarazo a países como Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos para sigan interviniendo militarmente en Yemen.
La decisión de la nueva administración ha sido bien recibida por la ONU y es posible que ponga en alerta al Reino Unido y Francia para que no sigan haciendo sus sucios negocios de venta de armas que tanto daño han causado.
Al revertir la designación de organización terrorista de los hutíes, Antony Blinken, el secretario de Estado, declaró: "Nuestra decisión significa el reconocimiento de la terrible situación humanitaria en Yemen. Hemos oído las alertas de las Naciones Unidas, de los grupos humanitarios y de miembros del Congreso de los dos partidos, entre otros".
Blinken añadió que la decisión pretende permitir que llegue la ayuda humanitaria, pero advirtió que las sanciones que previamente se impusieron contra dirigentes de los hutíes continuarán en efecto. Los hutíes tomaron control de la capital Sana en 2014 y en la actualidad controlan el noroeste de Yemen, donde vive el 80 por ciento de la población.
Frente a los hutíes está la coalición liderada por Arabia Saudí, que ha realizado una larga serie de matanzas desde 2015 y a la que distintas organizaciones internacionales han acusado de cometer crímenes de guerra. Refiriéndose a este punto, Blinken declaró en enero: "Hemos visto una campaña liderada por Arabia Saudí que también ha contribuido a lo que muchos consideran que es la peor crisis humanitaria mundial, lo que es significativo".
Washington va a poner fin al apoyo a la campaña militar que lideran Arabia Saudí y los Emiratos y ya ha comenzado a revisar la venta de armas a esos dos países. Esta circunstancia es vital para crear una situación que permita resolver el conflicto mediante la negociación.
Una y otra vez los americanos afirman que Arabia Saudí continuará siendo un socio importante en Oriente Próximo, al margen del conflicto de Yemen. Sin embargo, la desastrosa política exterior impulsada por los príncipes Mohammad bin Salman y Mohammad bin Zayed, y no solo en Yemen, debería terminar cuanto antes para llevar un poco de estabilidad a la región.
Arabia Saudí y los Emiratos intuyen que la situación de privilegio que han tenido con el respaldo de EEUU puede estar en peligro desde el momento que el consumo mundial del petróleo va a declinar en los próximos lustros de manera sustancial, y que de hecho su cuota de mercado en EEUU en la actualidad es mucho menor a la de hace algunos años.
El temor a que EEUU deje de defender a Arabia Saudí y los Emiratos existe a pesar de que Blinken ha insistido en que Washington continúa comprometido con la seguridad de los dos países. Ese temor podría explicar por qué los dos países se han puesto en manos de Israel y protegidos por Israel están introduciendo elementos desestabilizadores en distintos puntos de la región.
En este contexto, el de Yemen es claramente un problema que no puede resolverse mediante la fuerza. Cuando los príncipes Bin Salman y Bin Zayed se lanzaron a la aventura creían ingenuamente que su superioridad aérea iba a permitirles dar un paseo triunfal por Yemen, pero la realidad les ha demostrado que la opción militar era descabellada.
Las raíces más recientes del conflicto se remontan a las primaveras árabes de 2011, cuando las protestas forzaron la dimisión del presidente Ali Abdullah Saleh después de 34 años de gobierno. La salida de Saleh condujo a un plan de transición designado por los vecinos de Yemen con el apoyo de la ONU que a la postre condujo a la guerra civil.
La situación se agravó en 2015 con la intervención de la coalición liderada por saudíes e emiratíes, que auguraban una rápida rendición de los hutíes. Seis años después, saudíes y emiratíes no saben cómo salir del embrollo en que se metieron, de ahí que la actitud de la nueva administración de Washington pueda ser para ellos un salvavidas.
No obstante, la situación en Yemen es sumamente compleja y no hay que descartar que termine con la partición del país. En realidad, ahora hay dos gobiernos, uno en el sur, formalmente reconocido por la comunidad internacional aunque en la práctica ni pincha ni corta, y otro en el norte en manos de los hutíes.
Los hutíes pertenecen a una corriente chií y su relación con Irán es buena, si bien no está claro hasta qué punto Teherán les está apoyando en la guerra. El representante de las Naciones Unidas para el conflicto, Martin Griffiths, visitó la semana pasada Irán por primera vez, naturalmente contando con el visto bueno de Washington, lo que indica que Griffiths y Washington son conscientes de que los iraníes pueden ayudar a encontrar una solución dialogada en Yemen.
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